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Memoria e intrahistoria

Pedro Antonio Curto. Diario16, 04/09/2019 | 5 septiembre 2019

El mes de julio Angela Merkel homenajeaba en el 75 aniversario de la Operación Valquiria, a los autores del atentado contra Adolf HitlerEl pasado mes de julio la canciller alemana Angela Merkel homenajeaba en el 75 aniversario de la Operación Valquiria, a los autores del atentado contra Adolf Hitler, liderado por el coronel Claus Von Stauffenberg, atentado que fue fallido y sus responsables, fusilados. Se hacía algo que es común en Europa, el reconocimiento de aquellas personas que de una u otra forma lucharon contra el fascismo. Como dijo Merkel en el homenaje: “Hay momentos en que la desobediencia puede ser un deber.” Algo semejante sería imposible en España. ¿Se imagina alguien a un presidente del gobierno español homenajeando a los autores del atentado contra Carrero Blanco? La sola realización de un acto parecido sería considerado apología del terrorismo y posiblemente prohibido; sólo hay que recordar que una persona fue juzgada por hacer un chiste sobre el dirigente franquista.

Hace poco el guardia civil Francisco de Fuentes y Castillo de Portugal, muerto en 1960, era considerada la primera victima del terrorismo. El fallecimiento se producía cuando una patrulla actuaba contra el grupo anarquista de Quico Sabaté y cuatro de ellos resultaban muertos, librándose el propio Sabaté, que sería perseguido y asesinado unas semanas más tarde. El grupo había penetrado en España desde Francia al objeto de hacer sabotajes y actos de propaganda contra la dictadura franquista. Ni Sabaté, ni sus compañeros, han sido considerados víctimas de terrorismo alguno, ni siquiera víctimas, sino todo lo contrario; la impunidad de la violencia del poder es aquí casi una tradición.

En esa línea, el gobierno asturiano se ha negado a reconocer como hijos predilectos y darles la medalla de oro de la comunidad, a los resistentes antifascistas asturianos, Vicente García Riestra, Felipe Matarranz, José Antonio Alcalde, comandante Robert y Cristiano García. Los miembros de la resistencia de la mayoría de países europeos son considerados y tratados como héroes, mientras en España son ignorados (oficialmente) o peor aún, vilipendiados. La teorización hispana de los dos bandos y otras parecidas, han abonado el olvido y la confusión, cuando no la justificación de la violencia totalitaria del estado.

La cuestión hay que situarla en nuestra historia reciente y es la no derrota del fascismo, en particular sus estructuras de poder y un franquismo sociológico o banal, con cierto arraigo costumbrista. Es la consecuencia de ir de la “ley a ley”, permaneciendo además buena parte de las élites. Sólo tenemos que echar un vistazo al cuerpo legislativo donde hay más de 200 normas y leyes de la dictadura que permanecen en el marco jurídico-político del 78, algunas tan significativas como Ley de Condecoraciones Policiales de 1964 o la Ley de Secretos Oficiales de 1969 (muy utilizada para tapar las cloacas del estado), levemente reformada por el gobierno de Suárez.

Como se puede observar si profundizamos un poco, el franquismo vive disfrazado en la legislación vigente y más allá. Es quizás la dialéctica de la historiografía oficial, frente a la intrahistoria y la memoria. La primera es homogénea, única, dominante, excluyente, esencialista, la intrahistoria es oculta o poco conocida, de vivencias en ocasiones clandestinas, intima y heterodoxa, en general lejana de palacios y centros oficiales. Es lo que Walter Benjamín señalaba como la singularidad de la memoria, que se funda en la acción que despierta al sujeto y moviliza el pasado, en la creación de un nuevo enunciado.

En un breve texto, “Desenterrar y recordar”, decía: “quien intenta acercarse a su propio pasado sepultado tiene que comportarse como un hombre que excava.” El pasado colectivo e individual tiene un peso relevante y pude ser soporte para pensar otro porvenir. Y la memoria debe servir para cuestionar cierto presente formado por arquetipos y falsificaciones. Sin construir una memoria propia de la comunidad resistente, los poderes orgánicos y sus altavoces crearan una historia a su conveniencia, que anula cualquier posicionamiento crítico. Pues como decía Walter Benjamín: “la memoria no es un instrumento para la exploración del pasado, sino solamente un medio.” Un medio para la búsqueda y el reconocimiento, que es también la reconstrucción que permite la elaboración crítica y restituye al sujeto y la comunidad su capacidad de confrontación, no sólo con pasados “oficiales”, sino por otros futuros posibles y diferentes. Reconstruir la memoria para dar la victoria a los vencidos por la fuerza de la violencia y la sinrazón.

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