En el nombre de este Estado
Lo que el Supremo ha establecido es que los generales golpistas y Franco fundaron este Estado nuestro, del que esos jueces son parte conscienteLo cierto es que lo que el Tribunal Supremo ha establecido es que los generales golpistas y Franco fundaron este Estado nuestro, del que esos jueces son parte consciente. Esa siempre ha sido la realidad jurÃdico polÃtica
¿Debemos seguir el dÃa a dÃa de los pactos y chalaneos aquà y allÃ? ¿No serÃa más conveniente pararse a ver lo que realmente está ocurriendo, hacia dónde vamos? Aparentemente el proceso de crisis de Estado que vivimos desde hace unos años, y que se podrÃa retratar en la sucesión del Borbón Juan Carlos a Felipe con dos modos de interpretar la jefatura del Estado, es algo decisivo. Si no lo es, ya me dirán lo que lo es.
Hace unos dÃas en las redes sociales, porque los medios convencionales prácticamente lo ignoraron de modo muy consciente, se armó un silencioso ruido porque el Tribunal Supremo reconocÃa formalmente a Franco como jefe del Estado. Es cierto que es algo terrible, pero esa es nuestra terrible realidad. Lo que a muchas personas les parece una anomalÃa a los magistrados del Supremo les parece lo normal, han vivido eso toda su vida como su normalidad, porque lo es.
De hecho sus biografÃas son en muchos casos la biologÃa del franquismo judicial y al poner por escrito la realidad seguramente no supieron valorar el eco de la jurisprudencia que dictaban, no supieron valorar que la sociedad ha cambiado a su alrededor, que hay nuevas generaciones que ignoran el origen de este sistema polÃtico y se escandalizarÃan de que les dijesen la verdad.
Lo cierto es que lo que el Tribunal Supremo ha establecido es que los generales golpistas y Franco fundaron este Estado nuestro, del que esos jueces son parte consciente. Esa siempre ha sido la realidad jurÃdico polÃtica. De eso trataba precisamente lo que intentaron hacer aquellos sectores minoritarios que se enfrentaron al Estado y pretendÃan una ruptura polÃtica y jurÃdica, de eso trató la Transición, de que después de Franco las cosas siguiesen el curso establecido.
El sucesor en la jefatura del Estado, y nuevo jefe de los ejércitos tras Franco, juró lealtad a los principios del Movimiento y al Estado nacido de la rebelión del 18 de Julio. Literal. (Por favor, si tenemos una edad no finjamos ignorancia o inocencia, que es muy feo y ridÃculo.) Al Supremo sà hay que reconocerle cierta inocencia o ignorancia, pues tan acostumbrado a esa normalidad no recordó que hay que fingir y no es conveniente llamar a las cosas por su nombre pues la clave de la democracia española es el fingimiento, simular que somos libres y hemos decidido todo libremente, empezando por el famoso consenso y la Constitución vigente, monarquÃa incluida.
En estos dÃas el Supremo va a establecer formalmente más cosas, que la disidencia polÃtica es delito. En la práctica ya lo es, pues la cárcel, el exilio y el juicio a la única disidencia polÃtica verdadera en todos estos años se ha dado pacÃficamente en Cataluña. Cuando el tribunal dicte sentencia condenatoria (está escrita desde hace tiempo) cualquier persona que pretenda ejercer la disidencia pacÃfica será delincuente y podrá ser encarcelada, tendrá que exiliarse o será juzgada.
Y eso será con el consentimiento de una sociedad que se pondrá de parte de este Estado fundado el 18 de Julio de 1936 que, tras unos momentos en que pareció que serÃa capaz de aplicar una ley de memoria histórica y de reconocer la existencia de naciones polÃticas en su interior y renegociar autogobierno, ha evolucionado hacia su origen y ahora está estableciendo en la jurisprudencia lo que ya era su realidad polÃtica.
Ahora que ya no hay «rojos» contra los «separatistas» vale todo, la «unidad» del Estado es un valor polÃtico absoluto que laminó como apisonadora cualquier valor democrático, «fachas» y «progres» están de acuerdo en que antes que un soberanista que cuestione este Estado ocupe una alcaldÃa vale cualquier voto, aunque sea de quienes se manifestaron con la extrema derecha. Antes de que vuelva del exilio o salga de la cárcel un preso polÃtico catalán deben ponerse de parte de «la ley», aunque los tribunales estén «controlados desde atrás», de parte de este Estado.
La disidencia sigue siendo un vicio que se permite en algunos paÃses democráticos, aquà no.