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Homenaje a Manoliño, el de Villalba
Imanol González Paradela - Rebelión - 04-09-2004

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=4139


Parece que Manoliño, el de Villalba, ha decidido presentarse nuevamente a las elecciones en Galiza. La verdad es que este individuo es digno de un homenaje. Y con esa sana intención hago este texto. Por que ¿acaso no es injusto que se realicen homenajes a alguien tan lejano, geográfica y físicamente, como Ronald Reagan (el terrorista) y no se haya dicho todavía ni una palabra sobre uno de los padres de la "madre patria"?.

Quiero, además, hacerle un homenaje por partida doble. Uno, por que el personaje se lo merece; y dos, por que considero una injusticia que los homenajes se realicen después de muertos. Es justo, pués, hacérselo ahora que está vivito y coleando.

Lo cierto es que Manoliño, el de Villalba, el fundador de Alianza Popular y uno de los padres ideológicos del anterior presidente del gobierno español, me recuerda a aquellos monjes protagonistas de la excelente novela de Humberto Eco "El nombre de la Rosa". Aquellos monjes de físicos decrépitos y de conciencias más oscuras y decrépitas aún. Creo que una de las mejores formas de definir a Manoliño, el de Villalba, pasa por acudir al sabio refranero castellano; en él encontraremos interesantes refranes en relación al clero y que le vienen "como anillo al dedo".

El primero que se me ocurre es el de A Dios rogando y con el mazo dando. Y es que este impresentable que ahora se llama demócrata es el mismo que consideró en su día un atropello inadmisible que se detuviera al asesino y genocida Pinochet (Al fraile y al cochino no hay más que enseñarle una vez el camino).

Creo que cuando muera, podrá hacerlo tranquilo. Con la seguridad de que se hará justicia con su memoria; y que se le recordará como lo que fue: ministro de información y turismo en 1962, colaborador estrecho y aplicado del Régimen franquista (Más vale cagarruta de oveja que bendición de obispo), estrecho y aplicado colaborador del régimen que asesinó a cinco hombres el 27 de septiembre de 1975, miembro del ministerio del interior responsable de los sucesos de Gasteiz en los que murieron cuatro huelguistas y otros cincuenta quedaron heridos de bala (La cruz en los pechos y el diablo en los hechos).

Manoliño, el de Villalba, es un impresentable cuya palabra no vale nada. Y también por esto se le recordará. Un impresentable capaz de condenar los atentados de ETA, pero incapaz de condenar los muchísimo más atroces crímenes de las dictaduras chilena y argentina (Cara de beato y uñas de gato).

Pero Manoliño, el de Villalba, no es sólo un antidemócrata, es además un insulto a la inteligencia, un escupitajo en la cara de la gente que razona. Cómo entender sino aquellas palabras pronunciadas en 1999 en las que decía: En estos momentos, en Chile lo que se discute es la posibilidad de salir de una etapa de emergencia, de volver a la normalidad, a lo cual ha contribuido todo el mundo a su manera, incluido Pinochet. (El que fue monaguillo y después Abad, sabe lo que hacen los mozos tras el Altar). Ni una sola palabra tuvo para Allende. Ni una sola palabra para recordar que Salvador Allende representaba la voluntad popular y la normalidad democrática. (Bien predica el ayunar quién acaba de almorzar).

Manoliño, el de Villalba, gran admirador de Franco que nunca ha condenado el régimen franquista, es el fundador del P.P. y el mentor de Ansar. Es preciso recordar que este impresentable que ahora se llama demócrata llegó a definir al gobierno de Franco como el mejor gobierno del siglo XX (Tres cosas hacen al hombre medrar: iglesia, mar o casa real), y al parecer, su más reciente contribución a la historia ha sido realizar un prólogo de un libro que, escrito por un amigo suyo (Sr. Bereiro), niega la existencia del holocausto (Aunque muera el obispo ha de andar el aguijón).

Manoliño, el de Villalba, pertenece a estos demócratas de nuevo cuño (Pedíamos a Dios obispo y vínonos el pedrisco) que se han permitido el lujo de cerrar periódicos y radios, de ilegalizar opciones políticas y de criminalizar a un importante sector de la ciudadanía, mientras ellos continúan sin condenar el franquismo, hablando de \"régimen anterior\" sin incluir condena alguna al respecto (De dinero y santidad, la mitad de la mitad).

Como he dicho al inicio, la función primordial de los homenajes es la de hacer justicia. Y es de justicia en este caso recordar la estrecha relación que existió entre el homenajeado y el asesino y mala bestia de Melitón Manzanas, aquél torturador a quien el gobierno del P.P. concedió la Gran Cruz de la Real Órden del Reconocimiento Civil (Hízose mi hijo monaguillo y tornóseme diablillo).

No dude, pues, Manolillo, el de Villalba, que la historia le pondrá en su sitio, y de que pasará a ésta no sólo como un franquista impresentabe, sino que también podría pasar como un lelo, un tonto, un gili, ...pues cómo, sino, olvidar aquél famoso suceso de Palomares, y aquél baño junto al embajador USA. Y es que es de lelos creer que se puede ocultar la verdad durante mucho tiempo. Después se supo que el baño no fue en el lugar del suceso, sino en una playa lejana. (De los curas y de los mulos cuanto más lejos más seguros).

Da la impresión de que para Manoliño, el de Villalba, la democracia es como la virgen del Henar, a la que unos iban para verla y otros para robar.

Manoliño, el Villalba, como el cura de Morote: viejo, chocho y simplote.