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Antonia ya tiene su calle

Francisco Sánchez Montoya. El Faro de Ceuta, 24-11-2013 | 5 diciembre 2013

_PrElFarodeCeutaNuestro Ayuntamiento acordó dar el nombre de una calle a la doctora ceutí Antonia Castillo Gómez

 

 

Nuestro Ayuntamiento acordó acertadamente hace algunas fechas dar el nombre de una calle a la doctora ceutí Antonia Castillo Gómez. Fue la primera mujer colegiada en Ceuta. Tras la sublevación del 36, fue represaliada y expulsada de su plaza como médica municipal. Su destino México, donde otros cerca de 25.000 españoles entre 1939 y 1942 se exiliaron. Junto a intelectuales, políticos, profesores, arquitectos y tantos otros. Hubo miles de personas que sobrellevaron vidas cargadas de dolor y desesperación, marcadas por rupturas familiares definitivas que les dejaron una honda huella. La doctora ceutí no volvió a España hasta 1965, esta represión al estamento facultativo también alcanzó entre otros a ceutíes como Sánchez Prado, Santiago Araujo, Enrique Velasco o Federico Azcune.

La ceutí Antonia Castillo Gómez, nació en 1907. Su padre, era propietario de una fábrica de conservas de pescados. Tuvo cinco hermanos. Estudió el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Cádiz. Con tan solo quince años, el rectorado de la Universidad de Sevilla le expidió el correspondiente título. Al año siguiente se traslada a Madrid para estudiar medicina y en 1928, con tan solo veinte años, termina sus estudios con excelentes resultados. Tras finalizar su carrera desea venir a su ciudad a ejercer su profesión. La oportunidad le llegaría tras la Real Orden de septiembre de 1929, donde se estableció la obligatoriedad de que los ayuntamientos con un número de habitantes determinado y no tuvieran tocólogo deberían dotarse de una plaza. Tras llevarse a cabo las pruebas, el 5 de marzo de 1931, la Junta Municipal acordó otorgarle la plaza.

Su conciencia social le llevaba a implicarse con los más necesitados, con charlas como la ofrecida a los obreros en la Casa del Pueblo en Ceuta, situada en la calle Agustina de Aragón, titulada «Sobre el seguro de Maternidad». Donde los obreros acompañados de sus mujeres asisten al pequeño salón de actos a escuchar sus magníficos consejos. Fue también precursora al ser la primera mujer que ocupaba la vicepresidencia en la directiva de los funcionarios municipales desde febrero de 1934, la junta estaba formada por su presidente honorario, Alfredo Meca; presidente, José Blein; Francisco Mesa; secretario, Manuel Romero, y vocales Pedro del Corral, José del Real, Luis Raposo, Rafael López, José Méndez y José González.

En enero de 1936 contrae matrimonio con el catedrático del Instituto Hispano-Marroquí de Ceuta Luis Abad Carretero. Miembro del partido Acción Republicana de Manuel Azaña. A finales de 1934 su formación política decide fusionarse para dar origen a Izquierda Republicana. En Ceuta se celebró la reunión definitiva el 1 de abril de 1934, saliendo elegido como presidente.

Tras el golpe del 36, fue depurada y las diversas sanciones que se impusieron a la doctora ceutí desembocarían en el abandono de su ciudad, ya no solo por ser expulsada como funcionaria municipal, sino por el ambiente en la misma, donde pocos pacientes la visitarían al estar señalada «por roja» a recibir sus consejos médicos. Causó baja en el Colegio de Médicos de Ceuta el 30 de julio de 1939.

Tras varios periplos de ciudades se exilia a México donde todo son éxitos para ella y su marido, pero añoran España y en 1966 emprendieron viaje a Madrid con la esperanza de que la dictadura no les pidiera cuentas. Marcharon a Almería, de donde era natural Luis. No sabemos si la doctora ceutí volvió a pisar su ciudad natal. Compraron una casa en Gádor, donde se instalaron. A finales de 1970 Antonia Castillo notó un importante empeoramiento de su salud y en vista de su progresiva enfermedad decidieron regresar a Madrid. A principios de 1971 fallece y su marido decide enterrarla en Gádor, a donde regresó, muriendo él también el 13 de noviembre de ese año.

En unas oposiciones frente a Sánchez Prado obtiene la plaza de Tocóloga Municipal

Una Real Orden de 26 septiembre de 1929 estableció la obligatoriedad de que los ayuntamientos se dotasen de plazas de tocólogo municipal. Se convoca por parte de la Junta Municipal los candidatos serían: Lorenzo Trujillo, Marcial Gómez, Juan González, Antonia Castillo y Sánchez Prado. Las pruebas se desarrollan con cuatro ejercicios: uno práctico, dos orales y uno escrito.

Su compañero de profesión Sánchez Prado ve en esta disposición también una buena oportunidad para situarse profesionalmente en una especialidad para la que está cualificado, y la ocupa de forma interina. El primer ejercicio se realizó el 23 de febrero de 1931. Su desarrollo se debía hacer por escrito. Tras casi dos horas entregó su examen Antonia Castillo. Al día siguiente se procedió a su lectura pública, estableciéndose un empate a 38 puntos entre Sánchez Prado y la doctora Antonia Castillo. Durante los días 25 y 26 se celebra el segundo. Deben desarrollar tres temas, y en esta ocasión obtiene Sánchez Prado un total de 30 y la máxima es conseguida por Antonia Castillo con 40 puntos.

