Conrado Escudero estrena el día 23 el documental “Lágrimas de guerra”
«Hay que reparar el daño a las víctimas, no se puede pasar página como si nada»
Mercedes Camacho. Ciudad Real
La Ley de Memoria Histórica cumplirá 10 años en 2017 y no son pocos los que consideran que es el momento de revitalizarla, aunque sigue habiendo quien aboga por su incumplimiento como hasta ahora alegando que en la Transición ya se cerró pagina. El problema es que para las víctimas y sus familias, esa página no se ha cerrado por mucho que algunos se empeñen en cubrir los dramas que se vivieron después de la Guerra Civil como consecuencia de la represión de los “vencedores” sobre los “vencidos”. Quizá, la mejor forma de entender la necesidad de que esta ley se impulse, y sobre todo que se cumpla de una forma real, es escuchando el dolor que aún sienten las víctimas que perdieron a sus familiares simplemente por tener unas ideas diferentes a las de quienes ostentaban el poder. Eso es lo que ha hecho el ciudarrealeño Conrado Escudero, que tras un profundo trabajo de investigación nos presenta a cuatro de estas víctimas para que sean ellas las que libremente narren sus dolorosas historias.
“Mi único objetivo con este documental es que quien lo vea reflexione, que lo hablen, que sean capaces de empatizar con personas que llevan años sufriendo un dolor injusto y que nadie se ha ocupado de reparar”.
Así presenta Conrado Escudero el documental “Lágrimas de Guerra”, que nació a partir de la herida sin cerrar de su propia madre, quien tuvo una hermana que presuntamente habría sido un bebé robado. “Vi su dolor, que se transmite también al resto de la familia. incluso a las terceras generaciones, y pensé que debía haber más víctimas en la misma situación”.
Y las encontró a través de las redes sociales, encontró a más de las que en principio imaginó, si bien muchas son aún reacias a contar su historia ante una cámara. Sin embargo, consiguió que cuatro de ellas narraran sus historias en el documental, cinco historias desgarradoras y muy representativas de lo que ocurrió tras la Guerra Civil, desde los asesinatos en las tapias del cementerio hasta los años en los campos de concentración o la cárcel, pasando por el exilio y los bebés robados.
“He llorado mucho con este documental porque los testimonios son muy duros”, confiesa aún emocionado Escudero, quien reconoce que ese dolor que pudo comprobar de primera mano le llevó a decidir no sólo dar a conocer estas historias -subrayadas con la música del galardonado y prestigioso compositor José Vicente Romero- sino también a incluir una parte reivindicativa que se completa con las opiniones de expertos como el profesor de Historia Contemporánea de la UCLM, Francisco Alía; el profesor de Antropología de la UNED, Julián López García; el integrante de la Federación “Foros por la Memoria”, Xulio García Bilbao; y el presidente de la Asociación “Adelante Bebés Robados”, Ángel Casero Hernández.
“Cuando escuchas tanto dolor, cuando ves cómo las víctimas se abren porque sólo quieres que las escuches, entiendes que no puede quedar ahí, que hay que reivindicar la reparación del daño porque no se puede pasar página como si nada. Hay que conocer estas historias porque hay gente que sigue con ese dolor y su daño no se ha reparado”, afirma rotundo el director y guionista del documental, que también ha contado en este proyecto con el apoyo de su hermano, José Carlos Escudero en la documentación, y de Alfonso Escamilla en el diseño gráfico.
Escudero recuerda cómo en el año 77 se aprobó una amnistía “injusta” y desde entonces sólo se ha actuado “como si en España no hubiera pasado nada” ya que, en su opinión, la Ley de Memoria Histórica no ha servido para nada “sólo para abrir algunos archivos hace 4 o 5 años, ya que hasta entonces no se ha dejado trabajar a los investigadores. Y su labor, la de quienes están intentando sacarlo todo a la luz, también tiene que darse a conocer”.
