Palabras de Paz en el Archivo de la Guerra Civil
El valor cultural de los papeles del Congreso de Escritores Antifascistas de 1937 borra una vez más las polémicas políticas del Archivo de Salamanca
JESÚS GARCÍA CALERO –
Comenzamos un viaje al incendio intelectual que sufrió Europa en los años treinta, a través de los documentos que guarda el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Estos legajos tienen una importancia capital para nuestra cultura, que no se ha explorado todavía como se debería. De sus páginas amarillentas, mecanografiadas entre bombas y calcadas con carbón, surge a cada frase, a cada paso, una emocionante lección de historia, muy actual. Son papeles que merecen ser expuestos.
El viaje arranca en los documentos relativos al Congreso de Escritores Antifascistas que organizó, con patrocinio soviético, la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura, y que se celebró en Valencia en el verano de 1937, en plena Guerra Civil. Participaron algunos de los intelectuales más influyentes del mundo en ese momento. España era el campo de una batalla ideológica de resonancia mundial, además del encarnizado escenario de la guerra.
Ricardo Reyes y Octavio Paz
En el paso fronterizo de Port-Bou, el 4 de julio de 1937, el comisario jefe Julián Casas envía al mando de la División de Fronteras la lista de viajeros que han cruzado por su puesto. Casi setenta personas han entrado ese día en España: entre ellos destacados escritores como el chileno Pablo Neruda (consignado como Ricardo Reyes, junto a su pareja Delia del Carril), los cubanos Nicolás Guillén y Alejo Carpentier, o el poeta mexicano recién casado Octavio Paz y su esposa, Elena Garro de Paz (ella tenía 20 años y él 23 en aquel momento).
Todos los documentos que reseñamos aquí son el fruto de años de investigación de Policarpo Sánchez, presidente de la Asociación Salvemos el Archivo de Salamanca. Este listado de escritores entrando en España «hubo que hallarlo en largas horas de búsqueda entre miles y miles de nombres». Policarpo Sánchez era conocido hasta ahora sobre todo por señalar algunos errores en el cumplimiento de la Ley de devolución de papeles de Salamanca a Cataluña. Pero después de «constatar que el Gobierno catalán querría ver cerrado el Archivo, ha llegado el momento de resaltar su valor cultural. Ahí hay muchos documentos dignos de exponerse y de que los ciudadanos españoles, los verdaderos dueños de esta documentación, puedan acceder a ellos».
No todo lo que sabemos de aquellos días dejó rastro en Salamanca, pero los papeles subrayan hoy la importancia de aquel encuentro. Después de pasar a España por Port-Bou el 4 de julio, la delegación llegó a Madrid al día siguiente. Estuvieron en la Residencia de Estudiantes el día 6 y, Guillén, Paz, Mancisidor y Pellicer visitaron la redacción del ABC incautado el 7 de julio.
En aquel Madrid de frente más estable que el año anterior, el joven Octavio Paz lee su poema «No pasarán» el día 14 de julio: «Como pájaros ciegos, prisioneros,/ como temblantes alas detenidas/ o cánticos sujetos,/ suben amargamente/ hasta la luz aguda de los ojos/ y el desgarrado gesto de la boca,/ los latidos febriles de la sangre,/ petrificada ya, e irrevocable:/ No pasarán». Después de aquellos días, el grupo llega a Valencia el 31 de julio.
Contra André Gide
El Congreso convocado como altavoz solidario de la República española fue un éxito, pero tenía una debilidad manifiesta: las disensiones en la izquierda (denunciadas por George Orwell o Simone Weil) encontraron un altavoz notable en aquellas jornadas. Uno de los objetivos ocultos del Congreso era la condena pública de André Gide, un escritor que había visitado la URSS y había relatado en dos libros una visión parcialmente crítica del país de los soviets. Durante el congreso se le vilipendió públicamente, se le llamó «enemigo del pueblo», por haberse distanciado un milímetro de la disciplina en la opinión que Rusia imponía. La gran mayoría de los asistentes callaron ante los ataques. Algunos, como Bergamín, recibieron -y cumplieron- el encargo de condenar aquellas obras críticas con la URSS.
En septiembre, «Hora de España» publica un número dedicado al congreso. En él figura un poema de Octavio Paz, cuya copia mecanográfica ha quedado en el Archivo de Salamanca: «Elegía a un joven muerto en el frente», que relataba el final de un soldado «en el ardiente amanecer del mundo». En los primeros días de septiembre, Paz y el resto de congresistas acuden a Unión Radio en varias ocasiones para recitar poemas y leer textos de apoyo a la causa republicana. Allí, precisamente Paz lee un folio que también se conserva en el Archivo salmantino, en el que habla de su impresión al visitar España: «Si hay algo que no olvidaré jamás, es justamente la vida de la guerra, la vida que los españoles ganan a la muerte y a la guerra». Pero Paz no deja de señalar que «quizás en ningún país de la tierra dura ahora tan poco la juventud como en España», una frase llena de verdad trágica aunque estuviese envuelta entre las soflamas típicas del momento.
Los permisos para ir a la radio superan pruebas que la burocracia de la guerra hace casi imposibles. Permisos por cuatriplicado al gobierno civil, la oficina de prensa, el comité de control de Unión Radio y el mismo gobernador civil, todos signados con el «Salud y República» de aquellos días.
No es difícil seguir a los escritores hasta su salida de España, a finales de septiembre de 1937. La Comisaría General de Fronteras y Puertos emite una nota el 28 de septiembre al jefe de destacamento de La Junquera para que permita pasar a la delegación, eximiendo a las personas de la lista de mostrar «la correspondiente fotografía de orden del Sr. Director». La lista está llena de erratas. Leemos: «Octavio Carro de Paz, mejicano, con pasaporte de su nacionalidad nº A.3950, expedido por el Ministerio de R. Exteriores de Méjico en 3 de junio de 1937. Sale por la Junquera en auto, el 29-9-37». La misma Comisaría otorga el permiso a otro mexicano, David Alfaro Siqueiros, el 17 de octubre para salir por Port-Bou.
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