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«Las víctimas son silenciosas y los victimarios, abiertos y presuntuosos»

El Diario16/09/2013 | 17 septiembre 2013

Poster-Arte-Matar_EDIIMA20130913_0212_13Joshua Oppenheimer ha revolucionado el mundo del documental con «El Acto de Matar»

 

Joshua Oppenheimer ha revolucionado el mundo del documental con «El Acto de Matar», una extraordinaria y extraña revisión sobre los escuadrones de la muerte de la dictadura del general Suharto en Indonesia.

«Lo que la película muestra es que la impunidad y la corrupción son inevitables cuando se instala todo un régimen de terror y que nuestra aparente ‘normalidad’ se construye a costa del sufrimiento de otros»

Nubia Esmeralda Rojas Gutiérrez   – Bogotá

Aclamado por los espectadores y por la crítica, El Acto de Matar ha ganado varios premios internacionales entre los que se cuentan el Primer Premio del Jurado y el Premio de la Audiencia en DocumentaMadrid 2013 y el Premio a la Mejor Película en el festival DocsBarcelona 2013. Se estrenó oficialmente en España el pasado 30 de agosto y ha sido incluido por Dinamarca en su listado de nominaciones a «Mejor Película en Lengua Extranjera» para los Premios Oscar.¿Cómo surgió la idea de hacer El Acto de matar?

Christine Cynn y yo habíamos comenzado a rodar en Indonesia una película protagonizada por una comunidad de sobrevivientes de las masacres del régimen del general Suharto, cuyos miembros trabajaban en una plantación de palma de aceite. Esta comunidad intentaba crear un sindicato, pero temía correr la misma suerte que los padres y abuelos de sus miembros, quienes fueron enviados a campos de concentración o asesinados en 1965 por ello, pues los sindicatos fueron declarados ilegales por el régimen. Durante nuestras conversaciones con ellos notamos el miedo de las víctimas y la absoluta impunidad en que permanecían los crímenes cometidos por ex miembros de los escuadrones de la muerte, quienes celebraban lo que había sucedido. Los sobrevivientes nos dijeron que algunos de quienes habían perpetrado esos crímenes vivían cerca de allí y nos preguntaron si podíamos hablar con ellos para obtener información de lo que había ocurrido con sus familiares y cómo podían encontrar sus restos. Fue entonces cuando pensé que podríamos abordar directamente a los victimarios y preguntarles sobre lo que había pasado.

¿Cuál fue la reacción de estos hombres, se sintieron, acaso, intimidados?

Para nada, fueron abiertos y presuntuosos desde el principio. Inmediatamente empezaron a hablar de los asesinatos que habían cometido y fue horripilante: a veces lo contaban sonriendo enfrente de sus esposas, sus hijos y sus nietos, actuando y representando sus crímenes. Fue estremecedor, chocante y terrible. En ese momento vimos el contraste entre los sobrevivientes, que vivían sumidos en el silencio, y los perpetradores, que no tenían reparo en contar historias que les incriminaban mucho más de lo que las propias víctimas podían contar: Suministraron los nombres de los asesinados, entre quienes se encontraban artistas, intelectuales, mujeres, sindicalistas… cualquiera que pudiera ser visto como simpatizante de izquierda u opuesto al régimen estaba en sus listas negras.

¿Cuál fue su primera impresión tras esos encuentros?

Constaté que esta situación no es inusual: el sur global entero ha sido organizado de esta manera. Los perpetradores se han hecho a la victoria a través de la violencia política masiva, con regímenes de terror; evitan que la gente organice sindicatos, manejan los recursos naturales, crean leyes laborales injustas para tener mano de obra barata… Muchas de las cosas que compramos en Europa son producidas en lugares como la Indonesia que aparece en la película. Mucha gente me decía «¿no te cansa todo esto?, ¿No tienes ganas de dejarlo y volver a casa?», pero muy pronto me di cuenta de que no hay manera de escapar de esto, no hay un hogar a dónde ir. Cuando vas a una tienda de ropa a comprar una prenda, estás comprando algo que fue hecho por personas que trabajan bajo unas condiciones terribles. De este modo, dependemos en nuestra vida diaria de gente como los protagonistas de la película y hay cientos, miles, quizá millones como ellos, que hacen que todo siga funcionando de la manera en que funciona. En ese sentido, Europa no es ajena a la realidad que está ahí fuera.

La película aborda un tema que es, sin duda, muy polémico para la historia de un país ¿Tuvieron algún impedimento para trabajar?