Y cree que es especialmente importante en un momento en el que se alzan voces en contra de llevar a cabo medidas incluidas en la Ley de Memoria Histórica. “Lo respeto porque son opiniones personales, pero no lo puedo comprender. Por eso les pediría que escuchen y sean empáticos, que se pongan en el lugar de estas personas, como por ejemplo Manuela, que se puso a llorar cuando le dije que había encontrado la documentación de su tío”.
En opinión de Escudero, es importante tener en cuenta que en la Guerra Civil hubo víctimas de los dos bandos, como ocurre en todas las guerras, pero que cuando ésta terminó hubo una durísima represión hacia los que perdieron, de forma que si de un bando hubo 50.000 víctimas durante la guerra, en el otro se calcula, porque ni siquiera se puede saber aún, que hubo 250.000 incluyendo los años posteriores al conflicto armado.
“Y no debemos, ni podemos, olvidar que la democracia actual se ha conformado no solamente con los que ganaron, sino también con los que perdieron. Ya es hora de que se reconozca a esas personas que forman parte de la democracia”, subraya, al tiempo que lamenta que no haya ocurrido hasta ahora.
En este sentido, hace hincapié en que “aqui llegaron unas personas, ocuparon el poder y se liaron a matar y a encarcelar personas sin que a día de hoy se haya reconocido a las víctimas igual que se hace, por ejemplo, con las víctimas del terrorismo. Es que a ellos ni siquiera se les llama víctimas cuando se las ha asesinado o encerrado injustamente”, por lo que reclama de las administraciones una mayor implicación para lograr que realmente se repare ese daño que pervive en varias generaciones de quienes lo sufrieron.
Además, Conrado Escudero asegura que su único objetivo es que este documental se vea lo máximo posible para llevar a reflexionar y hablar de ello a una sociedad “que también es víctima, en este caso víctima del silencio porque las administraciones nos han ido tapando los ojos. Y si no vemos, la historia se puede repetir en cualquier momento”.
En cuanto a las víctimas, explican en el documental que la mayoría solo quieren que se conozcan esas historias, que se anulen pública y administrativamente los procesos y los antecedentes, además de en el caso de Manuela tener acceso a los expedientes.
Sin duda un documental imprescindible que quien quiera verlo, podrá asistir a su estreno el próximo viernes 23 a las 19.00 horas en el Cine Paz de Miguelturra, donde hay un aforo de 300 personas, además del centenar de plazas que se han reservado para las víctimas y sus familias.
La dificultad de acceder a los documentos
Uno de los aspectos más difíciles en la realización de este trabajo, tal y como señala Conrado Escudero, ha sido conseguir la documentación, lo que ha retrasado la elaboración del documental, en el que ha invertido alrededor de seis meses.
“En los archivos no tienen claro dónde se encuentran los expedientes, ni siquiera si están en civiles o militares, por lo que he tenido que consultar varios en Ciudad Real, Albacete, Guadalajara, Madrid… Y aún así, hay documentos que no he encontrado y otros que me han llegado cuando ya estaba terminado el documental, lo que me ha obligado, esta misma semana, a cambiar algunos off del documental”.
Pero, además, considera que son “vergonzosas” las altas tasas que se imponen para poder utilizar el material en un trabajo que es de divulgación y que no tiene la intención de recaudar fondos.
“Por 60 segundos de video en la Filmoteca Nacional o una fotografía en la Biblioteca Nacional cobran tasas muy altas, cuando se trata de un material que es público y que debería ser de todos porque somos todos quienes sufragamos su mantenimiento”.
Sinopsis y ficha
La Guerra Civil española trajo la división más cruenta que hemos conocido a España, una guerra en la que hermanos, vecinos y conocidos se enfrentaron, en la que se mató, se asesinó y en la que se instauró el miedo y el silencio durante muchos años con la dictadura que impuso el General Francisco Franco, con unos primeros años de represalias durísimos sobre los que perdieron y con total impunidad para quienes estaban cerca del Régimen.
Ese dolor, ese miedo, sigue muy presente en quienes lo vivieron, en los familiares de las víctimas que siguen luchando para que no se olvide, quienes lo único que persiguen es que de una vez por todas se reconozca en nuestro país que sufrieron sin tener por qué y que perdieron a sus familiares sin razón alguna.
