Los mártires que olvida Francisco y sus predecesores
Miles de vÃctimas del franquismo siguen bajo tierra en fosas y cunetas sin nombre, sin que el santo padre que vive en Roma se acuerde de su memoria
Félix Población, Escritor y Periodista– 21 OCTUBRE, 2013
Al papa Francisco se le ha visto el plumero con motivo de la beatificación de medio millar de religiosos asesinados durante la Revolución de Asturias y la Guerra Civil. El pontÃfice que nunca ha sido de derechas dijo que hay imitar a esos mártires porque siempre hay que morir un poco para salir de nosotros mismos, de nuestro egoÃsmo, de nuestro bienestar, de nuestras perezas. El santo padre que vive en Roma animó a la feligresÃa a ser cristianos de obras y no de palabras.
En una breve alocución grabada en vÃdeo, Francisco puso como ejemplo el de esos mártires que imitaron a Jesucristo e insistió en la necesidad de abrirnos a los demás, a los que más necesitan, sin duda advertido de que esa fue la actitud llevada a cabo por la iglesia franquista, que prestó palio y preces al dictador mientras perseguÃa con ejecuciones y cárceles a los vencidos, o a quienes combatieron contra su regimen y fueron fusilados hasta dos meses antes de que el anciano general expirara. Alabemos al Señor para que sus valientes testimonios y su intercesión sirvan para liberar al mundo de la violencia, dijo el papa argentino en referencia a quienes apoyaron la mayor violencia desarrollada en la historia de España contra una régimen legalmente constituido.
Para la Plataforma para la Comisión de la Verdad, la Iglesia tendrÃa que pedir perdón por el apoyo que dio al general felón Francisco Franco durante la Guerra de España y por haber legitimado la larga y dura represión posterior que siguió a su victoria. Esa plataforma, que aglutina a más de un centenar de asociaciones de la Memoria Histórica de todo el paÃs, envió una carta de buena voluntad al papa Francisco en la que le pedÃa que suspendiera la ceremonia de Tarragona porque se trataba de un acto polÃtico de afirmación franquista.
La represión franquista en el PaÃs Vasco afectó no solo a miembros de la CNT, PSOE y el Partido Comunista sino a cientos de nacionalistas vascos, muchos de ellos católicos practicantes. Entre ellos habÃa varios sacerdotes y religiosos que fueron ejecutados por el bando sublevado en el verano de 1936 por su proximidad al PNV y su fiel apoyo a la República. Iñaki Goioaga, historiador de la Fundación Sabino Arana, recuerda en declaraciones a ZoomNews que la mayorÃa murieron ejecutados en Guipúzcoa antes de octubre de 1936. Fue una represión en caliente. Se dice que el Requeté de Navarra llegaba a cada población conquistada con una lista de sacerdotes a ejecutar. Se les fusilaba sin juicio previo para no dejar rastro. El historiador asegura que a varios de esos religiosos que murieron en manos de los franquistas se les hacÃa ver que estaban en libertad, firmando ellos mismos la orden de liberación. Después se les llevaba a una cuneta. Era un intento de encubrir las barbaridades que estaban haciendo.
Para muchos nacionalistas vascos, el padre José Artiztimuño Olaso fue uno de esos mártires religiosos asesinados por quien gracias a la santa iglesia católica ostentó el tÃtulo de caudillo por la gracia de Dios. Nacido en Tolosa en marzo de 1886, este jesuita fue miembro del PNV y cofundador del sindicato vasco eLa-STv. Con el seudónimo de Atizol escribÃa numerosos artÃculos de prensa y participó en varios certámenes de poesÃa. Al comenzar la sublevación y temiendo por su seguridad se refugió en la localidad vascofrancesa de Lapurdi, a 15 kilómetros de Bayona. El 15 de octubre de 1936 tomó la decisión de regresar a Bilbao: allà estaba su familia y el grueso de sus amigos. Cogió el buque Galerna que le tendrÃa que llevar a Bilbao, todavÃa bajo control del Frente Popular. Nunca llegó a la capital vizcaÃna. En alta mar, el buque fue apresado por la armada franquista y el padre Artizmuño fue detenido y trasladado a la cárcel de Ondarreta. Tras ser sometido a todo tipo de torturas y vejaciones, el jesuita murió fusilado en el cementerio de Hernani junto a otro centenar de presos. Años más tarde su cadáver desaparecerÃa de este cementerio y serÃa trasladado, posiblemente, al Valle de los CaÃdos.
Fuera del PaÃs Vasco, el párroco de Los Corrales (Huesca), José Pascual Duaso también murió asesinado por un grupo de falangistas el 22 de diciembre de 1936. Miembro de una familia de izquierdas, a Pascual lo matarÃan de una manera premeditada y fingiendo un altercado vecinal en la vÃspera de Nochebuena. El sacerdote mallorquÃn MartÃn Usero murió en circunstancias similares después de que se conociera que habÃa ayudado a escapar de la isla a un grupo de republicanos durante los primeros dÃas de la Guerra Civil Española. Otro sacerdote mallorquÃn, Jeroni Alomar Poquet, fue condenado a la pena capital tras ser acusado de rebelión militar contra el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
El papa Francisco, que nunca fue de derechas, ha obrado en esta cuestión como sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, artÃfices de beatificaciones masivas en las que solo figuraron las vÃctimas identificadas con el franquismo, algo que nunca se atrevieron a hacer los papas precedentes, PÃo XII, Juan XXIII y Pablo VI. Ningún pontÃfice de los nombrados se ha atrevido a pedir perdón, hasta ahora, porque la iglesÃa en España haya apoyado aquel régimen y mantenga enterrado a su máximo representante en la basÃlica del Valle de los CaÃdos, bajo el sÃmbolo de una gran cruz que representa la fraternidad cristiana. Mientras, miles de vÃctimas del franquismo siguen bajo tierra en fosas y cunetas sin nombre, sin que el santo padre que vive en Roma se acuerde de su memoria.
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