El Ejército empezó a intimidarnos mientras trabajábamos con las víctimas, pero su actitud cambió cuando empezamos a hablar con los perpetradores: se mostraban abiertos, nos facilitaban las cosas, nos tendieron una alfombra roja. Los problemas vinieron después de la escena en la que representan una masacre en la que también hay mujeres y niños y uno de los funcionarios del Gobierno dice que hay que cortar porque la imagen que proyectan los hará quedar mal. Ese fue un momento muy tensionante para mi equipo y para mí porque este hombre quiso llevarnos a la cárcel. Por suerte cambió de opinión.

La película se estrenó en Indonesia el 10 de diciembre de 2012, fecha en que se conmemora anualmente el Día Internacional de los Derechos Humanos y, desde entonces, no ha parado de ser aclamada por la crítica ni de recibir múltiples premios y nominaciones ¿Cómo ha sido recibida en Indonesia?

Allí se han hecho proyecciones especiales para productores y directores de cine, artistas, trabajadores de derechos humanos, periodistas, actores, educadores, historiadores, entre otros. Durante la proyección en la Comisión Nacional de Derechos Humanos todos los asistentes coincidían en que había que hacer que la película fuera lo más vista y difundida posible, sin embargo, en Indonesia aún se prohíben algunas películas. Supimos que debía ser sometida a los censores antes de que pudiera ser proyectada en público, de lo contrario, la prohibirían y verla constituiría un delito. Sin autorización oficial, los paramilitares y militares tendrían una excusa para atacar las proyecciones, así que, para evitar eso, construimos todo un soporte doméstico e invitamos a la gente a que convocara a sus redes y proyectara la película en sesiones privadas. El día del estreno se llevaron a cabo 50 proyecciones en 30 ciudades con asistencia de unas 200 personas en cada una. El próximo 30 de septiembre, cuando se conmemora el aniversario del genocidio, se repartirán copias gratuitas de la película por todo el país.

El Acto de Matar tiene, evidentemente, una intención de sensibilizar, conmover, llamar la atención del mundo sobre un hecho que ocurre en Indonesia, pero que se repite en varias partes del mundo ¿Cuál era el propósito específico al hacer esta película?

Lo que queríamos era generar un debate público, por eso no pusimos la película inmediatamente en internet, para que la gente pudiera reunirse y hablar sobre ella. Las reacciones han sido tan sorprendentes como imprevisibles: Ahora los indonesios están hablando de su pasado, pidiendo una Comisión de la Verdad, un proceso de reconciliación, pero, primero que todo, la verdad, porque sin ella no puede haber reconciliación. Muchos de los perpetradores están muertos, pero podría haber condenas en ausencia como forma de enviar un mensaje claro de que estas cosas están prohibidas, de que ese tipo de comportamiento es censurable y que estos hechos no pueden repetirse.

El ex vicepresidente y actual candidato a las elecciones presidenciales de 2014, Jusuf Kalla, aparece en la película pronunciando un discurso en el que dice que «los mafiosos son necesarios para que Indonesia salga adelante» porque los considera «emprendedores». Muchos de los ex paramilitares del régimen o de sus colaboradores son funcionarios activos del actual gobierno o han llegado a altas posiciones de poder, como evidencia la película ¿Cuál ha sido la reacción del gobierno indonesio?

Una parte del Gobierno ha apoyado la película y otra ha amenazado a algunos espectadores diciéndoles que serán los siguientes en ser exterminados. Los militares ven a los artistas como los nuevos comunistas y han incluido en esa categoría a quienes ven y difunden la película. Personalmente, recibo amenazas de vez en cuando. Creo que no puedo volver a Indonesia o, mejor, creo que podría entrar, pero no salir de nuevo del país. Eso es bastante triste para mí porque la película ha sido como mi carta de amor para Indonesia; el equipo de rodaje en el país, que permanece en el anonimato por motivos de seguridad, ha sido como una familia para mí. Me entristece que ellos no puedan implicarse en esos cambios tan necesarios para Indonesia, que no puedan viajar conmigo a los estrenos o a las muestras de la película alrededor del mundo. Mi sueño es que las cosas cambien y que yo pueda poner en los créditos de la película los nombres de todos ellos.

¿Teme por su seguridad o por la de los miembros de su equipo?

No temo por la seguridad de mi equipo porque, como dije, permanece en el anonimato. En lo personal, no experimento un miedo mental por mi propia seguridad, pero pienso en ello de vez en cuando.

Pancasila sigue siendo la ideología nacional indonesia desde antes de la dictadura de Suharto y el país sigue gobernado bajo sus preceptos. Teniendo en cuenta que, como se muestra en la película, el movimiento Juventud Pancasila se ha convertido en el ala paramilitar del régimen ¿Qué futuro le espera a Indonesia?