En el documental «Lagrimas de guerra» son cuatro los testimonios que hablan de cinco casos muy diversos de víctimas de la Guerra y los primeros años de dictadura. Casos reales, perfectamente documentados y recreados a través de documentos e imágenes de la época, provenientes de diferentes archivos, bibliotecas y centros de documentación de todo el país.
La historia de sus familiares queda perfectamente plasmada, pero sobre todo el sentimiento de dolor que les ha acompañado durante toda una vida. Es su particular forma de decir al conjunto de la sociedad que hay brechas que aún no se han cerrado, que la Administración tiene una asignatura pendiente con ellos y con miles de personas que se encuentran en una situación parecida, que España es el país que es también por aquellos que perdieron su vida, que sufrieron, y cuyo daño aún no se ha reparado.
Cuatro víctimas con cinco historias
Rogelia Alcalá Lozano vive en Manzanares y es la hija de Niceto Alcalá Cobos, a quien a las pocas semanas de estallar la Guerra Civil detuvieron y posteriormente asesinaron. Niceto, que no pertenecía a ningún partido político, estaba en un bar de Córdoba hablando con unos amigos sobre la situación del país cuando un conocido los denunció a la Guardia Civil, que los apresó y los mató. En el caso de Niceto, antes estuvo 40 días encerrado en prisión porque tenía una enfermedad y, cuando sanó, fue ejecutado. Su documentación se falsificó indicando que la causa de la muerte fue una neumonía fibrinosa y que falleció en el cuartel El Marrubial, cuando en realidad le pegaron un tiro en la tapia del cementerio de San Rafael en Córdoba.
Manuela Fernández Gutiérrez vive en Alicante y es la hija de Juan Víctor Manuel Fernández López y la sobrina de Antonio Fernández López. En el caso de su padre, le detuvieron al poco de finalizar la Guerra Civil por pertenecer al Partido Comunista y, al menos, estuvo cuatro años en prisión, aunque según la documentación encontrada su condena era de más de doce años. Por lo que se refiere a su tío Antonio, hermano de su padre, al terminar la guerra huyó de Fernán Caballero, donde llegó a ser alcalde durante unos meses. Quiso embarcar en el Stambrook, en el puerto de Alicante, pero como miles de republicanos se quedó en tierra. Tras su detención, fue trasladado al campo de concentración de Albatera, donde se le sometió a un “juicio” y se le condenó a muerte. Fue ejecutado en la tapia del cementerio de Ciudad Real donde, al parecer, sigue su cuerpo.
Pilar Parra Jimeno vive en Alcázar de San Juan y es hermana de José Parra Vaquero a quien no conoció hasta que no era adulta. José participó de voluntario en la Guerra Civil y, en los últimos días del conflicto, se marchó a uno de los campos de refugiados del sur de Francia, concretamente al de Argèles-sur-Mer. Tras participar en la II Guerra Mundial fijó su residencia en Francia y no fue hasta 1979 cuando regresó a Alcázar para reencontrarse con su familia porque el miedo y la dictadura le impidieron regresar antes a España. Cuarenta años estuvo en el exilio alejado de sus seres queridos y sin conocer a su hermana.
Filomena Donate Domínguez vive en Miguelturra, y es hermana de Conrada Donate Domínguez, un presunto caso de bebé robado. Tras la muerte de su madre al poco de nacer Conrada en 1945, las dos hermanas pasaron al cuidado de sus tías mientras el padre, a quien se le identificaba como ‘rojo’, trabajaba buscándose la vida para él y sus hijas en el campo. Eran años de pobreza y las tías decidieron llevar a la pequeña a la Casa Cuna de Ciudad Real, que gestionaban las Hijas de la Caridad, para que le dieran de comer y la atendieran. Al enterarse de la noticia el padre, fue a recogerla rápidamente pero su hija ya no estaba porque le dijeron que falleció. Los papeles acreditan que hay sospechas de que se trate de un “bebé robado” pues no hay registro de que haya sido enterrada en el cementerio de Ciudad Real, tal y como se especifica en el certificado de defunción.