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Carta a Manuel Fernández-Cuesta. In memoriam

José María Pedreño. | 12 julio 2013

1373481607976En un mundo en el que predomina la injusticia, ser comunista es lo más decente que un ser humano puede ser

 

 

Querido camarada Manuel:

Hace años, exactamente en 2003,  leí en Rebelión, en internet, un artículo firmado por María Toledano. En él, se explicaba cómo algunos comunistas viajaban por toda la geografía española, tratando de recuperar la memoria de la lucha antifranquista. Al poco tiempo, una vez que te uniste a esta batalla de la Memoria en la que algunos andamos inmersos, en una de esas noches de charla, después de un largo día de trabajo en la exhumación de una fosa, me confesaste que María Toledano era uno de tus seudónimos y que los comunistas de aquel artículo éramos los del Foro por la Memoria. Guardé el secreto -como tú me lo pediste- a lo largo de estos años y, en la lectura de tus artículos con aquel seudónimo, aprendí que lo que tu corazón y tu mente ocultaban era un comunista sincero, con cierto sabor nostálgico y romántico, pero siempre actual. Fue un placer descubrir que María Toledano era el verdadero Manuel.

Estuviste con nosotros en algunas exhumaciones y actividades, actuando siempre disciplinadamente -como tú decías-, aunque discrepando respecto de algunos de los aspectos que concurrían en el trabajo, con ese sentido de la crítica y la autocritica que todos los comunistas tenemos, sin desdeñar el buen sentido del humor del que gozabas. En mi imaginario, nuestras diferencias políticas tenían reminiscencias que se asemejaban a las que podrían haber tenido cualquier intelectual comunista de los años treinta con aquellos otros camaradas que estaban en primera línea de combate en el frente.

Muy lejos de lo que pudiera pensarse, a pesar de las distintas concepciones que cada uno tenía respecto a como desarrollar el trabajo político, el respeto y la simpatía mutuos siempre estuvieron presentes: el intelectual comprometido que escribiendo trataba de explicar el mundo para cambiar conciencias y el militante que, actuando como vanguardia en la lucha por la memoria, trataba de hacer lo mismo. Nos unían más cosas de las que nos separaban, sobre todo en que los dos pensábamos que nuestro Partido, el PCE, era más necesario que nunca y que había que fortalecerlo dotándolo de un pensamiento fuerte y recuperando su tradición de lucha.

Aún no me hago a la idea de tu pérdida. No puedo creerlo. Aquel Manuel, lleno de vida y sentido del humor, acompañándonos en las exhumaciones, escribiendo posteriormente la crónica con uno de sus seudónimos, ya no está más con nosotros. Te has ido cuando aún te quedaban montones de cosas por hacer y compartir. Conmigo, tal vez, seguir peleando, cada uno desde su concepción de la lucha, para conseguir ver como el Partido Comunista, vanguardia en los años treinta del siglo XX en la lucha por la emancipación de las clases populares, recuperaba su propia memoria, y volvía a ponerse a la cabeza del pueblo para acabar con la tiranía que las élites económicas nos están imponiendo.

Ha muerto un comunista, uno de tantos que, con su hacer diario, con sus defectos y virtudes, con sus aciertos y fallos y, sobre todo, con su ansia de cambiar el mundo para hacerlo más habitable, luchaba cada día para hacer posible la utopía. Nadie mejor que tú, camarada Manuel, para hacer entender que, en un mundo en el que predomina la injusticia, ser comunista es lo más decente que un ser humano puede ser.

Salud, camarada.