Pancasila no es el problema, no es una ideología especialmente mala, simplemente dice que debes creer en dios. Utilizando ese precepto a conveniencia se declaró la guerra contra los comunistas, porque son marxistas y Marx era un filósofo ateo. Sobre esa base se justificaron el asesinato de miles de comunistas a manos de personas religiosas, el genocidio, y todos los crímenes cometidos con la excusa de defender al régimen. La ideología de Pancasila no necesariamente tiene que ver con lo que hace la Juventud Pancasila, que se asemeja un poco a un grupo juvenil fascista estadounidense llamado «Juventud por la Libertad» (Freedom Youth), que ya puede imaginar de qué se trata. Así como en el caso estadounidense la libertad no es el problema, Pancasila tampoco lo es en Indonesia.

Uno de los candidatos a la Presidencia con más opciones es Prabowo Subianto, ex esposo de la hija de Suharto y colaborador del régimen de su ex suegro, quien ha sido reiteradamente acusado de múltiples crímenes. Paradójicamente, es el actual presidente de la Cruz Roja Indonesia. Otros dos candidatos, Wiranto y Bakrie, no tienen un historial mejor ¿Cree sinceramente que algo puede cambiar en Indonesia y que su documental puede seguir despertando conciencias sin que cambien las estructuras de corrupción, mafia y represión sobre las que está construido el país?

Gane quien gane, es muy poco probable que haya un buen resultado y se prevé que las cosas pueden ir a peor. Lo que Indonesia necesita no es sólo paz y reconciliación, sino un movimiento popular que se manifieste abiertamente en contra de la corrupción política, que luche por la libertad de expresión y por la redistribución equitativa de los bienes nacionales entre las personas que han sido empobrecidas, victimizadas y excluidas de la vida social y económica. Y eso es bastante difícil porque la mayoría de los políticos lo son, principalmente, buscando beneficios personales. El pueblo indonesio debe librar grandes y duras batallas y quizá la película pueda ayudarle a enfrentarlas con menos miedo, abriéndole un espacio para que pueda hablar de los problemas del país.

Si una buena parte de Indonesia recuerda con horror y con dolor la dictadura de Suharto y sufre las consecuencias de las políticas de los últimos gobiernos, incluido el actual, ¿Cómo se explica que una parte de la población continúe apoyando al régimen?

Algunos lo harán por convencimiento, pero la mayoría lo hace por miedo. La gente vota por los políticos porque le pagan por hacerlo. Los periodistas no mencionan los nombres de los involucrados en actos de corrupción porque temen a las consecuencias. Por eso las comunidades de sobrevivientes y las organizaciones de derechos humanos nos animaban a seguir adelante con la película: «necesitamos poner en evidencia la naturaleza del régimen», nos decían. Y no es porque los indonesios no lo sepan, sino porque tienen tanto miedo que son incapaces de hablar de ello.

Usted decía antes que el mundo está controlado por personas como el personaje principal del documental, Anwar Congo, y los demás que aparecen en él; que es este tipo de gente el que hace que todo funcione como lo hace ¿Quiere eso decir que el mal domina al mundo?

No creo que sea el mal el que controla al mundo, sino los seres humanos. Ellos hacen el mal y, mientras existan, siempre será así. En la película puede verse que los victimarios han hecho cosas malas porque son humanos y, por eso mismo, conocen la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Precisamente por eso, porque son seres morales, se sienten atormentados por lo que han hecho y, para huir de ello, se mienten a sí mismos justificándolo y celebrándolo. Quizá si nos cuidáramos mejor entre nosotros, la sociedad sería diferente: nos respetaríamos más, tendríamos disparidades menos grotescas entre nosotros, como la desigualdad tan abismal entre ricos y pobres. Quizá si construyéramos una sociedad diferente, podríamos hacer que actos atroces como los que cometieron los paramilitares en Indonesia fueran inimaginables.

En una de las primeras escenas, Anwar Congo baila el chachachá en la terraza donde asesinó a alguien estrangulándole con un alambre. En otras escenas se ve a otros paramilitares hablando sin remordimiento ¿Cree que estaban orgullosos de lo que hicieron?

