Las infancias truncadas
Diario Sur - 04/11/2005
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La escritora Juana Salabert recoge en 'Hijas de la ira' los testimonios de diez mujeres para las que la guerra civil, la posguerra y la dictadura franquista fueron los escenarios de su niñez y adolescencia
ELENA SIERRA/
EL último libro de Juana Salabert es, casi, la respuesta a las dudas de su hija. En realidad, a la de varias generaciones a las que sus padres y abuelos no han contado historias de guerra y dictadura «por miedo. Un miedo que en muchas zonas de España sigue siendo real, porque todavía recuerdan el horror de la entrada de los franquistas en sus pueblos», comenta la escritora. La narración de experiencias de este tipo es el argumento de 'Hijas de la ira. Vidas rotas por la guerra civil', publicado por Plaza & Janés.
Cuando su hija Irina tenía nueve años, escuchó una conversación entre Juana y sus tías sobre otra mujer de la familia, «la tía abuela Rafaela», que había estado en prisión. A la niña aquello le pareció algo exótico, algo raro. «Y tuve que explicarle, como me he dado cuenta de que hay que hacer con los más jóvenes, que la cárcel la ha padecido muchísima gente y no por ser violadores o ladrones, sino por ser demócratas».
La diferencia con otras publicaciones que bucean en los años de la contienda civil y de la represión franquista es que Salabert (París, 1962) ha puesto la mirada en lo que la guerra y la dictadura significaron para las mujeres. «No me gusta marcar diferencias en ese sentido, en el de los sexos, pero con lo que sucedió después, creo que todo el mundo perdió la guerra, y las mujeres muchísimo más», explica la autora.
La peor parte
«Bastante traumático es padecer una guerra, sobre todo una civil, que separa a las familias, como para perder todos los derechos y la apertura que se vivía con la II República». Basta desgranar situaciones habituales: «La mujer pasa a ser considerada una absoluta subnormal. Se le impide comprar un piso o disponer de sus bienes libremente si no es con el permiso de su marido o su padre. Y su educación se reduce a la iglesia, la iglesia... y poco más», ilustra Salabert, hija de exiliados en Francia.
La escritora, además, ha querido describir lo que la guerra supuso para las niñas de la época. «Se ha hablado mucho de los niños de la guerra, pero muy poco de las niñas», sentencia. Crías que crecieron bajo las bombas, con la amenaza y la realidad de la cárcel por ser hijas de rojos; que vieron morir a sus padres y madres; que perdieron la oportunidad de estudiar y de viajar; que tuvieron que cruzar una frontera a pie o subirse a un barco, y exiliarse a países lejanos. Hoy son mujeres a las que los petardos y los fuegos artificiales ponen los pelos de punta porque les recuerdan el sufrimiento de la guerra.
Su libro refleja diez historias de infancias truncadas. Sus vidas continuaron, pero no como debieron haber sido. «No es un libro político. Es un libro de vidas cotidianas, famosas o no, de mujeres que tuvieron que exiliarse, que pasar por la cárcel en plena adolescencia, que reconstruyeron sus vidas durante y después de la guerra», detalla Juana Salabert. «Es una catástrofe que en plena infancia te caigan bombas sobre la cabeza, que no tengas una alimentación adecuada, que no te escolaricen», continúa la escritora.
Distintas procedencias
Para ese recorrido por la memoria colectiva -«que tengo la sensación de que no se enseña en clase, que no se da historia contemporánea y que se pasa de puntillas sobre ella», expresa la autora- ha elegido a diez mujeres muy distintas. Se trataba de contar vidas, testimonios y experiencias de mujeres «de muy diversas procedencias, pero demócratas. Tenía claro que sólo podían ser demócratas».
Algunas eran amigas de sus padres, como la pintora Victoria Pujolar Amat, que aguantó los bombardeos en Barcelona, huyó con su familia a Francia y después tuvo que huir de allí por los nazis. Entonces volvió a España y fue torturada por el régimen franquista. De su último exilio no volvería hasta la muerte de Franco.
Otras, como Ana María Matute y Julia Gutiérrez Caba, ofrecen testimonios muy distintos. Los de niñas de buenas familias que terminan encerradas en sus casas porque, recuerdan, salir a la calle era muy peligroso. Hablan del miedo a las bombas y de la ruptura con sus vidas anteriores, tranquilas vidas de niñas burguesas. Continuaron creciendo en España, aunque otras de sus compañeras de libro, de buenas familias vinculadas a la izquierda, tuvieron que hacerlo al otro lado del océano.
Las palabras de Ángeles Losada acercan al lector a la parte más horrible de la guerra civil: ante sus ojos, desaparece todo lo que había conocido. Fue testigo del asesinato de su padre y cómo su hermana moría «de miedo». Vio cómo su madre se echaba al monte con el maquis. Moriría en 1949 apresada por la Guardia Civil, mientras la adolescente Ángeles purgaba desde hacía años la pena de ser su hija en diversas cárceles españolas.
La memoria de los niños
Salabert asegura que su intención no es reabrir heridas. «Esa etapa está superada y por eso mismo hay que hablar de ella. Estas mujeres no piden revancha, sólo quieren contar su experiencia». No es la primera vez que la autora, nacida en París por obra y gracia de la dictadura pero residente en Madrid, fija su mirada en las vivencias de niños en en contexto de una guerra.
La novela 'Velódromo de invierno', que ahora se traduce al francés, cuenta el drama de una niña judía durante la ocupación nazi de Francia y la deportación de hebreos a los campos de concentración. «De pequeña me marcó la foto, en un libro de texto, de una cría que murió en el velódromo. No lo pude olvidar jamás», recuerda la escritora. «Y mi madre me repetía que bajo ninguna circunstancia podíamos olvidar lo que le había ocurrido al pueblo judío y gitano europeo. Me prometí que a mi manera, desde la ficción, haría un homenaje», concluye Salabert.
El mismo homenaje que rinde en 'Hijas de la ira' a aquellas niñas que perdieron su infancia bajo otras bombas no muy distintas.
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