La quinta clandestina. Los fundadores de CCOO destacan la solidaridad y los riesgos de la lucha sindical hace 40 años
El Periódico de Catalunya - 06/03/2005
 Homenajeados De izquierda a dercha, Vicenç Lizano, Antonio Sánchez, Antonio Sorribas, Narcís Artau, Carme Bosch y Tomás Antón, en el Saló de Cent de Barcelona, ayer. Foto: CARLOS MONTAÑÉS
Los pasquines del sindicato corrían incluso en lavabos de fábricas
J. G. ALBALAT / A. FUENTES BARCELONA
"Nunca he ido tanto a misa como en los años 50 y 60, cuando creamos las primeras comisiones obreras en las fábricas". Es el testimonio de Tomás Antón, uno de los fundadores del sindicato CCOO. Él forma parte de la quinta de la clandestinidad, una generación de obreros comprometidos y muchos de ellos militantes comunistas que se colaron en el sindicalismo vertical oficial del franquismo desde dentro. De eso hace ya 40 años. Tras ser homenajeado en un acto de conmemoración del 40° aniversario de CCOO de Catalunya celebrado ayer, Antón recordó los tiempos en los que, tras acabar la jornada en la fábrica de Pegaso de la Sagrera de Barcelona, se reunían en casa de un cura del barrio. "Fue una auténtica escuela de luchadores de izquierda". Un compañero de fábrica, Antonio Sorribas, explica algunas de las primeras reivindicaciones: "Pedíamos cosas básicas para mejorar las condiciones de trabajo, como uniformes, botas protectoras y agua caliente en las duchas". Pagaban "cinco duros" de las antiguas pesetas cada mes para sufragar los gastos de esas comisiones obreras embrionarias, además de otras cantidades para la caja de resistencia cuando había que ayudar a compañeros en algún conflicto.
Solidaridad entre obreros La solidaridad que había entre los trabajadores e incluso con los vecinos de barrios obreros es, para Vicenç Lizano, otro veterano de CCOO, una de las características de aquel periodo de ebullición en las fábricas. La información del nuevo sindicato en gestación circulaba por canales alternativos insospechados. "Llevábamos pasquines y los dejábamos en los lavabos y en los vestuarios", relata Antón. Estas maniobras no siempre acababan bien. Con frecuencia, acababan en manos de la Guardia Civil o de la policía. En el currículum de estos veteranos, suele haber detenciones e incluso torturas. Ángel Rozas, de 77 años, acumula 16 detenciones por su militancia en el sindicato y en el PSUC. En la memoria están las palizas de la policía y la coincidencia con Jordi Pujol en la Modelo. Máximo, su apodo en la clandestinidad, recuerda que fue elegido en 1949 enlace sindical en la fábrica de abrasivos Serra Capel Hermanos. Sus inquietudes reivindicativas le hicieron militar primero en la Hermandad Obrera de Acción Católica. Pero allí le llegaron a llamar comunista. "No sabía entonces lo que era y empecé a buscar su significado y a relacionarme con grupos anarquistas y después comunistas". En 1954 contactó, mediante un compañero, con el PSUC, donde ocupó cargos de dirección. Ayer viajaron de la clandestinidad a recibir el reconocimiento del presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. "Hace 40 años era muy emocionante. En cambio ahora todo es legal y hay otros retos", afirmó Antonio Sánchez, extrabajador de Pirelli en Manresa.
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