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LA SAVIA DE LA LITERESA. Una novela caudal, necesaria, que revive el heroísmo y la tragedia de aquellos guerrilleros anónimos: los maquis aragoneses
El Periódico de Aragón - 03/12/2004

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=153672


JUAN Bolea



He aquí una de esas novelas que justifican cinco años de duro y entregado trabajo, y que referencian a un autor. Al zaragozano Jorge Cortés Pellicer, en este caso, quien merecidamente disfruta de la difusión y las buenas críticas de La savia de la literesa , su torrencial novela sobre los maquis en Aragón.

Parece ser que el autor, una vez encimada la labor documental, vaciló con el género a elegir para dar salida a su arduo acopio de datos, nombres, episodios, memorias. Si emplearse en un libro de carácter histórico, una suerte de monumental monografía, o entrar de lleno en el campo de la ficción mediante un relato extenso y veraz que proporcionase al lector una imagen vívida (y vivida, si tenemos en cuenta la autenticidad y el rigor de los testimonios) sobre aquellas partidas de guerrilleros que recorrían las sierras aragonesas en agónica lucha contra Francisco Franco, los falangistas, la Guardia Civil, el nuevo orden establecido tras el golpe de Estado del 36. Por fortuna, Cortés escogió esta última vía. El resultado --La savia de la literesa -- es una novela hercúlea, vibrante, escrita con técnica compleja (híbrida de relato exterior, omnisciente, con las voces subjetivas y diferenciadas de los maquis), y con un notable dominio del tempo , la escenografía, el flash-back y los recursos motores de tantas historias confluyentes como se nos van relatando.

El autor centra la acción --que combina, gracias a los recursos antes descritos, el memorialismo y la dramaturgia-- en una partida de maquis englobados en la Agrupación Levante--Aragón. Miquel, un tipógrafo zaragozano; Mariano, un albañil cincovillés; Joaquín y Víctor, agricultores; Fermín, un carpintero oscense; Raimundo, un practicante asturiano, o Matías, un sastre andaluz, dan vida, en la ficción, a otros tantos revolucionarios empeñados en combatir el ya inevitable asentamiento del régimen. Comunistas, anarquistas, sí, pero también paisanos republicanos que se echaron al monte para impedir represalias. Merced a la capacidad recreativa del autor los vemos deslizarse entre los peñascos de la Sierra de Santo Domingo, durmiendo en cuevas, o al abrigo del bosque raso, siempre con el armamento al alcance de la mano, alertas siempre, la cabeza fría y el corazón encogido por lo desesperado y desesperanzado de su lucha. Los vemos repartir pasquines por los pueblos que en la ilusión de una victoria militar caen sobre su momentáneo dominio; los vemos fabricar clandestinas emisoras de radio sobre los troncos de los árboles, sujetando una dinamo y dando vueltas a la manivela hasta producir corriente; los vemos ocultarse en cuevas donde sus cómplice depositaban leche enlatada, azúcar francés, máquinas de escribir mapas, cuartillas, papel de carboncillo, ejemplares de Mundo Obrero , banderas republicanas, dinamita, detonantes, munición. Los vemos asaltar el convoy Zaragoza--Sagunto, volar sus vagones, o avanzar de noche por los Monegros, de sierra a sierra, siguiendo la ruta que llamaban "de la sardina". Una novela caudal, imponente, necesaria, escrita a pulso y con pulso, que revive el heroísmo y la tragedia de aquellos guerrilleros anónimos que escribieron su historia con savia de literesas.

*Escritor y periodista