Artículos y Documentos

España. República de Trabajadores
Iliá Ehrenburg - 14 de abril del 2004

http://www.rebelion.org/spain/040414ili.htm


Rebelión

lIliá Ehrenburg (1891-1967) fue quizás el periodista y hombre de letras soviético más leído de la época estalinista. Pasó largos periodos de su vida en la Europa occidental, y hablaba correctamente francés y castellano. Los siguientes fragmentos corresponden a algunos artículos que Ehrenburg escribió en el otoño de 1931 durante su visita a la República española.

[...] Conozco bien la pobreza humillada y envidiosa. En cambio, no encuentro palabras para cantar como se merece la pobreza noble de España, la de los campesinos de Sanabria, la de los jornaleros de Córdoba y Jerez, la de los obreros de San Fernando y Sagunto, la de los desamparados que en el Sur cantan canciones lastimeras, la de los pobre que en Cataluña bailan gentiles sardanas, la de los que, desarmados, hacen frente a la guardia civil, la de los que se hacinan ahora en las cárceles republicanas, la de los que luchan y sonríen, la del pueblo, en fin, pueblo severo, valiente, cariñoso. España no es Carmen, ni son los toreros, ni es Alonso, ni Cambó, ni la diplomacia de Lerroux, ni las novelas de Blasco Ibáñez, ni todo lo que el país exporta al extranjero junto, revuelto con los chulos argentinos y el "málaga" de Perpiñán. No, España, son veinte millones de Quijotes andrajosos y un montón de rocas estériles, aleado todo con una amarga injusticia. España es las canciones tristes como el murmullo del olivo seco, el zumbido de los huelguistas entre los cuales no hay un solo esquirol. España es la bondad innata, el amor al prójimo, la caridad. España es un gran país que supo conservar el ardor juvenil a pesar de todos los esfuerzos que hicieron para apagárselo los inquisidores, los parásitos, los Borbones, los caballeros de industria, los pasteleros, los ingleses, los matones, los mercenarios y los chulos blasonados...

[...] El valor, esa virtud histórica del pueblo español, sólo se conserva entre los obreros y campesinos. A la primera señal de peligro, el rey huyó al extranjero. Los generales, héroes de la guerra marroquí, mueren viejos en los lechos caseros. Los patriotas de Cataluña juran que están dispuestos a morir por la patria, pero lo que en realidad hacen es ganar dinero negociando con Madrid. Antes negociaban con Primo de Rivera; ahora negocian con la República. Los periodistas organizan en los cafés conspiraciones inofensivas, pero ponen a salvo la pelleja, asegurándose con buenas relaciones. Sólo los obreros y los campesinos saben morir. Los fusilaba la guardi civil del rey. Los sigue fusilando la guardia civil de la República. Pero ellos saben avanzar contra los fusiles alzando las manos inermes.

Madrid. Septiembre. Una manifestación. Un comunista pronuncia un discurso subido en el zócalo de una casa. Es un obrero. Le escuchan los vecinos del barrio de Cuatro Caminos, obreros y artesanos. Suenan disparos... El orador continúa hablando. La muchedumbre continúa escuchando...

Apenas pasa día sin que los periódicos comuniquen: "En Gijón los obreros se negaron a dispersarse. Un muerto, dos heridos. En la provincia de Granada, una colisión entre la guardia civil y los campesinos: tres muertos. En Sevilla, dos... En Bilbao, cuatro... En Badajoz, uno..."

Disparan. El obrero sigue hablando. Los demás siguen escuchando. Una vieja canción española canta el valor. Pero eso era antaño, cuando la tenacidad loada por los trovadores no se reducía todavía a los torneos celebrados en honor de esta o aquella dama o en homenaje al rey. La vieja canción española dice: "Mi ornato son mis armas, mi descanso es la pelea, mi lecho las piedras, mi sueño siempre el velar..." Esta canción tienen derechoa a cantarla hoy no los salteadores de la guerra de Marruecos, ni los héroes de la República que negociaron con Alfonso su viaje de Madrid a París; tienen derecho a cantarla los campesinos y obreros, los sindicalistas y los comunistas. Verdad es que éstos no tienen aún armas con que "adornarse". En cambio, hace tiempo que su lecho son las piedras duras, y amando el descanso demuestran ahora que su "descanso" puede resultar muy peligroso para el sueño mullido de la República.