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El Valle de los Caídos y otras tumbas parecidas

Orosia Castán. Último Cero, 24-09-2019 | 25 septiembre 2019

El Valle es una anomalía, una más, en el panorama democrático español

 

Las tumbas faraónicas dedicadas a genocidas y exterminadores campan a sus anchas, y algunas de ellas, en lugares cuya naturaleza les confiere cualidades, no ya de anomalía, sino de aberración

Hoy, 24 de septiembre de 2019, la magistratura del país ha determinado que los restos del dictador Franco van a ser sacados del Valle de los Caídos. La sola visión de la fecha, 2019, tendría que hacernos reflexionar acerca de la calidad democrática de nuestro país.

Claro está que esta decisión es simbólica: el verdadero meollo de la cuestión son las miles de personas enterradas ilegalmente en montes y cunetas; la vigencia de los Consejos de Guerra, que en nuestra ciudad supusieron la ejecución de casi 500 personas; la presencia del franquismo (aunque sea sociológico) en muchas facetas de la vida cotidiana, los símbolos, que no acaban de eliminarse; las dificultades con que nos encontramos los historiadores a la hora de investigar en archivos y otros yacimientos documentales… en fin, que la idea de que las víctimas fueron de alguna forma culpables, pervive alimentada por textos revisionistas, por símbolos siempre presentes, por la falta de atención de los poderes públicos hacia las reivindicaciones de las víctimas, por la inexistencia ¡hoy! de una Ley de Memoria Democrática que permita arrostrar con contundencia los problemas que siguen estando presentes y que vuelven a condenar una y otra vez a aquellos que fueron los verdaderos padres de la democracia.

El Valle de los Caídos es una anomalía, una más, en el panorama democrático español. No es la única: a niveles simbólicos, dejando aparte todo lo más arriba señalado, las tumbas faraónicas dedicadas a genocidas y exterminadores campan a sus anchas, y algunas de ellas, en lugares cuya naturaleza les confiere cualidades, no ya de anomalía, sino de aberración, como es el caso de aquellos asesinos probados cuyos restos se enterraron en iglesias y catedrales…a pesar de corresponder a verdugos de crueldad probada, gentes que vivieron para matar y torturar a sus semejantes, y me estoy refiriendo a Queipo de Llano y su inaceptable sepultura en la Basílica de la Macarena de Sevilla.

Lo que nadie ha podido evitar es que todas las personas interesadas hayamos podido constatar que El Valle fue construido por presos políticos, es decir, por víctimas de la sublevación militar que Franco y los suyos organizaron en julio de 1936, y que en aquellos trabajos forzosos, ejecutados con métodos propios de los egipcios de Ramsés, murieron decenas y decenas de ellos…detenidos y condenados por mantener una ideología propia socialista, comunista, libertaria; obligados a trabajar en el monumento funerario más ostentoso del país, utilizando una tecnología arcaica (muchas veces únicamente sus manos, martillos, palos, escoplos…), que supusieron una fuente de ingresos ilegítimos para empresas afines a Franco. Esto está ya acreditado suficientemente y probado mediante documentos, mal que les pese a los negacionistas.

Símbolo franquista; lugar de muerte de presos políticos; motivo de enriquecimiento ilegítimo de empresas afines…sí, pero también tumba forzosa para centenares de republicanos trasladados en los años 50 sin permiso y a veces sin conocimiento de sus familias, hecho ocasionado por la falta material de muertos nacionales.

Y es que los sublevados (contra el régimen legal, la República), acabaron por creerse su propio discurso, que era a la vez propaganda y justificación de los crímenes que habían cometido; y en esa insania, anunciaban que eran miles y miles los asesinados por las hordas rojas. Con este material pretendían rellenar el Valle de los Caídos, pensado para glorificar a Franco y a sus seguidores. Cuando se proyectó el mamotreto nadie hablaba de reconciliaciones, ni se contemplaba siquiera la posibilidad de que un solo rojo compartiese el cenotafio con el dictador.

Pero acabó la guerra, y tras intensas averiguaciones y puesta en marcha de la Causa General, los franquistas constataron con horror que esos millones de asesinados por las hordas rojas estaban únicamente entre su imaginación y sus campañas propagandísticas. Ahora tenían un problema: no había víctimas con las que rellenar el cenotafio.

Utilizando una buena dosis de cinismo y desvergüenza, se les ocurrió la idea de sacar de sus fosas a los asesinados por ellos mismos y rellenar los huecos vacantes con sus restos. Porque de estas víctimas sí que se encontraban a centenares por todo el territorio nacional, y la mayor parte en descampados y cunetas, por lo que todo resultó muy fácil.

Esta es reconciliación de que hablan los defensores del Valle de los Caídos.

Podríamos extendernos en la argumentación, hablar de los fondos destinados a mantener unas instalaciones destartaladas que acabarán por caerse más pronto que tarde; en fin, argumentos insignificantes al lado de lo que verdaderamente importa: el mantenimiento descarado del símbolo de poder de una dictadura genocida más allá del tiempo, de la legislación y del sentido común.

Como pequeñas pero malignas réplicas de un seísmo, los monumentos funerarios en homenaje a golpistas y verdugos se prodigan por todo nuestro suelo. En Valladolid, mientras las fosas comunes de las víctimas de los franquistas pasan a ser mero objeto especulativo y se pretende que ni símbolos ni esculturas expliquen el motivo por el que fueron asesinadas cerca de 3.000 personas de izquierdas en nuestra provincia, las tumbas monumentales de golpistas como Onésimo Redondo (uno de los máximos responsables de la tragedia en nuestra provincia) y del inventor de la lamentable Ley de Fugas, Martínez Anido, construidas con fondos públicos y cuestaciones populares, se mantienen impolutas, rodeadas de césped bien cuidado, esperando el momento de los homenajes que anualmente se celebran en honor de ambos caudillos, con publicidad en todos los medios y sin que nuestras autoridades atisben siquiera el incumplimiento de la ley en que incurren año tras año los seguidores de tan indeseados personajes.

Sí, la exhumación de los restos del dictador es una buena noticia para la salud democrática española, sin duda. Una aspirina para una pulmonía. Un paliativo para una grave enfermedad que padecemos desde hace años y años, sin que los cambios de régimen acaben con ella.

Ojalá sea éste un paso sin retorno en el camino de la normalización democrática en nuestro país…y sirva para que de una buena vez se tomen medidas que permitan afrontar definitivamente las secuelas, antiguas pero frescas, del enorme Crimen contra la Humanidad que el franquismo perpetró contra los españoles.

Onésimo Redondo El Caudillo de Castilla, fue el ideólogo y organizador de las JONS en Valladolid, organización filofascista y paramilitar que actuó por toda nuestra provincia, utilizando la violencia generalizada contra cualquiera que mantuviese una ideología diferente a la suya. Redondo instigó a sus seguidores a acabar con la República mediante un baño de sangre. Todos los años, en el cementerio municipal de Valladolid, sus seguidores celebran homenajes públicos, abundantemente difundidos en los medios, sin que las autoridades municipales, policiales o judiciales tomen medida alguna para evitarlos, a pesar de estar expresamente prohibidos por la ley.

http://ultimocero.com/destacada/2019/09/24/valle-los-caidos-otras-tumbas-parecidas/