Franco no está, pero el franquismo sigue en el Valle de los CaÃdos
La misa en honor a Franco y Primo de Rivera ha convocado este primer 20N sin su cuerpo en Cuelgamuros, a más nostálgicos que otros años
La misa en honor a Francisco Franco y Primo de Rivera ha convocado este 20N, el primero sin su cuerpo en Cuelgamuros, a más nostálgicos de la dictadura que otros años
Levantaban un brazo tieso, como accionado por un resorte, justo en el momento en el que algún acompañante pulsaba, escondiéndose de los vigilantes, el disparador de su cámara o su móvil
Hay una tienda de regalos en el interior de la basÃlica, pero no hay ningún cartel, rótulo u octavilla que explique a los visitantes por qué están allà 33.847 muertos y cómo llegaron
El primer 20N con Franco en el cementerio de Mingorrubio atrae más prensa que franquistas
A pesar de la considerable retención de automóviles que se formó en la calle de entrada al Valle de los CaÃdos, que parecÃa presagiar un colapso de proporciones tardofranquistas, luego no fue para tanto. Veinte minutos después, la carretera hacia Cuelgamuros comenzaba a engullir los coches, uno a uno, permitiendo el acceso gratuito, 15 minutos antes de que comenzara la misa de once.
Que se pueda aparcar sin problemas, una vez dentro, evidencia que la fila de coches parados en el arcén era una falsa alarma. También hay cola para entrar en la basÃlica, pero no supera los diez minutos de espera y está provocada por el control de entrada. Comienza la misa y hay sitios libres en los bancos, pero no tantos como en otros dÃas, ni como en otros 20 de noviembre. Hoy es un 20N especial. Es el primero sin Franco allà desde su entierro. Pero no solo por eso: los franquistas se sienten de enhorabuena. Como dirÃa una famosa canción, es un bien muy mal o un mal muy bien. Es decir, los franquistas se sienten observados y eso les devuelve al espacio público. Y a la postre, la basÃlica se llena con unas 200 o 250 personas. Quizá más. Aunque Franco ya no esté allÃ.
En verdad, sus restos mortales son los que ya no están allÃ, pero eso no parece ser motivo suficiente para que los nostálgicos de la dictadura sigan acudiendo en el dÃa de su muerte a su mausoleo; dejando rosas sobre las losas que han reemplazado su lápida; traspasando, incluso, un beso de los labios hasta el suelo; levantando un brazo con rigidez totalitaria y proclamando, al finalizar la misa, un enérgico ¡Viva Franco!, respondido con un coro de voces que contestaba «¡Viva!». En definitiva: Franco sigue estando allÃ.
El que indudablemente está, en cuerpo y alma, es José Antonio Primo de Rivera, pues en 20 de noviembre también se recuerda –casualidad o no, no está probado– la muerte del fundador de Falange Española, el partido polÃtico que contribuyó al golpe de Estado de 1936. Su enterramiento ocupa un importantÃsimo lugar en la basÃlica, ubicado entre el altar y la nave central. Un amontonamiento de flores rojas, sobre todo rosas atadas con banderas españolas y falangistas (rojas y negras), parecÃa un enorme y luminoso neón intermitente, interpuesto entre el cristo y los mortales, entre los sacerdotes y el mundo, recordando que está ahÃ, como dirÃan sus seguidores… presente. Es más, por si acaso alguien no se hubiera percatado, una mujer, detenida delante de su lápida, dice en voz alta, potente, el nombre y el apellido del muerto, seguido de la palabra, pegajosamente asociada a la mitologÃa falangista.
La mujer no era la única que tenÃa esta mañana cosas que decir. Al menos entre quince y veinte personas quisieron dejar claro qué hacÃan un 20 de noviembre en el interior de esta obra megalómana, incrustada en la roca de Cuelgamuros, horadada con trabajo esclavo durante 18 años. Y para exponer su declaración de intenciones, estas personas levantaban un brazo tieso, como accionado por un resorte, justo en el momento en el que algún acompañante pulsaba, escondiéndose de los vigilantes, el disparador de su cámara o su móvil. Después, el o la retratada sonreÃan como si hubieran realizado una travesura, como si de esa manera se burlaran de la historia. El lÃder de La Falange, Manuel Andrino, depositó unas rosas con una tarjeta de su partido sobre la lápida de José Antonio.
La liturgia de las once es la misa cantada, a diario, por la EscolanÃa, un grupo de niños (varones) menores de 14 años que viven y estudian allà mismo, y ayudan también como monaguillos. La dramaturgia de este acto eclesial es estremecedora, no solo por su acompañamiento musical sino por el juego de luces y la puesta en escena. Presiden el oficio cinco religiosos engalanados, uno de ellos con un solideo o casquete púrpura, señal de jerarquÃa dentro de la Iglesia.
