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‘El Papus’. Memoria de la mala baba

El Periódico, 20-10-2013 | 22 octubre 2013

papusHace 40 años salió a la venta la revista que demolió los pilares del franquismo con ingenio, sarcasmo y un lenguaje callejero

 

MARÍA IRANZO Domingo, 20 de octubre del 2013

Un día como hoy, hace 40 años, salió a la venta la revista que demolió los pilares del franquismo con ingenio, sarcasmo y un lenguaje callejero. La autora de este artículo, que realiza su tesis doctoral sobre la publicación, recuerda las estrategias comunicativas de ‘El Papus’, y también el trágico día en el que una bomba de la ultraderecha se cobró la vida del conserje del edificio barcelonés donde se hacía el semanario.

La viñeta que aparece al final de este reportaje (página 10) no es del 2013; es de hace 40 años. Y su autor es el humorista gráfico Ramón Tosas -Ivà- (Manresa, 1941-Briones, La Rioja, 1993), creador, junto a Òscar Nebreda, de un producto periodístico atípico en España y exitoso en Francia. Estos dos underground de la Rambla de Barcelona, incondicionales del semanario francés Hara-Kiri, se habían estrenado un año antes en el mundo editorial de la mano de José Ilario, un empresario visionario, y de una revista deportiva que despedazaba clubs futbolísticos y criticaba los sueldos de los deportistas: Barrabás. La revista satírica del deporte (1972-1977), «más barata que la gasolina y más incendiaria». En solo un año consiguieron una tirada media de más de 155.000 ejemplares sin apenas entender de fútbol: «Un día estábamos viendo un partido e Ivà preguntó: ‘Oye, ¿el Madrid cómo va?’. Y los periodistas le dijeron: «Va ganando». E Ivà contestó: ‘No, no, ¿que cómo van vestidos?’», recuerda Òscar. El triunfo solo lo explica su imaginación visual y el contacto diario con la calle.

Con el apoyo de estas cifras y tras la desaparición de Bocaccio, el semanario que compraba la gente rupturista y burguesa de la capital catalana -La Gauche Divine, los etiquetó Joan de Sagarra-, el grupo editorial Tisa apostó por un nuevo producto, una revista de humor sociopolítica.

El sueño de Ivà era amedrentar a los estamentos del franquismo. Con este propósito tituló y diseñó el icono de la revista: un papu, el monstruo que en la tradición catalana atemoriza a los niños. «Esa era la condición de la revista, ir sin rodeos, salvajes», asegura el periodista y uno de los fundadores del magacín, Antonio Franco, luego director fundador de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA.

Pero el contexto era el final de la dictadura y en aquel momento los efugios eran la única herramienta para lograr la meta deseada, incluso desde la misma inscripción en el Registro de Empresas Periodísticas. La explica su gerente, Carlos Navarro: «Me fui a Madrid en pleno verano para aprovechar que los altos cargos se habían ido de vacaciones. Presenté la documentación en el Ministerio de Información y Turismo, y el director general en funciones me dijo: ‘Te la sello ya y así mañana, si la llevas al Boletín Oficial del Estado, en 20 días ya podéis sacarla’. Me dije: ‘¡Huy! Si no voy mañana, cuando vuelva el ministro y vea una cosa de estas, se la carga’».

LA CENSURA Y EL ÉXITO

Un anuncio protagonizado por el cómico argentino Joe Rígoli en Televisión Española dio el tiro de salida a la revista de humor más longeva durante la Transición. No solo desbancó a La Codorniz. «Fuimos la quinta revista más leída dentro del mercado español, después de ¡Hola!, Lecturas, Semana y Cambio 16», subraya Òscar. «¡Más de seis personas ojeaban la misma revista!», exclama el gerente.

En aquellos años la censura monopolizaba el «debido respeto a la moral» y El Papus aprovechó la sed de erotismo de la sociedad española. Un elegante destape sexual sirvió como reclamo visual en el quiosco y como rendija a una crítica costumbrista que, a partir de 1976, se dispara progresivamente hacia el ataque político y el cuestionamiento de la falaz democracia.

Sin embargo, esta apuesta no la singulariza. De hecho, el éxito de cifras en tirada y difusión -unos 200.000 ejemplares- se desvaneció con la aparición de Interviú, en mayo de 1976, que ofrece toples completos y además exclusivas obtenidas de la investigación periodística.

Lo que realmente hizo El Papus atractivo fue el sarcasmo popular con que reflexionó sobre hechos ya conocidos. En una encuesta realizada a un centenar de lectores, un 65% subrayaron que la leían por «la mala baba contra el sistema», y en concreto, contra el aparato gubernamental. Podía decir cosas con una tremenda mala leche y a la vez arrancar una sonrisa. ¿La óptica? «La del anarquismo», subrayan los autores.

Y desde este catalejo, el Ejército y la Iglesia tampoco quedaron impunes. De hecho, la sección más leída y recordada entre los papusadictos es la tira protagonizada por la monja Sor Angustias de la Cruz, bajo la dirección de Jordi Amorós (JA): «Yo hice la mili en un hospital de Lleida regentado por monjas y esta era la que mandaba. Recuerdo que nos llamaron del Ministerio de Información y Turismo y nos amenazaron con que, si volvía a salir, nos cerraban El Papus. ¡Gobernaba la UCD, ya estábamos en la Transición! Nos dijeron que para el ministro era como una abeja en los cojones». Duró dos años. La última tira publicada es de julio de 1979. Un ministro la mató.