No lo creo. Algunos de los que entrevisté al principio y que me mostraron los sitios donde habían cometido sus crímenes sí estaba orgullosos; pero una de las razones por las que escogí empezar la película con Anwar es que, aunque es morboso como ninguno, él mismo dice que ha estado bebiendo, fumando marihuana y bailando para olvidar lo que ha hecho. Por eso se ha convertido en buen bailarín y baila el chachachá. Como personaje es muy interesante porque su conciencia está presente desde el principio. Quizá el hecho de que bailara no sea una muestra de que se siente orgulloso, sino de que sabe que lo que hizo era incorrecto, pero no quiere mostrarle al mundo su sentimiento de culpa. Justifica sus crímenes porque no quiere mirarse al espejo y ver a un asesino. Para mantener una mentira semejante, tiene que culpar a las personas a las que ha hecho daño y decir que se lo merecían. Lo que la película muestra es que la impunidad y la corrupción son inevitables cuando se instala todo un régimen de terror y que nuestra aparente «normalidad» se construye a costa del sufrimiento de otros.

Uno de los aspectos más interesantes de El Acto de Matar es que, sin ser apologética, intenta mostrar que los perpetradores son seres humanos como cualquiera de nosotros. Si partimos del principio de que todos los seres humanos –incluyendo a Anwar y sus amigos- están hechos del bien y del mal, ¿podría decirse que cualquier persona en cualquier parte del mundo podría haber hecho lo mismo?

Hannah Arendt dijo que Adolf Eichmann, el teniente coronel de la SS encargado de transportar judíos a los campos de concentración nazi, era una persona común y corriente; fue terriblemente malinterpretada al darse a entender que cualquier persona podría ser como él y hacer lo que él hizo. Esa malinterpretación tiene su origen en un error lógico: toda silla es un mueble, pero no todo mueble es una silla. Creo que todos estamos en la capacidad de pensar: «tengo suerte de no tener que averiguar si yo sería capaz de cometer crímenes como los que ellos cometieron».

Entonces ¿cree que el contexto puede tener algo que ver con que la gente haga ese tipo de cosas?

Sí, por supuesto. Creo que los seres humanos somos producto de la sociedad en que vivimos, de nuestro contexto, de nuestro pasado. Si no queremos mirar a nuestro pasado, es como si no quisiéramos saber quiénes somos. Sólo tenemos una oportunidad para vivir en esta tierra y sería un desperdicio vivir sin preguntarnos nada sobre lo que significa ser un ser humano, sin preguntarnos quiénes somos.

¿Se sintió inmerso en algún momento en un dilema moral mientras hacía la película?

Personalmente, fue un proceso bastante doloroso porque no sabía cómo hacer una película sin abordar a una persona honestamente y tener una relación de proximidad con ella. Y, cuando te acercas tanto a una persona, eso puede hacerte vulnerable. Anwar hablaba y mostraba cosas tan horripilantes que nos hicieron tener pesadillas a mi equipo y a mí, así que fue bastante difícil. Pudimos lidiar con eso porque los miembros del equipo son muy cariñosos y mostraron siempre su apoyo, de otro modo no hubiera sido posible.

¿Qué sucedió con Anwar y los demás después de la película?

Creo que Anwar cambió en cierta medida, pero no tiene la fuerza para reconocer que lo que hizo estaba mal. Vio la película el 1 de noviembre de 2012 y estaba profundamente conmovido, lloró por un momento, fue al baño y, al volver,me dijo: «Josh, esta película muestra lo que se siente ser yo y estoy muy contento y agradecido por haber tenido la oportunidad de mostrar estos sentimientos que he sido incapaz de mostrar por décadas». Él y yo seguimos en contacto y creo que así seguirá siendo porque el rodaje de la película ha sido como hacer un viaje juntos y lo ocurrido durante el proceso nos afectará por siempre.

El Acto de Matar ha tenido un éxito impresionante allí donde se ha mostrado y ha sido ganadora de muchos premios ¿Qué siente y qué piensa de ese éxito?

Estoy contento porque sé que, cada vez que gana un premio, hay un titular sobre Indonesia. Eso es muy importante porque, en esa medida, el Gobierno tendrá que dejar de mirar hacia otro lado y se verá obligado a prestar atención a los temas que preocupan a su pueblo y que son revelados en el documental. Creo que el éxito más importante de esta película ha sido el de ayudar a los indonesios a mirar su presente sin miedo y me sentiría muy honrado y animado si le permitiera a los espectadores de todo el mundo, incluyendo a los estadounidenses, verse a sí mismos en gente como Anwar y reconocer que, de una manera u otra, todos somos perpetradores; que cada acto de maldad en la historia ha sido perpetrado por seres humanos como nosotros, que el mundo no se divide en buenos y malos. Sería un logro que pudieran ver que la realidad que muestra «El Acto de Matar» no es una realidad distante, sino que es la realidad en la que todos vivimos

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