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Otra democracia, ¿Otra República es posible?
Jose M. Delgado - Re(d)forma en Serio - 14 de abril del 2004


La ciudadanía española, la clase obrera, no concibe la república sino en abstracto y desde luego como opuesta a la monarquía. En abstracto, esto es, en tanto que concepto universal y por ello referido a repúblicas realmente existentes, a sus contenidos democráticos reales, homologados o supuestos cuando se les pide ser más precisos, como forma de gobierno opuesta a la monarquía, al actual monarca español, en todo caso.

Si por lo demás constatamos que el Sr. D. Juan Carlos de Borbón no carece ni muchos menos de simpatías populares, que la memoria de la II República es percibida mayoritariamente con los tintes ambivalentes de un régimen semirrevolucionario, inquietantes al cabo, cuando no remotos (si bien en menor medida que en décadas pasadas gracias a la labor de las entidades dedicadas a la recuperación de la memoria histórica) quizá debamos colegir que la III República no tiene la menor oportunidad de convertirse en aspiración democrática para los ciudadanos españoles a corto plazo.

Parece casi imposible deslindar la memoria de la II Republica de la legitima aspiración democrática a la III y sin embargo esa sería una precondición a la que los republicanos españoles deberían someter cualquier estratégia hacia ella que merezca tal nombre, pero no, ni mucho menos, en aras de un supuesto moderantismo fuera de lugar, sino por razones tan obvias como la necesidad de no hipotecar un esperanzador futuro democrático a un pasado tan aciago, doloroso y frustrado, pensando en sumar y no en restar.

Ello no debería significar otra cosa que desmitificar la II República, lo que viene a ser equivalente a contextualizarla en su época, el período de entreguerras donde el descrédito de la democracia liberal llegó por sus propios "méritos" a las mayores cotas, habida cuenta que la desigualdad social extrema convertía el elemental igualitarismo republicano en papel mojado, al tiempo que las tendencias revolucionarias en auge, comunista y fascista coadyuvaban a descalificarla aún más. La amenaza fascista, además, en España, a través de la CEDA, - antes que desde Falange, que solo empezó a dejar de ser un minúsculo grupo cuando se les incorporó la juventudes de Renovación Española - se hallaba alentada por la omnipresente y poderosa complicidad de la iglesia católica que ya había ensallado su versión mas o menos sincrética del fascismo en Austria.

Aparece, pues, como necesidad democrática una nueva pedagogia respecto de la II República española menos centrada en el conflicto y más en sus logros reformistas en la enseñanza, la Universidad, las libertades civiles, la libertad de costumbres, la emancipación de la mujer, la construcción de viviendas populares, el esfuerzo ingente por erradicar el analfabetismo, la separación iglesia-estado, las mejoras en las condiciones de trabajo y en sus conquistas artísticas y culturales.

Naturalmente nada de lo arriba escrito tendría sentido sino creyéramos en el caracter intempestivo al día de hoy de la disyuntiva "Reforma, versus Ruptura" tal y como se planteó a la muerte del dictador, la ausencia de pertinencia del dilema saldado con los Pactos de la Moncloa (que supuso la desactivación de las potencialidades revolucionarias de las que se hallaba cargado el movimiento obrero) y la aprobación en referéndun de la Constitución de 1978.

Ciertamente, las circunstancias en las que se elaboró y refrendó el texto constitucional, bajo el chantaje permanente al golpe de estado militar y las provocaciones de los atentados de ETA, el carácter no expresamente constituyentes de las Cortes que la elaboró, la inexistencia de un gobierno provisional, y sobre todo la ausencia de un referéndum previo en el que los españoles hubieran podido elegir entre Monarquía o República, tal y como sucedió en Grecia a la caída de la dictadura de los coroneles, vale decir, el ausente programa minimo de los que defendíamos la Ruptura democrática con el régimen franquista, exigencias por lo demás escrupulosamente democráticas, no podían por menos que permitirnos, como a otros, cuestionar la legitimidad de origen de la Constitución.

Cabría recordar aquí, lejos de resentimiento alguno, la tremenda frustración y amargura de los que nos habíamos dejado la juventud en lucha contra la dictadura, que pagamos con detenciones, torturas y encarcelamiento una vida dedicada a la causa de la legitimidad republicana, a la hora de digerir lo indigerible: la aceptación de los planes de salida de la Dictadura de la clase politica tardofranquista por el Partido Comunista de España (el PSOE nada contaba para nosotros, por razones que ahora no hacen al caso) y su inmediata dedicación a hacernoslo tragar a los activistas de izquierdas que fuimos desacalificados, desautorizados, ninguneados, amenazados en cada asamblea de fábrica, en la Universidad, en los hospitales, por los militantes del PCE, ellos mismos neoconversos al posibilismo seudodemocrático de la noche a la mañana, convencidos (con tan escasas como honrosas excepciones) por la audacia derechista de Santiago Carrillo, elevado a la categoría de Gran Pensador, Supre mo Estratega, que había salvado a España de una nueva guerra civil, que por lo demás no merecía la pena "por una franja morada en la bandera", como algún documental de la época nos recuerda.