La basÃlica del Valle de los CaÃdos es, probablemente, el único y último sÃmbolo, aún en pie, de lo que fue el nacionalcatolicismo. Durante la hora de misa, dedicada a «José Antonio, Francisco y los caÃdos», España cae absorbida por un agujero negro, el tiempo y el espacio se doblan, Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera están, efectivamente, vivos de nuevo. Varias veces se repiten sus nombres, siempre sin apellidos, como si de esa forma fueran más católicos y menos nacionales.
En la homilÃa se recuerda por segunda vez que se reza también por «los caÃdos de los dos bandos», acogidos «en la fe cristiana». El sacerdote recuerda que se trata de una «reconciliación». La lectura del testamento escoge un pasaje de San Mateo en el que «unas esposas necias» se quedan sin esposos en la noche de bodas porque les cerraron la puerta mientras iban a comprar aceite para sus lámparas. La conclusión de la lectura es que «hay que velar» constantemente porque no se sabe «cuándo llegará el momento». Ahà quedan las palabras, para ser interpretadas por los creyentes. Se recuerda de nuevo a «Francisco, José Antonio y los caÃdos», asà como a «los 57 beatos mártires, y otros que están en proceso, cuyas reliquias se conservan aquû. El tiempo no ha pasado y pareciera que nunca más se va a reanudar.
Pero eso es otra falsa alarma. El tiempo sigue avanzando. La misa acaba. Salen los adeptos y entran los turistas. Un par de autobuses han desembarcado un grupo guiado de extranjeros con pinganillo. Miembros del patronato de la Fundación Francisco Franco, entre ellos su presidente Juan Chicharro, se hacen fotos. Vienen acompañados por el empresario hostelero Chen Xiangwei, quien no para de recibir saludos y apretones de manos. Xiangwei regenta un bar en Madrid, conocido por estar decorado con simbologÃa franquista. Es preguntado si en su bar sirve «comida española». Él dice que sÃ. Le piden la dirección y él explica que tiene pensado moverse pronto porque no le renuevan el alquiler. Dice que ha comprado un local cercano. «¿Cuándo te mudas?», le preguntan. «El 1 de abril», contesta. «¡Hombre, el dÃa de la victoria!», le señalan, en alusión al dÃa de 1939 que marca el fin de la Guerra Civil. El empresario rÃe y añade: «SÃ, por eso». «Pregúntame cómo se va a llamar el bar», le dice Chen a su interlocutor, y casi sin esperar, lanza la respuesta: «Una, grande y libre».
Aunque visto desde allà parece un búnker, impenetrable y eterno, al regresar a Madrid por la A-6 es fácil recordar que el Valle tiene por delante un futuro ajetreado. El Gobierno tiene previsto trasladar los restos de José Antonio Primo de Rivera a «un lugar más discreto»; la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, le dio en unas declaraciones categorÃa de «vÃctima de la Guerra Civil» y, por ello, derecho a «estar ahû. El movimiento memorialista, en cambio, pide que salga del Valle. Habrá exhumación, con un destino u otro, de unos restos más simbólicos que cadavéricos, y será ya la tercera. Justo este año se cumplen 60 del traslado desde El Escorial al lugar en el que se encuentran.
Para quienes el tiempo también parecÃa haberse congelado, comienza a accionarse, tarde y lentamente, la maquinaria burocrática. Son los familiares de vÃctimas del franquismo enterrados en los columbarios bajo la basÃlica, cuyas exhumaciones deberÃan empezar a realizarse pronto pero no antes de Navidad, según estas fuentes. En el Valle de los CaÃdos hay actualmente 33.847 cadáveres, 12.530 sin identificar. Hay una tienda de regalos en el interior de la basÃlica, pero no hay ningún cartel, rótulo u octavilla que explique a los visitantes por qué están allà esos muertos y cómo llegaron. No se explica que la gran mayorÃa de los que fueron allà reinhumados, vÃctimas del franquismo, se trasladaron sin autorización y a espaldas de sus familias. Tampoco, que el último en ser trasladado allÃ, el alcalde de Villafranca del Penedés, fusilado en 1936 por los republicanos, lo hizo ya en democracia, en 1983, durante el Gobierno de Felipe González. El relato, incontrolable y opaco, queda al capricho del guÃa turÃstico.
https://www.eldiario.es/sociedad/Franco-franquismo-sigue-Valle-Caidos_0_965554286.html