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Otros testimonios
sobre la carretera Málaga-Almería
El mundo fluía, en este momento, en un único
sentido.
André Malraux: L’Espoir
Un médico, el jefe de Servicio Canadiense de Transfusión
de Sangre, había venido con ellos. Un anciano, reducido
a tendones y nervios, de esa vejez correosa que sólo
parece existir en los campesinos, llamaba, llevando en el
brazo izquierdo replegado un niño de pocos meses.
Muchas y muy grandes angustias podían verse a lo largo
del camino, pero quizá el hombre es más vulnerable
a la infancia que a cualquier otra debilidad: el médico
hizo detener el automóvil...
André Malraux: L’Espoir
Los ochenta niños del orfanato esperábamos
en la acera, cada uno con su ropa y alguna cosa más
en un hatillo, a que llegaran unos autobuses del Socorro
Rojo que iban a llevarnos. El gentío que pasaba era
enorme. Llegaron los autobuses y toda la gente quería
subir. En ese momento alguien dio la alarma y apareció un
avión que, siguiendo la línea de la carretera,
ametrallaba y bombardeaba a baja altura. Muchos salimos corriendo
a refugiarnos en el campo; otros prefirieron quedarse en
el autobús para asegurarse la plaza hasta Almería.
Cuando se marchó después de hacer varias pasadas
en las que arrojó bombas incendiarias, volvimos y
encontramos nuestro equipaje y los autobuses ardiendo: los
que se quedaron estaban muertos. Todo el mundo trataba de
reencontrarse, pero del grupo de niños quedamos diez;
de los demás y de los profesores no volvimos a saber
nada en todo el camino. Y los diez, juntos y solos, nos fuimos
hasta Almería.
Miguel Escalona, superviviente: 10
años en 1937
Al llegar al Faro de Torrox empezaron los
bombardeos de los barcos...
Hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron el pecho, pero no murió;
mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban y trataban de encontrarse,
pero dieron una voz de que los heridos se fueran a un coche y, como mi tía
y su madre estaban heridas, las metieron en el coche. Y yo me quedé sola
y me perdí...
Ana Pérez Rey, superviviente: 9 años
en 1937
La aviación nos bombardeó por
la Cuesta de los Caracolillos. Había unos acantilados
muy pronunciados y la gente o se iba para el monte o para
la orilla. Mi familia se dispersó; yo estaba al lado
de un malecón. Oíamos silbar las bombas muy
cerca. Cuando dejaron de bombardear vi muertos por todas
partes. Tratamos de reunirnos la familia, pero allí se
perdió una hermana mía, la más pequeñita,
que tenía ocho años; el resto nos fuimos reuniendo
al rato de ir adelante, sin mi hermana. Pasada una hora iba
con otra familia cogida de un carrito pequeño, y la
vi yo... (en este momento el relator rompe a llorar).
Cristóbal Criado Moreno, superviviente:
16 años en 1937
También nos ametrallaron desde los
aviones. Mis padres nos cubrían con sus cuerpos...
Rosendo Fuentes, superviviente: 12 años
en 1937
En la recta de Adra, no se veía la
carretera: era tanta la gente que caminaba hacia Almería,
que todo el camino era una mancha de gente.
José Ginés, superviviente: 20 años
en 1937
Nunca he olvidado a aquella mujer que, herida
por un obús, en medio de un charco de sangre amamantaba
y abrazaba a su hijo de dos meses.
Miguel Escalona, superviviente: 10 años
en 1937
Lo mismo que pasó en la carreta de
Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo
viendo, muchas veces en el cine y en la televisión.
Creo que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo
de lo que posteriormente sucedió en otras guerras.
Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a
la población civil fue a nosotros, en aquella carretera:
ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a
la salida.
Rosendo Fuentes Ayllón, 12 años en
1937
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