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Pusilanimidad

Emilio Sales. Foro por la Memoria de Toledo, 03-12-2018 | 4 diciembre 2018

La decisión de mantener la cripta en El Alcázar toledano es cuando menos una muestra de cobardía y de renunciaPUSILANIMIDAD

Era de suponer. El ejecutivo encabezado por el Sr. Sánchez no va a ir más allá (veremos en lo que queda la exhumación del dictador, por lo pronto la tumba del cabecilla del partido fascista que encabezó políticamente el golpe de estado se va a quedar en su sitio).

En ningún país de nuestra orbita occidental europea se contempla tamaña indignidad. Es cierto que la mayoría, en aquel momento, miraron a otro lado, en algunos casos  hasta colaboraron con los golpistas y, una vez acabada la guerra, se apresuraron a reconocer al líder fascista. No sé si eran conscientes de lo que se avecinaba y que España fue el laboratorio donde las potencias fascistas y nazis probaron la próxima guerra mundial.

Las derechas de nuestro entorno pueden significarse por su antifascismo, sin renunciar al capitalismo como ideología, en ningún país de nuestro alrededor se puede imaginar tener lugares donde se honre a quienes pisotearon de manera maléfica los derechos humanos. Pero en nuestro país se enorgullecen de defender a quienes se alzaron en armas contra el pueblo español, contra la República votada democráticamente.

Y he aquí que la decisión de mantener la cripta en El Alcázar toledano, con los restos de aquellos que secundaron el golpe de estado y que se encerraron en este edificio, secuestrando en algunos casos a familias, es cuando menos una muestra de cobardía y de renuncia a que de una vez por todas acabemos con los homenajes al fascismo y al golpismo.

Lo curioso del caso es que ese mausoleo, privada en un edificio de titularidad pública (contrasentido de esa ignominia) aparecen como dos símbolos destacados los nombres de dos significados golpistas.

El primer “destacado” inhumado, el coronel Moscardó en el momento del encierro de los golpistas, ascendido a general por ese dudoso honor, fue inhumado en 1957, posteriormente se unió en ese lugar su mujer y los dos hijos. El otro, golpista por partida doble, lo fue en 1997, tras protagonizar otro golpe de estado en el ya más cercano 23 de febrero de 1981. Al parecer la había tomado gusto al asunto y repitió la “hazaña” sacando los tanques en Valencia para demostrar quién mandaba y quien (mucho me temo) sigue en altas cotas de poder en este país. A pesar de todo, o quizá por eso (el frustrado golpe de estado del 23 F con sus zonas muy oscuras que no se si algún día se conocerán) se le otorga el fuero de ser enterrado en una cripta para su veneración por los defensores del fascismo.

Luis Quintanilla Isasi (Santander 1893-Madrid 198) fue un personaje peculiar. Entre sus profesiones se pueden indicar las de marinero, boxeador, pintor, dibujante, fresquista, repujador, grabador, ceramista, escritor, espía, memorialista, retratista, escenógrafo, cineasta, autor teatral, ensayista e ilustrador.  El golpe de estado le pilló dando los últimos toques al monumento a Pablo Iglesias. Participó activamente en el asalto al Cuartel de la Montaña y fue enviado a Toledo para intervenir en directo en los acontecimientos de El Alcázar. En 1967 publicó un libro titulado “Los rehenes de El Alcázar de Toledo” donde pormenoriza los sucesos allí ocurridos. Este libro fue editado por Ruedo Ibérico, la mítica editorial parisina y levantó ampollas en la España franquista. Dice Quintanilla: <<considero una obligación, un deber moral que aclaremos nuestra historia para que prevalezca la verdad, y no que admitamos que se pretenda encubrir una infamia con un manto de heroísmo. Pensando en los inocentes rehenes del Alcázar de Toledo, víctimas de los militares rebeldes, he escrito estas páginas>>. Por cierto, Luis Quintanilla había ingresado en 1929 en el PSOE de la mano de su amigo Luis Araquistaín

Son malos tiempos para la ética.

3 de diciembre de 2018

Emilio Sales Almazán, Foro por la Memoria de Toledo