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Criminales y cómplices

Fernando Palmero. El Mundo, 09-09-2019 | 10 septiembre 2019

Ángela Martínez Lanzaco, viuda de Julián Grimau murió en Madrid el 1 de septiembre

 

FERNANDO PALMERO Lunes, 9 septiembre 2019

El martes, se descorrió la lápida del enterramiento de Julián Grimau en el cementerio Civil de Madrid, Junto a sus restos, se depositaron las cenizas de su viuda, Ángela Martínez

«No siempre es bueno avivar», dice un canalla en sus Memorias de cuatro Españas (Planeta), «la célebre memoria histórica, sobre todo cuando existen recuerdos más conciliadores». Los criminales y sus cómplices prefieren el silencio y el olvido, combustible del coche oficial del que nunca se bajaron. Fraga y Robles Piquer. El primero ratificó en el acta del Consejo de Ministros del 19 de abril de 1963 la condena a muerte de un dirigente del PCE, dictada en base a una ley retroactiva que juzgaba comportamientos políticos. En aquella sesión, escribe en Memoria breve de una vida pública (Planeta), «se examina a fondo la encíclica Pacem in Terris, cuyo análisis realista me tocó realizar. Pero el tema del día era si se indultaba o no a Grimau (…) predominó la tesis negativa y la sentencia se cumplió a las seis de la madrugada». Ninguna valoración ética sobre lo que el entonces ministro llama burocráticamente «el tema Grimau». Al fin y al cabo, como el segundo, su cuñado, director general de Información, actuaban para «defender al Estado y a su gobierno».

A Robles Piquer le correspondió redactar un panfleto digno de un régimen dictatorial levantado sobre decenas de miles de cadáveres ocultados en las cunetas y que se jactaba ahora ante las protestas del mundo entero de completar su osario con un cuerpo destrozado por la tortura. Aquel folleto, «al que titulé ¿Crimen o castigo?», presume el canalla, «demostró, creo, que Grimau no había sido aquel inocente que la propaganda comunista y sus compañeros de viaje estaban presentando». Y dice más: «El juicio fue injusto, según algunos, aunque dispuso de un defensor militar y de un abogado civil». Pero Robles Piquer sabía cuando publicó su libro que en 1966, el fiscal del consejo de guerra que sentenció a Grimau, Manuel Fernández Martín, había sido condenado por impostor. Ni siquiera era licenciado en Derecho. Sobre esa certeza, Ángela Martínez presentó en 1988 un recurso en la Sala Militar del Tribunal Supremo. Como en 1967 hiciera el Consejo Supremo de Justicia Militar, fue rechazado. En esta ocasión, por «coherencia jurídica». La democracia también tiene sus miserias. Y su desvergüenza: la de unos partidos que utilizan la Ley de Memoria Histórica para conseguir votos pero se niegan a anular las infames sentencias de los tribunales militares perpetradas por la dictadura. «Más vale olvidar», asentiría el canalla.

El martes, se descorrió la lápida del enterramiento de Julián Grimau en el cementerio Civil de Madrid, donde fue llevado en 1973 después de pasar años en una fosa común. Junto a sus restos, se depositaron las cenizas de Ángela Martínez.

Ángela Martínez Lanzaco nació en Zaragoza en 1930 y murió en Madrid el 1 de septiembre de 2019.

https://www.elmundo.es/opinion/2019/09/09/5d75513121efa003588b459d.html