«Lo único que queda de la España de la Guerra Civil es la derecha tradicional católica»
Entrevista a Juan Miguel de Mora, último Brigadista Internacional mexicano
Juan Miguel de Mora, último Brigadista Internacional mexicano que queda con vida, recuerda para ‘Público’ su experiencia en la guerra española, donde luchó con apenas 14 años
ALEJANDRO TORRÚS Madrid
Juan Miguel de Mora afronta, con 92 años de edad, la «última etapa de la juventud». Sentado ya en una silla de ruedas, pero con una mente más que lúcida, Juan Miguel bromea porque, asegura, le han negado la participación en las próximas olimpiadas. «Yo querÃa competir en los 100 metros lisos, pero no me dejaron. Es una injusticia intolerable», asegura este hombre, que señala que le hubiese gustado competir en los Juegos OlÃmpicos de Madrid siempre y cuando «no tuviera que correr con Mariano Rajoy».
De visita en España, invitado por la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, Juan Miguel de Mora atiende a Público en la que seguramente será su última visita al paÃs por el que luchó para evitar la victoria del fascismo. TenÃa entonces 14 años, pero su tozudez le permitió alistarse en la XV Brigada en la que luchó en la Batalla del Ebro. «Discutà durante horas con el comisario general del Ejército republicano para luchar en el Ebro. Me preguntó si pensaba que el ejército republicano tenÃa alguna posibilidad de ganar la guerra. Le dije que no. Entonces, me respondió que por qué querÃa luchar. Y yo le dije: Pues por eso mismo. Finalmente, no le quedó otra que aceptarme por mi tozudez», recuerda.
En julio de 1936 usted tenÃa 14 años y estudiaba en un Liceo de ParÃs. ¿Qué se le pasó por la cabeza para decidir acudir a la Guerra Civil española en defensa de la República?
La sociedad de entonces no tenÃa nada que ver con la de ahora. Yo tenÃa 14 años pero estaba muy politizado. No hay que olvidar que habÃa gente que con 12 años en la guerra también estaba peleando. El clima de Europa era muy diferente. En el propio Liceo habÃa organizaciones comunistas, socialistas, fascistas y siempre estábamos a golpes los unos con los otros. Cuando Ãbamos al cine veÃamos en el noticiero anterior a la pelÃcula imágenes de lo que estaba pasando en Alemania, en Italia y del golpe de Estado militar en España.
«Hoy la gente es indiferente ante la polÃtica, pero entonces habÃa un problema con el fascismo y todo el mundo era consciente de ello»
¿Qué vio en aquel noticiero sobre España para decidir acudir a una guerra donde podÃa perder la vida?
En Francia informaban de la existencia de dos bandos. Uno, el de los leales a la República y otro, el de los nacionales. Las claves de rojos y nacionales eran de consumo interno español. En Europa se utilizaban otros términos. Yo vi a unos militares con el brazo en alto, como si estuvieran comprobando si llovÃa o no, y decidà que tenÃa que luchar.
¿Cómo llegó a España?
Yo tenÃa un amigo a quien la guerra sorprendió con su mujer y su hijo de cinco meses veraneando en España. Entonces, al producirse el golpe de Estado, él me dijo que venÃa para España en coche a buscar a su familia y yo le pedà que me llevara con él. Llegué a finales del mes de julio. Fui casi el primer brigadista en llegar. Sólo llegaron antes que yo los atletas que estaban participando en la Olimpiada Popular de Barcelona que decidieron alistarse en el Ejército republicano. Aún hoy la gente no puede entender por qué lo hice. Hoy, la mayor parte de la gente es indiferente ante la polÃtica, pero entonces habÃa un problema general con el fascismo y todo el mundo era consciente de ello.
Una vez llegó a España, ¿qué hizo? ¿Fue directo a alistarse?
Me fui derecho a las Juventudes Socialistas Unificadas. Estaban, entonces, en el Palacio de Liria, que ya habÃa sido ocupado. Eran los primeros dÃas de agosto de 1936. Me inscribà y me quedé allà alojado hasta que decidieron qué hacer conmigo. Tras un tiempo de espera me llamaron para acudir al Museo del Prado. Estaban empacando los cuadros para su transporte y querÃan que yo cargara camiones. ¡No tenÃa ni idea de la importancia de la tarea que estaba haciendo! No sabÃa cómo proteger las piezas. Estaba molesto y cabreado. HabÃa venido a España a luchar y me habÃan puesto de peón de carga. Asà que al dÃa siguiente me fui a la calle Francos RodrÃguez, donde estaba la sede del V Regimiento, con la intención de alistarme.
¿Qué pasó all� ¿Le aceptaron a pesar de tener 14 años?
Allà sucedió uno de los episodios más divertidos de mi experiencia en España, pero en aquel momento fue una tragedia para mÃ. Nada más llegar, vi un mural del V Regimiento donde decÃan que habÃa una guarderÃa a disposición de los compañeros y compañeras con hijos que habÃan decidido inscribirse. La edad para inscribirse en la guarderÃa era de 4 a 14 años. ¡ImagÃnate qué humillación y qué disgusto! ¡Yo querÃa ir a la guerra pero tenÃa la edad para estar en la guarderÃa con los niños! Aun asÃ, fui a inscribirme, pero me dijeron que era un niño y que no podÃa. Yo insistà e insistà y dije que habÃa llegado desde Francia sólo para luchar. Entonces dijeron que me aceptarÃan pero en trabajos de intendencia, nunca en el campo de batalla.
