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España: Las tumbas de la vergüenza

Hoy Los Ángeles, | 24 enero 2014

_PrHoyLosAngelesEl dolor descomunal de una mujer, de una familia y de todo un país que es imposible acallar

 

“A lo mejor me muero y no les han sacado [a los muertos], pero me quedo tranquila porque hemos hecho todo lo que hemos podido”.

Mis sentimientos gravitan entre el alborozo y la pesadumbre al clavar la vista en una fotografía de mi abuela junto a Darío Rivas, dos de los querellantes más longevos que tuvieron la oportunidad de conocerse en Buenos Aires. Con la sombra de la muerte sobre sus espaldas ancianas, llegan al final de sus días como la gran mayoría de nosotros nunca lo hará, luchando por aquello en lo que durante décadas creyeron. Se llevan su lucha hasta la tumba. Pero aún en la antesala de la muerte, son iconos en una España turbia y descompuesta donde los valores e ideales pesan poco y escasean. Más allá de señalar culpables – que sí debe hacerse – los reclamos de mi abuela son los reclamos que trascienden agendas políticas e intereses subrepticios, porque son los reclamos básicos de cualquier ser humano: rescatar «al menos un hueso de la fosa y llevármelo conmigo a la tumba”.

Como le dijo a la magistrada Servini, “en mi casa lloro. Me da pena…tantos años sin haber hecho nada”. Creo que tal vez el luto de mi abuela sea de esos que conviven en los confines de la eternidad. No hay consuelo para una anciana cuyo padre fue acribillado a balazos cuando era una niña, acribillado a sangre fría como a miles de españoles que compartieron la misma desgracia. A quienes apretaron el gatillo no les tembló el pulso, ni les falló la puntería. Sistemáticamente mataron, asesinaron, torturaron, arrebataron niños de los brazos de sus padres. No hay consuelo ni para ella, ni para los familiares de quienes compartieron semejante destino. Porque no olvidemos que la causa de mi abuela es la causa de cientos de miles de españoles. Y esa causa, en una España democrática, no se puede olvidar ni sepultar bajo toneladas de tierra, piedra, escombros y presiones políticas – jamás.

El caprichoso destino ha querido que yo asista a este episodio familiar – e histórico – a medio camino entre mi destierro angelino y mi Mediterráneo natal. Y mientras surco las nubes del océano Atlántico para abrazar a mis seres queridos, adquiero conciencia del vacío generacional, de la desconexión entre el momento histórico que vivió mi abuela y el que me ha tocado vivir a mí, resultado directo de la tiranía de silencio que se ha impuesto desde las altas esferas en España para evitar destapar las vergüenzas de nuestro país. Nadie quiere hablar de Franco ni de sus crímenes. Pero el dolor descomunal que llevan apuntalado las víctimas en el pecho es imposible de acallar. Y ese pesar inconmensurable está empezando a emerger a la superficie de la conciencia nacional. Ese terrible dolor que nadie puede taponar se encuentra ya en flor en las mesetas ibéricas y en los campos de olivo, en las crestas de las olas del Mediterráneo, en el Juzgado Número 1 de la Cámara Federal de Buenos Aires, y en su día en el Juzgado Central de Instrucción Número 5 de la Audiencia Nacional de Madrid.

“Hemos sufrido mucho antes y después de la guerra”. “Esto va por vosotros, que vamos por buen camino”, le canta mi abuela a sus hermanos y padres fallecidos sobre la sombra de sus tumbas mientras coloca un ramo de flores con sus manos arrugadas.

http://m.hoylosangeles.com/news/2014/jan/21/espana-las-tumbas-de-la-verguenza/?page=4