Agua pasada, en efecto, pero al cabo una traición, a una causa, la de la legitimidad republicana, la del sacrificio de sus mejores militantes y de otras organizaciones de izquierdas, que dejó tan profundo sedimento y marcó tan honda huella en el PCE, conformó de tal modo el imaginario de sus militantes como no podía ser de otro modo al descubrirse a sí mismos, ¡y encantados!, a tantos que se creyeron "incendiarios" convertidos en "bomberos", a revolucionarios convertidos en personas "de orden", que necesitaron finalmente huir del comunismo "por coherencia democrática", aunque fuera aprendida en el último minuto.

Dígase lo que se diga al ex-alcalde de Córdoba le cupo la honra de poner sobre sus goznes a la "entidad comunista" - como escribe ultimamente - tratar de hacer de la coalición de izquierdas un instrumento comprometido con la democracia en sentido fuerte y con las necesidades e intereses de los no propietarios. Pero ya era demasiado tarde: el ansia por "tocar poder", el posibilismo sin principios de tantos afiliados a IU y a CCOO se convertía en carrera incontenible hacia...casi cualquier parte. Diez años de "descubrimiento" de la democracia bajo la dirección de Santiago Carrillo y del discípulo aplicado Antonio Gutiérrez dan sin duda para mucho.

A pesar de tantas y tales servidumbres y a pesar igualmente del detectable déficit democrático presente en la Constitución de 1978 y al que luego nos referiremos, que duda cabe que en base a ella se ha construido el armazón legal de un estado democrático de derecho homologable con los de Europa Occidental, por lo tanto parece justo subrayar la legitimidad sobrevenida del texto del 78 y por consiguiente la endeblez politica de su impugnación en base a las aducidas razones de ausencia de legitimidad de origen.

Empero, nada mas lejos de nuestra intención que pretender descalificar a los republicanos que se conducen como si estuviera vigente la antigua disyuntiva Reforma versus Ruptura: nada se opone a que su republicanismo politico, antes al contrario, defienda con mas coherencia que nadie las necesarias reformas politicas que el movimiento contra la guerra, los activistas antiglobalización exigen, a llevar hasta el extremo de sus posibilidades legales la reforma de la Constitución en relación con la iniciativa legislativa popular, el artículo 87.3 en dirección a que los ciudadanos puedan efectivamente impedir a un gobierno implicar a España en una guerra, por cercano y necesario ejemplo, los artículos de la ley de leyes relativos a referendum, el 92, y a la reforma constitucional 167 y 168, la derogación de la ley orgánica 2/1980 reguladora de la distintas modalidades de referendum, la ley de bases de régimen local, la escandalosa y antiigualitaria ley electoral, como los artículos 68.2 y 68.3 con el propósito de impugnar a la provincia como circunscripción electoral y deba tener 2 diputados fijos, la ley Orgánica 5/1985 de Régimen Electoral General, nada se opone en el plano de la teoría y de la coherencia republicana a denunciar la legislación neoliberal que ha desmontado las conquistas obreras (la famosa desregulación) y que ha convertido en papel mojado "el estado social y democrático de derecho" y a los trabajadores en mercancía. Nada pues, tampoco, puede oponerse a llevar hasta el ultimo peldaño del Congreso, con la ciudadanía en marcha, la cada vez mas extendida sentencia popular que asegura de la ley de leyes "que en lo que tiene de bueno no se cumple y en lo que tiene de malo no se puede cambiar".

Ardúa tarea, la del republicanismo politico si pretende interesar al republicanismo cívico de a pié de calle, a muchos de los cuales la memoria de la II República le importa menos que la lucha contra la guerra global, la especulación inmobiliaria, el armametismo creciente o el imparable deterioro medioambiental. Con todo debe intentarlo y debe conseguirlo, interesar por la República a los Republicantes porque no siempre les va a durar la paciencia, y porque mañana, ante el previsible bloqueo de las proposiciones de reformas, manipulaciones, intentos de criminalización, pudieran negar la mayor y cuestionarse la legitimidad que llegó a ser sobrevenida de la democracia española, hasta que la involución neoliberal dió al traste con ella.

14 de abril de 2004.

¡Viva la República Española!