El 28 de febrero tiene lugar el cuarto ejercicio, obteniendo Sánchez Prado 28 puntos, por debajo de la opositora Castillo, que consigue 35, y en segundo lugar Gómez Naviera. Como dato sobresaliente, el tercer ejercicio tuvo que ser suspendido por ausentarse la embarazada que debía ser reconocida por todos los opositores justo cuando le tocaba el turno de exploración a Sánchez Prado. El ejercicio consistía en un reconocimiento de quince minutos y su posterior relato al tribunal. Tras concluir los exámenes quedó en tercer lugar el futuro Alcalde de Ceuta, con 96 puntos, segundo Gómez Naviera con 103 y la vencedora de estas pruebas fue la doctora Antonia Castillo con 113, consiguiendo la plaza de tocóloga municipal.

Juzgada y expulsada del Ayuntamiento

Cuando se produce la sublevación del 36, la doctora Castillo permanece en la ciudad, y su marido el catedrático del Instituto Hispano-Marroquí Luis Abad, dada su militancia política, pudo evadirse. Ella continúa en su puesto de trabajo a pesar de los condicionantes adversos. Está observando desde el mismo inicio de la sublevación que muchos de los compañeros de su marido son detenidos y fusilados. Ella sabe que a todos los funcionarios municipales que hayan tenido alguna vinculación con partidos políticos o sindicatos se les está instruyendo un expediente de depuración. La comunicación le llegó el 20 de diciembre de 1938, donde se le acusa injustificadamente, entre otras cosas, de «negligencia en su trabajo». Las acusaciones de la falta de atención a sus pacientes en que se fundamenta no son nada sólidas conociendo la buena formación de la doctora y la probada dedicación a sus enfermos. Con este trámite se le pasa factura por su matrimonio con Abad y por sus actividades políticas, dar conferencias en la Casa del Pueblo a las mujeres de los obreros. Este primer expediente era tan solo el comienzo de un tortuoso camino que, por desgracia, solo había comenzado a recorrer.

En otro escrito la Comisión Depuradora le había formulado tres cargos: primero, nuevamente, haber dado en cierta ocasión un mitin en la Casa del Pueblo, segundo ser simpatizante de la política de izquierdas y tercero no ser de confianza para el movimiento nacional. El fiscal instructor recabó diversos informes sobre su comportamiento a la Policía, Guardia Civil y la Falange. El más extenso y revelador de todos ellos es el redactado por el delegado de Orden Público el 10 de diciembre de 1938: «Fue vicepresidenta de la Asociación de Empleados Municipales y aparece en una fotografía reunida con los más significativos socialistas de esta plaza con ocasión de un mitin celebrado en la Casa del Pueblo. Se ignoran antecedentes masónicos. Está casada con el catedrático Abad, socialista furibundo que se encuentra en la zona roja haciendo campaña contra la Causa Nacional. Se la considera, como su esposo, de ideas extremistas. Ha observado buena conducta pública y privada y se comporta bien en lo profesional, se ignora su forma de pensar con respecto al Movimiento Nacional»», concluye el informe.

El juez, el día 18 de febrero de 1939 estimó probados los cargos y la definió: «Desafecta al Glorioso Movimiento Nacional y adicta al Frente Popular (…), por lo que revistiendo su conducta una notoria peligrosidad es permitido aconsejar que el funcionario de referencia no debe continuar figurando en el cuadro de los empleados del Nuevo Estado, ya que no ofrece garantías para los servicios del mismo. Destitución de doña Antonia Castillo Gómez en el cargo que venía desempeñando y que, además, se adopten las medidas necesarias para que tampoco pueda volver a figurar en ningún otro cargo de clase alguna dependiente de esa Corporación».

A la represión física se le añadió la económica con la promulgación de la Ley de Responsabilidades Políticas, cuya finalidad era depurar con sanciones las conductas contrarias al golpe militar. Muchos ceutíes, como la doctora Castillo, se vieron afectados por dicho mandamiento, de manera que en su artículo 1º retrotraería su ámbito de actuación a octubre de 1934 y los detenidos podían ser acusados de algo tan genérico y arbitrario como haber contribuido a la subversión de todo orden. Muchos empleados municipales fueron depurados. Los amplios volúmenes documentales que se conservan en el Archivo Central de Ceuta dan prueba de ello, lo que supuso expedientar a todos los empleados del Ayuntamiento sospechosos y proceder a su cese provisional.

La represión ejercida le obliga abandonar la ciudad. La siguiente noticia que se tiene de ella es de finales de 1940 y se la sitúa en Burgos, volvió a ser, al igual que en Ceuta, la primera mujer en formar parte del Colegio de Médicos. El refugio en esa ciudad le sirvió para ir madurando la posibilidad de exiliarse y poder reencontrarse con su marido, y lo más importante desarrollar con completa libertad su profesión, sin miedo a represalias del franquismo. En 1945 se traslada a México. Unos años después viajó a Nueva York, siendo pionera en el estudio del cáncer. Mientras tanto su marido continúa con su periplo. En un próximo artículo me centraré en la vida de su marido el catedrático y presidente de Izquierda republicana Luis Abad. En 1953 Abad pone rumbo a la capital azteca y, finalmente, transcurridos dieciocho años se reencuentra con su mujer. Una vez que los dos están juntos planifican sus vidas. La doctora Castillo se especializa en el campo de la oncología ginecológica.

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