Artículos y Documentos

¿DEBE LA IZQUIERDA PEDIR PERDÓN?
por Floren Dimas - 03/04/2004




Saludos cordiales.

Un contertulio de una Lista sobre la Guerra Civil, parece establecer un cierto equilibrio testamentario entre dos representantes, de alguna forma emblemáticos de cada bando: José Antonio Primo de Rivera por el bando rebelde, y el Capitán Rodríguez Lozano por el bando gubernamental. Cada uno de éllos perdonando a los del bando opuesto en sus últimas voluntades, compiniendo así una especie de catársis mística entre las intenciones de dos víctimas de la injusticia. De entrada, esta exposición es una tergiversación de los hechos, ya que mientras el capitán R. Lozano (abuelo de ZP) fue ejecutado por los insurrectos en agosto de 1936 por ser leal a su promesa de fidelidad a la República, José Antonio lo fue por levantarse en armas y promover una guerra civil en noviembre del mismo año.

Perdonar… un ejercicio de generosidad que enaltece a quién la practica con particular valor en los momentos culminantes como son los previos a ser arrancados por la fuerza del mundo de los vivos.

Perdonar…

Hace algún tiempo, un obispo ultramontano se atrevía a lanzar al aire en "El País" su pregunta: ¿Cuándo pedirá perdón la izquierda por los crímenes cometidos por élla durante la guerra civil?.

A dicho obispo tuve el gusto de responderle y el disgusto de ser respondido… por carta privada. Me sumía Su Eminencia el Obispo de Canarias en un lenguaje epistolar en el que solo le faltaba excomulgarme si ello surtiera efecto en quien practica la filosofía del agnosticismo.

Pero volviendo a mi escrito en el que contestaba a Monseñor: le señalaba, que tanto durante la guerra como durante una larga posguerra de 40 años, no hubo español mayor de edad (y muchos que no lo eran aun)  que no pasase por la criba inquisidora del régimen de Franco. NI UN SOLO ESPAÑOL (y digo bien) declarado “desafecto" por los vencedores, dejó por saldar sus “culpas".

Efectivamente; por los tribunales militares pasaron los autores de crímenes de todo tipo siendo enviados a la fosa común pasando previamente por el piquete de ejecución …y de paso igualmente reservaron este trance, a 170.000 republicanos cuya “culpa" fue ser de izquierdas. O sospechosos de serlo.

La “justicia" franquista, apuró este afán liquidador llegando hasta el secuestro de los inculpados en países extranjeros, la acción de los tribunales para sentar en el banquillo a quiénes consideró reos por sus gravísimas responsabilidades. No quedó diligencia por hacer, ni gestión por apurar para que NINGUN CRIMEN cometido en zona republicana quedase impune.

…Y no quedó.

Pagaron todos: los autores, los cómplices, los inductores, los encubridores... los sospechosos, los familiares, los amigos, aquel que pasaba por allí cerca… En aquella vorágine de la posguerra, solo una cosa quedó clara: ningún republicano responsable en cualquier grado de un asesinato, se libró de ser ejecutado.

Evidentemente, no respondieron de sus excesos  los que cayeron durante la guerra por diversos motivos, ni los que murieron víctimas de las palizas o el hambre durante su detención, ni los que se  salvaron de ser baleados en un exilio desgarrador. De diferentes formas, rindieron cuentas pagándolas con sus vidas segadas o atormentadas. De cualquier manera, NADA ni NADIE quedó impone en el balance final de la “justicia" de Franco. Ni los fusilados, ni los muertos de hambre o apaleados, ni los fallecidos en el desarraigo de un exilio traumático, podían pedir perdon a nadie por nada, entre otras razones, porque deja de ser deudor quién paga su culpa.

Por esta razón, le comentaba al hoy ex Obispo de Canarias, Monseñor Echarren, la inoportunidad de sus arriesgas manifestaciones públicas, nombrando la soga en la casa del ahorcado, pues no cabe zaherirse (la Iglesia) de su pecado histórico de complicidad con el franquismo y con sus crímenes, con el socorrido recurso del “y tú más".

Ningún juez, ni fiscal, ni ministro… ¡¡¡NADIE!!! del inmenso aparato inquisitorial del régimen homicida del “caudillo", ha respondido de responsabilidad alguna. Esa abismal diferencia que separa la liquidación de las responsabilidades de uno y otro bando, es lo que deja fuera del debate  cualquier insano intento de establecer una simetría en el vidrioso tema de la represión.

Perdón…

¡Qué bella es la estética del perdón cuando se está en capilla! ¡Qué bálsamo de paz empapa las almas aterradas de quién sabe que perdonar les acerca más al Todopoderoso…! (¡Que curioso que los que perdonan lo hacen siempre mirando a Dios de reojo en sus escritos…!) ¿Pero, y el perdón de los ateos y de los agnósticos…?

Durante años de investigación, he logrado recopilar algunas cartas de republicanos escritas en los umbrales de su muerte. La palabra “perdón" solo está presente en quiénes de alguna manera se manifiestan creyentes, mientras que los demás, solo reservan sus últimos pensamientos para su familia y para sus amigos y para refrendar su lealtad a sus ideales –hurtando la acción de la censura con términos interpretables-

Yo no me atrevía a afirmar que el amor o el rencor sean la recapitulación postrer ante el piquete, si no que la acción de perdonar responde a la visión trascendente o intrascendente (filosóficamente considerado) de la existencia y ni una ni otra actitud aporta valores adicionales al gesto de enfrentarse a la muerte. El creyente, esperando la justicia del Más Allá, sabe que ya hay un juez inflexible que no computa los perdones sin el arrepentimento correspondiente y se enfrenta a su próximo fin con la convicción de que su sacrificio, a fin de cuentas, no es cosa grátis, importándole poco o nada el arrepentimiento de quién le mata.

Como contraste, al ateo le queda el desconsuelo de morir en la conciencia de que perdonar a sus enemigos no tiene sentido, porque al otro lado del cristal de la vida, nadie le pedirá cuentas ni a él ni a los que aprietan el gatillo con el dedo propio o con mano ajena. Tal vez, en algún caso, el mensaje evangélico pudiera explicar la virtud de perdonar. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" En la guerra civil española y en la posguerra de Franco, los asesinos SÍ QUE SABÍAN lo que hacían, por lo tanto, el perdón solo tenía un sentido: la oblación de un “mérito" cuya interpretación solo tiene esencialmente un sentido religioso.

A veces, cuando un condenado perdona, independientemente de aquellas motivaciones,  lo hace como si de una cláusula testamentaria se tratase, tratando de enviar a sus seres queridos un carga de energía positiva con que atenuar inconmensurables sentimientos de odio y de rencor en quiénes sabe que, al dolor de su pérdida, tendrán que enfrentarse con un universo de adversidades por su relación personal con él.

Así, la Izquierda no puede pedir perdón, porque pagó en proporciones incalculables, cayendo inocentes y culpables en un mar de revanchismo.

Ni iglesia, ni todos los responsables del Holocausto Franquismo, exculpados ilegítimamente por el Decreto de Amnistía de 1977, han pedido perdón y por ello todas sus víctimas serán acreedores al mismo por toda la Eternidad.

Floren Dimas