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Los maquis reclaman dignidad. Remedios Montero y Florián García relatan su experiencia como guerrilleros antifranquistas
Levante - julio 2004

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UNA HISTORIA EN VIDA. FLORIÁN Y REMEDIOS, CON SU LIBRO, EN VILLA ELISA, AYER.


Susana Barberá, Castelló

Remedios Montero conocida como Celia y Florián García como El Grande son un matrimonio de ex guerrilleros que actualmente reside en Valencia y que ayer participó en una mesa redonda en el curso de verano Guerriller@s celebrado en Villa Elisa y organizado por la Universitat Jaume I. Ambos piden a la Generalitat Valenciana las compensaciones económicas por los servicios prestados contra el franquismo durante la Guerra Civil española y la posguerra porque como apuntó Celia, «el resto de comunidades autónomas sí que han cumplido esta deuda y la Generalitat Valenciana lo tiene aprobado desde hace dos años, pero al parecer no le interesa».

Remedios ha recogido sus vivencias en Historia de Celia (Memorias de una guerrillera antifascista). En él narra que cuando acabó la guerra, tenía 13 años y en Cuenca, de donde es natural, había maquis, los que se subieron a las montañas para seguir luchando por los ideales de la República. Remedios y su familia los ayudaban. Concretamente ella, según cuenta, participaba activamente con su amiga Esperanza. Les dejaban la comida a los guerrilleros escondida y volvían luego a sus casas. «Pero muchas veces no era fácil porque en un pueblo pequeño todo el mundo te conoce. A mi amiga y yo nos íbamos hasta la ciudad más cerca y más grande, que era Cuenca, para pasar desapercibidas».

Pero un día las cosas se pusieron mal y tuvieron que dejar el pueblo y subirse al monte con los de la guerrilla porque nos habían descubierto. «Entonces me tuve que cambiar de nombre y me pusieron Celia. A los pocos meses los guardias mataron a mi hermanos y a mi padre. Y eso fue un duro golpe. Luego pasó a Francia cuando pudo y en uno de sus viajes al interior, para ayudar a pasar la frontera a camaradas comunistas, fue delatada y detenida». Estuvo ocho años y medio en la cárcel. Luego le llegó el exilio hasta 1978. Marchó a Praga a trabajar para sus camaradas y allí se reencontró con su actual marido, Florián García. Ahora viven en Valencia y participan en cursos para que ese pasado no se olvide. Ni la dignidad.