«¡Yo querÃa ir a la guerra pero tenÃa la edad para estar en la guarderÃa con los niños!»
Fue un golpe duro. A los 14 años uno quiere sentirse mayor. FÃjate que es la edad en la que muchos empiezan a fumar para sentir que ya se es adulto. Yo querÃa ser soldado y luchar por la República. Después, el Gobierno de la República emitió un decreto en el que señalaba que la edad mÃnima de alistamiento eran los 17 años. Entonces, muy amablemente, me dieron de baja y yo exigà un comprobante militar oficial de que me daban de baja por mi edad. Fue una baja honrosa.
Ha señalado anteriormente que llegó a estar en la Batalla del Ebro con la XV Brigada. ¿Cómo llegó hasta all�
Cuando me dieron de baja en el Ejército volvà a las JSU insistiendo en mi deseo de querer ayudar. Finalmente, como era muy listo con los estudios, me dieron la plaza de corresponsal de guerra del diario de la Alianza Juvenil Antifascista, que tenÃan las juventudes socialistas, comunistas y anarquistas. HacÃa reportajes y artÃculos sobre la guerra y con este trabajo llegué a la Batalla del Ebro.
Con el ejército de Franco ya en Castellón me presenté ante el Comisario General de la Batalla en el Ejército republicano, el señor Velázquez, y le dije que querÃa combatir junto a las Brigadas Internacionales. Nos conocÃamos desde hacÃa un mes o 20 dÃas. Lo primero que me dijo fue: ‘No seas gilipollas’. Lo recuerdo perfectamente. Discutà durante horas con él. Me preguntó si pensaba que el ejército republicano tenÃa alguna posibilidad de ganar la guerra. Le dije que no. Entonces, me respondió que por qué querÃa luchar. Y yo le dije: ‘Pues por eso mismo’. Finalmente, no le quedó otra que aceptarme por mi tozudez. Me dio una plaza en la XV Brigada.
La Batalla del Ebro es recordada como la más cruenta de todas las batallas. ¿Qué recuerda?
Me ocurrió un fenómeno que ha sido certificado por varios psquiatras. Se me olvidó la batalla del Ebro durante años. Recordaba la guerra española, recordaba la batalla de Guadalajara y otras muchas, pero mi cerebro estaba limpio de la batalla del Ebro. No recordaba ni que habÃa existido tal batalla. Con los años me fui acordando de todo. Poco a poco. Ahora recuerdo absolutamente todo. De lo malo y de lo peor y créeme que hay cosas que es mejor no recordar.
¿Cómo terminó la Guerra Civil para usted?
Recibà un bayonetazo y perdà el conocimiento. Me mandaron a Barcelona. Era septiembre de 1938. No pude estar presente ni en la despedida oficial de las BBII. Estando en el hospital, ingresado, me dijeron que me tenÃa que ir, que los brigadistas ya estaban abandonando el paÃs porque la derrota era inevitable. Me negué en rotundo y acabé en otra unidad militar, pero cuando terminó la guerra pasé a Francia, donde me metieron preso en el campo de concentración de San Ciprián. No obstante, pude escapar pronto de allÃ.
«Me ocurrió un fenómeno que ha sido certificado por varios psquiatras. Se me olvidó la batalla del Ebro durante años»
¿Cómo escapó?
Es una historia larga. Allà habÃa playa y nada más. Playa y alambrada era todo lo que se veÃa. Pensé que cuanto más tiempo pasara allà más difÃcil serÃa escapar porque poco a poco irÃan perfeccionando la seguridad del campo. Asà que a los tres o cuatro dÃas lo intenté y lo conseguÃ. Fuera habÃa gente esperándome, que dijeron que eran policÃas franceses que me llevaban detenido. Está claro que era mentira.
¿Alguna vez ha pensado qué hubiese pasado en España si hubiese ganado la guerra el bando republicano?
Muchas veces y no tengo ninguna duda. En España se hubiese instaurado una República de tendencia izquierdista. Stalin no tenÃa ningún interés en la guerra. Él era un dictador brutal y yo nunca fui del Partido Comunista. Acudà a las Juventudes Socialistas Unificadas porque eran los que mejor organizados estaban para el combate y la resistencia y yo tenÃa sentido práctico.
¿Queda hoy algo en España de los valores de aquella II República y de la España que usted conoció en la Guerra Civil?
Este paÃs no tiene absolutamente nada que ver con el paÃs que yo conocÃ. Nada de nada. Lo único que queda es la derecha española tradicional clerical. Esa derecha, por cierto, que fue la que supo capitalizar la ayuda de Hitler, quien, por cierto, era ateo. Cuando Alemania perdió la guerra, la Falange también perdió poder en España en detrimento del sector más católico y ultraconservador. Los que capitalizaron la guerra no fueron los fascistas ni los nazis que habÃa en España, sino los católicos. Si llega a ganar Hitler la II Guerra Mundial hubiera mandado mucho más la Falange y la Iglesia lo hubiese pasado peor.