Los republicanos eran «los buenos» y los franquistas «los malos»
Somos la nación del Valle de los CaÃdos, de las calles y estatuas dedicadas a asesinos, de «periodistas» y polÃticos que defienden públicamente a un maldito dictador
La noche de Reyes murió un hombre bueno. José Alcubierre pasó cuatro años y medio en el campo de concentración nazi de Mauthausen, donde vio cómo su padre, Miguel, era asesinado. Nunca fue reconocido como un héroe por el paÃs que le vio nacer. Ni él ni los miles de compatriotas que, por defender la libertad, acabaron en el peor de los infiernos creado por el ser humano. José murió como todos ellos: olvidado e ignorado por su Gobierno, por sus polÃticos, por su paÃs. José era español.
Mientras el niño prisionero de Mauthausen fallecÃa en el exilio francés, en esta España de Indas y Marhuendas conocÃamos el contenido de dos discursos reveladores. Una alcaldesa y un diputado autonómico del partido que gobierna España, gracias por cierto a los votos del PSOE, elogiaron la figura de Franco durante una cena organizada por la fundación que lleva el nombre del dictador. Mientras ella pedÃa un aplauso para «el mejor jefe de Estado español del siglo XX», él se enorgullecÃa de que su hijo de 14 años rebatiera «a su profesora comunista» diciéndole «que con Franco en España habÃa orden».
Estos hechos, el olvido del héroe y el aceptado ensalzamiento del asesino, demuestran lo que realmente pasa en nuestra querida España. Si hoy seguimos asÃ, sin resolver el problema de Historia y de Memoria que tiene este paÃs, es, entre otras cosas, porque los demócratas no hemos hablado con la suficiente claridad. No lo hicimos durante la Transición porque el aparato franquista tuteló ese proceso y lo condicionó con la permanente amenaza de acabar con él mediante su método favorito: el golpe de Estado. Y no lo hemos hecho durante los 40 años de democracia porque vivimos tan acomplejados que acabamos comprando el discurso de los herederos del dictador.
Solo asà se entiende que una mayorÃa de los españoles mantenga una absoluta equidistancia entre vÃctimas y verdugos, es decir, entre quienes defendieron la democracia republicana y aquellos que acabaron con ella gracias al apoyo de Adolf Hitler. De aquà es de donde surgen todas las anomalÃas y los anacronismos que avergonzarÃan a cualquier paÃs civilizado. Somos la nación del Valle de los CaÃdos, de las calles y estatuas dedicadas a asesinos, de «periodistas» y polÃticos que defienden públicamente a un maldito dictador.
Nunca es tarde para empezar y el paso más importante es reivindicar intelectualmente lo que deberÃa ser obvio y que, sin embargo, en nuestro paÃs suena casi revolucionario. Lo diré sin matices, con un lenguaje infantil que resulta muy necesario en este caso: los republicanos fueron «los buenos» y los franquistas «los malos». Hasta que no asumamos como sociedad esta evidencia histórica, no dejaremos de ser un paÃs democráticamente anormal.
Solo los neonazis y ultraderechistas cuestionan en Europa quienes fueron «los buenos» y quienes «los malos» en la II Guerra Mundial. El hecho de que los Aliados cometieran numerosas atrocidades, entre ellas los criminales bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagashaki, no hace que nadie cuestione la culpabilidad astronómica de Hitler y los suyos.
¿Se atreverÃa nuestro Rey a defender la misma impresentable equidistancia entre nazis y aliados que la que mantuvo entre demócratas y franquistas durante su mensaje de Nochebuena? ¿OsarÃa Felipe VI acusar a los descendientes de los judÃos gaseados en Birkenau de querer reabrir heridas por intentar honrar la memoria de sus vÃctimas? ¿HarÃa CampofrÃo un anuncio navideño equiparando a un SS con una guerrillera de la Resistencia o con un seguidor del Bayern de Munich? ¿EmitirÃa Telecinco una serie humanizando a Heinrich Himmler? ¿SerÃamos capaces de tener enterrado en un enorme mausoleo, cuidado por monjes benedictinos, a Adolf Hitler? ¿TolerarÃa nuestra Justicia una fundación que llevara el nombre del Führer?
Dicho todo esto vamos con los matices. Claro que es necesario analizar el periodo republicano, como todos, desde un rigor histórico objetivo alejado de cualquier idealismo. Claro que hubo «buenos» y «malos» en ambos bandos… Cerca de 50.000 personas fueron asesinadas extrajudicialmente durante la guerra en la España republicana. Es una cifra escandalosa e injustificable… como lo fueron los bombardeos aliados de Dresde o de Hamburgo. Y, sÃ, claro que hay que divulgar lo ocurrido en Paracuellos y en otros lugares donde se cometieron cobardes matanzas por parte de extremistas comunistas y anarquistas.
El problema para los nostálgicos del franquismo y para los cómplices del mismo, como parece ser nuestro Rey, es que los hechos históricos documentados nos alejan de la equidistancia. Dictadura frente a democracia; 150.000 asesinados por los sublevados frente a 50.000 por los republicanos; el terror, la muerte y la violación de mujeres como estrategia de guerra ordenada por los lÃderes golpistas frente a la actitud de los mandatarios de la República que intentaron controlar e incluso castigar los crÃmenes cometidos por sus exaltados; democracia, imperfecta pero democracia, con libertad, derechos sociales e igualdad frente a 40 años de oscuridad, crÃmenes de Estado, totalitarismo, machismo y miedo…
José Alcubierre fue un hombre bueno y Francisco Franco un asesino. Uno murió la pasada semana, olvidado en el exilio francés; el otro continúa enterrado en un gran mausoleo cerca de Madrid, tiene una estatua en Melilla y su apellido sigue presente en las calles y plazas de cientos de municipios españoles. ¿Somos o no somos una sociedad democráticamente enferma?
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