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La desmemoria histórica de un pueblo que se llamó Azaña

El País, | 11 noviembre 2019

La cacicada de un comandante franquista hizo perder a Numancia de la Sagra su nombre de ocho siglos

 

El 18 de octubre de 1936, las tropas franquistas entraron en la localidad toledana de Azaña, a 40 kilómetros de Madrid. No tuvieron que pegar un solo tiro, pero los pegaron. Dejaron como un colador el cartel con el nombre del pueblo, que coincidía con el apellido del presidente de la República. Al día siguiente, el comandante Jesús Velasco reunió en el ayuntamiento a ocho vecinos, en sustitución de los concejales legítimos que se habían dado a la fuga, y puso la pistola sobre la mesa. “Recogiendo el sentir del pueblo”, según el acta del pleno, acordaron por unanimidad “solicitar de su Excelencia el Jefe del Estado [Franco] que en lo sucesivo esta villa lleve el nombre de Numancia de la Sagra [comarca esta última donde está ubicada], por el hecho trascendental de haber sido reconquistada por los gloriosos escuadrones del Regimiento de Numancia”.

No consta que nadie tuviera el ánimo de explicar al victorioso comandante que el pueblo no debía su nombre a don Manuel. Su etimología se remontaba al árabe al-saniya, en alusión a la aceña o molino de agua que aún figura en el escudo municipal. De un plumazo, ignorando la historia y las instrucciones de sus superiores, el militar franquista eliminó un topónimo de 800 años, que aparece por vez primera en un documento del rey Sancho III de 1158 y figura en escritos de Lope de Vega sobre la hija más ilustre de la localidad, sor Juana de la Cruz.

El 19 de octubre, coincidiendo con el 83 aniversario del cambio de nombre, se celebró en la antigua casa consistorial el Día de Azaña, que reunió a muchos de los más de 40 azañeros, los vecinos nacidos antes de la Guerra Civil, que todavía viven.

Clemente Serrano, de 94 años, aún recuerda la copla que se cantaba cuando él era niño: “Nuestro pueblo no quiere llamarse como El Verrugas, que se llame Numancia nos honra y nos orgulla”. Manuel Azaña nunca visitó el pueblo, pero sí conocía su existencia. Serrano cuenta que quien sería luego presidente de la IIª República asistió en 1925, como notario, a la legalización de la herencia de su padre, muerto cuatro meses antes de que él naciera.

Farmacéutico de profesión, el menor de siete hermanos, Clemente Serrano fue alcalde de la localidad durante 11 años, en la década de los noventa y principios del siglo XXI, por el PP, y se propuso recuperar el nombre tradicional porque “la historia”, repite aún hoy, “merece justicia”.

Sus compañeros de partido le dieron la espalda. Le decían que no convenía meterse en ese embrollo y que el cambio costaría mucho dinero porque habría que modificar desde las escrituras hasta los DNI, lo que no era cierto. “Yo le he elegido alcalde de Numancia, no de Azaña”, le espetó una vecina. Ya con Zapatero en La Moncloa, acudió a la Dirección General de la Memoria Histórica, donde se lavaron las manos alegando que la decisión dependía del consistorio.

Tampoco los alcaldes socialistas que le sucedieron se atrevieron a dar el paso, aunque limpiaron el callejero de la nomenclatura franquista. “Yo propuse incluir el cambio de nombre en nuestro programa electoral”, recuerda Iñaki Gauna, veterinario y exmilitante del PSOE. “Si hacemos eso no ganamos’, me respondieron. Y ¿para qué queremos ganar si tenemos que renunciar a nuestro programa?”

El actual alcalde, Juan Carlos Sánchez Trujillo, del PP, alega que el pueblo “tiene otras prioridades”, como la ocupación ilegal de casas vacías, el desempleo o el transporte (el tren pasa de largo por la estación y los vecinos deben desplazarse a Illescas, a cinco kilómetros, para tomarlo). Cuando se le insiste, alega que el tema genera “crispación” entre los vecinos y que quien lo intente “se meterá en un lío”.

Incluso los defensores de Azaña reconocen que, si el cambio se sometiera a referéndum, se perdería. La localidad ha multiplicado por cinco su población en los últimos 25 años, se ha convertido en un pueblo dormitorio de Madrid y el 90% de sus habitantes no ha conocido otro nombre que Numancia de la Sagra.

La celebración del Día de Azaña es “un acto de reconocimiento a nuestros mayores”, en palabras del alcalde, la oportunidad para que se encuentren azañeros que viven fuera con los que aún siguen en el pueblo.

Para Andrés Cenamor, coordinador local de IU, es mucho más. La moción que su grupo consiguió aprobar en 2012 pedía también que se explicaran “en los colegios e institutos los motivos” del cambio de denominación del municipio y que se recurriera a historiadores para que el desprecio al pasado no sea consecuencia de la ignorancia.

Hasta ahora se ha hecho muy poco, según Cenamor: una placa en la sede del antiguo ayuntamiento y una exposición de fotos del pueblo antes de la guerra. Demasiado tarde y demasiado lento para Inés, la tía de Andrés, veterana de los azañeros a sus 96 años. “Nació en Azaña y tiene derecho a morir en Azaña”, alega su sobrino.

https://elpais.com/politica/2019/11/02/actualidad/1572728470_298464.html