EL BOTONES COMO ORÁCULO

Su otro atractivo, dentro del mercado satírico en el que compite con Hermano Lobo y Por Favor -y su álter ego, Muchas Gracias-, fue la apuesta por el humor gráfico y la claridad.Criticó como criticaba la calle. «’Armando, ¿tú cómo dirías esto?’, le preguntábamos siempre al botones», apunta Joan Barjau. Así se explican ripios y términos como «tío / a», «vacaburra», «ondia», «toma castaña», «jobar» o «gachisa», además de catalanismos protagonizados por el Manolo, la María y el Morales.

No obstante, lo más asombroso es que bajo esta obsesión por el humor salvaje emerge el rico bagaje cultural de dibujantes y periodistas. Aflora en el vocabulario (grácil, fauces, molicie); en numerosos modismos, refranes, proverbios; y en citas textuales que se inspiran en obras de la literatura, la filosofía y el cine universal, desde Nietzsche a Miguel Hernández pasando por La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick.

Y entre los lectores más fieles, los censores. Al régimen franquista le faltó inteligencia, pero no astucia. Su estrategia fue expedientar con tesón portadas y Papunovelas (la fotonovela central y en color, parodias burdas que protagonizaban la plantilla y amigos sobre el tema de la semana). Castigaban el contenido erótico. «Las revistas más bestias pasaron desapercibidas. Pienso que fue una estrategia porque si apuntas a una crítica cañera, lo que estás provocando es el efecto contrario, es decir, darle bombo y que se venda más -considera Albert Turró-. De este modo, iban acumulando expedientes para después suspenderte cuando ellos querían».

Carlos Navarro asegura: «El primer cierre lo ordenó la mujer de Franco, Carmen Polo. Me contaron que estaban en pleno Consejo de Ministros y llegó ella con un dossier preparado por Emilio Romero: ‘¡Ay! Pío [Cabanillas], que la cierren, que esto no puede ser!’». Y decidieron suspenderla con la máxima pena, cuatro meses. De nuevo, un 20 de octubre, pero de 1975, la revista volvía a la calle. Y de Herrera a Reguera. Tras Herrera Esteban, fue el ministro Reguera Guajardo quien en marzo de 1976 cerró la redacción por otros cuatro meses.

PREMIOS FUERA, GOLPES AQUÍ

La lucha contra la libertad de expresión también se libró en los juzgados. La plantilla recuerda bien a su letrado, apodado Piquito de Oro, porque «cada vez que abría la boca nos crucificaba», dice el dibujante Enrique Ventura. Su colega Lluís Recasens -L’Avi- lo recuerda: «Siempre decía: ‘Señoría, si usted me dice que son unos guarros, lo aceptaré; que son unos degenerados, lo aceptaré; ¿pero políticos? ¡Si no tienen inteligencia para hacer política esta gente!’».

Fue secuestrada en diversas ocasiones y sometida a dos consejos de guerra a raíz de dos portadas protagonizadas por militares. Uno de los actores, Adolfo Usero, señala: «Lo más anecdótico es que por la parodia del reúma deformante tuvimos que estar dos o tres meses presentándonos cada jueves ante un juez que era tuerto, manco y cojo».

En enero de 1977 El Papus fue reconocida como la mejor revista mundial de cómics con el premio Yellow Kid. Y nueve meses más tarde, de nuevo un día 20, pero de septiembre de 1977, el semanario sufrió un atentado orquestado por la organización de extrema derecha Triple A. Fue el desenlace trágico de una serie de amenazas. La más impactante la describe el periodista Enric Bañeres: «Alberto Royuela, un elemento de extrema derecha significadísimo en la época, vino a la redacción. La secretaria de Echarri [Xavier, el director] nos pidió a Ivà y a mí si podíamos entrar al despacho porque Echarri no quería estar a solas con él. Royuela había venido con un tipo que habría superado un cásting de Tarantino. En un tono muy cínico dijo: ‘No todos tienen el mismo sentido del humor que tengo yo. Un día, eh, un día -señalando a la cabeza de Echarri- ¡pam! te van a dar aquí y vas a decir: ‘¿Quién me ha dado? ¿Qué ha pasado?’. Yo no quiero que esto suceda’. Echarri le despidió de inmediato diciendo: ‘Gracias, nadie quiere que suceda nada, nosotros los primeros. Adiós y buenas tardes’. A los dos días ocurrió el atentado. Creo que el propósito de la bomba era asustar. Pero pasó…».

El conserje que cogió la maleta con el explosivo, Juan Peñalver, falleció; 16 personas resultaron heridas, y la redacción, destrozada. Los medios de comunicación de Barcelona y Madrid se solidarizaron con El Papus convocando una huelga.

La bomba fue el revulsivo que alargó 10 años la vida de El Papus. La plantilla, reestructurada -Òscar y Gin se marcharon a El Jueves-, radicalizó el discurso. Comenzó una lucha semanal contra la cabecera del Grupo Zeta. Ivà contra sus antiguos socios. Con todo, su muerte fue por inanición. En la mitad de la década de los 80 los diarios apostaron por las páginas de Opinión; la temperatura política del país descendió tras la victoria del PSOE; y el grupo Tisa se desentendió de la impresión y distribución de la editorial Amaika SA, que afronta los gastos de una nueva redacción y una lucha judicial infructuosa contra el Gobierno, los jueces y los terroristas; al tiempo que «empezó a crear revistas sin control que no triunfan» y menguan su sustrato económico, añaden Jordi Amorós y Lluís Recasens.

La lectura de El Papus, 40 años después, rehace la historia de la Transición española y, lo más sorprendente, describe la actual, lo que subraya el genio y capacidad de análisis político de esta revista rupturista. Era el fruto de un contexto de insatisfacción. Quizá por eso, casualmente ahora, se remueven sus cenizas. Las pueden ver en www.elpapus.es.

http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/papus-memoria-mala-baba-2768189