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«La memoria histórica ha abierto bocas»

| 21 mayo 2013

_PrLanzaEl historiador Luis Pizarro ha formado parte del equipo “Todos los nombres»

 

Luis Pizarro, de vuelta a su profesión de profesor de Historia y de investigador (la historia del fútbol local no puede revisarse sin consultar su obra) tras su paso por la política, ha dedicado los últimos años a ponerle nombre a todos los que pagaron con su vida la represión de los vencedores de la guerra civil. Lo hicieran frente al pelotón de fusilamiento, cuando trataban de huir, o en la cárcel víctima de la avitaminosis -hambruna carcelaria por una dieta miserable- o cualquier otra acción.

Es consciente de que la memoria histórica avivada por el anterior Gobierno y quienes se dedican a desempolvar una cruda y cruel realidad silenciada, es considerada por una parte de la opinión pública como un intento de volver a excavar las trincheras que se suponían selladas por la Transición. Pero su opinión es bien distinta: hay que recordar todo para curarlo todo. Como historiador y como ciudadano ha asistido a testimonios sobrecogedores, y ha descubierto papeles que revelan la cruenta realidad y el cinismo con el que se justifica el dolor y la muerte de los perdedores. Depués de todo… ¿qué es lo que habría que olvidar para siempre? “La guerra, para que nada semejante vuelva a ocurrir”, dice Luis Pizarro en la biblioteca del Instituto Galileo Galileii, en un tono casi siseante pero suficiente para grabar. No quiere molestar a los alumnos que  unas mesas más allá repasan sus apuntes. “Quizá la Transición fuera el modo de hacer las cosas que en aquel momento necesitaba España, pero que pretendiera cerrar una situación no significa que todo aquello que se cerraba, se cerraba de verdad. Había memorias a las que se les habían rendido los honores pertinentes y otras memorias que se habían enterrado en el miedo y la violencia de un régimen que no permitió jamás que se recuperaran. La Transición no cerró aquello”.

39-40, el binomio negro

Luis Pizarro ha formado parte del equipo de investigación de la Memoria Histórica de la provincia de Ciudad Real que ha estado coordinado por los profesores de la Universidad a Distancia de Madrid,  Julián López y María García Alonso.

El grueso  de la represión se llevó a cabo en los años inmediatos a la lectura del último parte de guerra, 1939 y 1940, pero la sombra del General se extendió amenazante por casi toda la década. En Puertollano los últimos fallecidos por la represión del franquismo datan de enero de 1947. Fueron dos, pero en total hubo 213 víctimas en la ciudad minera, precisa el profesor Pizarro.

Estamos en una esquina de la biblioteca, hablando en voz baja, casi clandestinos, de muertos y de nombres, de hombres silenciados y desaparecidos, del horror de una guerra asombrosamente caliente aún hoy, después de tantos años…

Luis Pizarro recuerda cómo surgió la investigación.  “Julián López y yo preparábamos Cien años para la libertad. Viniendo un día del archivo de la prisión de Herrera de la Mancha, hablábamos de una cuestión que no estaba estudiada todavía, y era la lista de víctimas reales en la provincia de Ciudad Real. El historiador Ramón Salas Larrazábal hizo un trabajo que establecía en 2.100 las víctimas en la provincia. Sin embargo, después de un trabajo múltiple coordinado por Julián y María García Alonso, podemos decir que el número de víctimas se acerca a las 4.000”.

La mayor parte de ellos fueron fusilados al acabar la guerra, también murieron por las condiciones carcelarias, otros perecieron por el trato que recibieron en prisión, otros por intento de evasión. Luis Pizarro evoca una de las historias que ha tenido oportunidad de desempolvar. El caso de una persona que presuntamente había sido fusilada en las tapias del cementerio, pero sus familiares le contaron la verdad. “Trató de escapar a la altura de la calle El Muelle (Puertollano) y allí fue tiroteado”. A medida que avanza la conversación el historiador atrapa en su propia memoria esquirlas de la memoria olvidada. “La memoria histórica ha permitido abrir bocas”, dice en alusión a los testigos que contaron su propia tragedia. Y quizá la verdad.

“Hemos escuchado testimonios impresionantes, silenciados a lo largo de toda una  vida”

El equipo de “Todos los nombres” se ha encontrado con reacciones variadas, incluso con quien se ha negado a hablar, pero a partir de unos huesos que se descubren o una investigación que se desarrolle… “las bocas se abren”, insiste.  El equipo de investigación  es hijo de una de las iniciativas políticas más personales del anterior gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.    Han hecho un trabajo intenso y extenso que ha durado tres años, han visitado archivos oficiales del Gobierno y documentación municipal, han consultado el Archivo de Salamanca, han visitado lugares, han hablado con testigos… han ido poniendo nombres a todas y cada una de las casi 4.000 víctimas de la sumaria justicia vencedora. Historias personales que han conmovido a los investigadores aunque la prioridad haya sido la investigación archivística.  “Hemos escuchado testimonios impresionantes de familiares que han desembuchado todo cuanto han contenido a lo largo de su vida”, concluye  Pizarro.

Las cartas del último dia

Había familias que recogían del muerto las cosas que llevaba en los bolsillos, papel de fumar, tabaco, alguna horquilla, las impresionantes cartas del último día. “Hemos encontrado muchos testimonios de personas que iban a ser fusiladas y escribían a sus familiares en un tono emocionado,  sabiendose víctimas, porque muchos murieron en juicios sumarísimos, sin pruebas concluyentes, sin abogados, sólo con indicios…”

“Escribían a sus familiares desde el cariño y sobre todo a los hijos a quienes les pedían que nunca se olvidaran de su padre, y que nunca se oscureciera  su memoria, que supieran que no habían cometido ninguna tropelía merecedora del paredón. Y  se recomendaba “perdón, perdón que no olvido”, algo que se generaliza en la cartas. Las cartas son sobrecogedoras”, dice Luis Pizarro que recuerda la carta que escribió desde Barcelona  al alcalde de Fontanosa, Emilio Valiente, un miembro de un pelotón de ejecución arrepentido y que sirvió para descubrir donde estaban enterrados siete vecinos de esa aldea de Almodóvar. Pero por razones evidentes no hay más testimonios de los ejecutores.

Pizarro cuenta otra historia escalofriante: la de una persona que perdió a su padre y a sus hermanos. Cuenta que su madre el día que iban a fusilar a su marido salió airada a la calle y fue detenida a su vez y encarcelada en Almodóvar del Campo con una niña de un añio que se le murió de inanición porque perdió la leche de las palizas que le dieron..

http://www.lanzadigital.com/actualidad/la_memoria_historica_ha_abierto_bocas-49632.html