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"¿Aquí duerme el Caudillo?" La mayoría de visitantes de El Valle de los Caídos demuestra indiferencia y desconocimiento
El Periódico de Catalunya - 27/03/2005



La gallina El escudo franquista. Foto: AGUSTÍN CATALÁN


Muchos no saben que allí reposan Franco y Primo de Rivera

LUZ SANCHIS
MADRID

Cuando Franco inauguró la Santa Cruz del Valle de los Caídos no podía imaginarse que, 46 años después, una de los comentarios que podría escucharse a las puertas del monumento sería: "Carles, estic a la tomba del Paquito. Què li dic?" Carme, una señora de Igualada que pasa sus vacaciones de Semana Santa en Madrid, se ríe a carcajadas pero, una vez apaga su móvil, no se atreve a repetir la respuesta del tal Carles porque dice que incluye tacos. "Es que es un amigo muy antifranquista y quería llamarle desde aquí para que me dijera alguna de sus barbaridades", explica Carme.
Aunque la visión del monumento satisface a unos --los menos-- y transmite mal rollo a la mayoría, la afluencia de visitantes indica que El Valle de los Caídos sigue siendo parada obligatoria para los que visitan Madrid. Ayer, en torno a las o­nce de la mañana y bajo una intensa lluvia, ya había un centenar de visitantes que esperaba pacientemente a que se abriesen las puertas de la basílica. Dos horas después, despejado el cielo, unas 300 personas paseaban por la explanada antes de entrar a visitar el mausoleo.
Todos habían pagado sus cinco euros de entrada pero algunos no tenían claro ni qué iban a ver. "Sé que lo hizo Franco pero nada más. Ni idea de lo que hay dentro", dice Javier, un estudiante sevillano. Sus amigos le susurran que lo que hay dentro son los restos del dictador y del fundador de la Falange. Javier se encoge de hombros, pone cara de "¡Ah! Pues vale" y empieza a vaciar sus bolsillos de llaves y monedas para pasar el arco detector de metales que hay a la entrada del templo.
Cuelgamuros, una finca de 1.377 hectáreas perteneciente al término municipal de El Escorial, fue el marco incomparable que Franco encontró para levantar un monumento funerario en honor a los caídos de la guerra civil. Aunque las web filofranquistas insisten en que rinde memoria a los muertos de ambos bandos, el hecho de que los presos republicanos trabajaran en su construcción --se les prometía reducción de condena-- y de que el dictador y Primo de Rivera fuesen enterrados en la basílica, convirtió desde el principio El Valle de los Caídos en un monumento a su victoria.
Del conjunto arquitectónico, lo que más impresiona a los visitantes es la gigantesca cruz, de 150 metros de altura, que corona la cripta excavada en la roca. "¿No se caerá, no?", es uno de los comentarios más comunes. Una vez dentro, la gente pasea por el amplio pasillo central -- el Caudillo obligó a doblar su anchura porque en una de sus visitas para supervisar la obra dijo que aquello "parecía el Metro"-- sin prestar demasiada atención ni a los tapices que lo decoran ni a las esculturas que talló Juan de Ávalos.
Frente al altar mayor se encuentra una lápida sencilla protegida por un cordón y decorada por un ramo de flores. Sólo pone José Antonio, lo que provoca que los más ignorantes en cuestión de historia o los más jóvenes se pierdan: "José Antonio ¿qué? Si no pone ni el apellido". Una vez se les ilustra y se les indica que la tumba de Franco está al otro lado, la reacción es "¿Aquí duerme el Caudillo? ¿En serio?".
La mayoría de la gente de a pie no compara el monumento con las estatuas de Franco que acaban de ser retiradas en Madrid y Guadalajara. "Si el Gobierno hace algo con esto y pone una placa que aluda a la concordia o a la paz me parece bien. Lo que está claro es que no es cuestión de tirar todo esto al suelo porque llevó mucho trabajo levantarlo", opina Igor, un chaval de Bilbao que también aprovechó ayer para hacer la excursión completa. El paquete incluye Valle de los Caídos, monasterio de El Escorial y cochinillo en uno de los asadores cercanos. Su novia, Oihane, confiesa que artísticamente "no mata" pero dice que es "parte de la historia y hay que respetarlo".
Aunque hay grupos de turistas brasileños, franceses y japoneses, la afluencia de catalanes es notable. Vicenç y Albert son dos de ellos. Protestan porque la entrada les ha parecido "un robo" para lo que ven. "Si no piensas cómo se hizo, está bien. Pero me sabe mal pagar por lo que simboliza". Laura, una joven de 21 años que les acompaña, dice saberlo todo sobre el monumento porque le encargaron un trabajo cuando estudiaba 2° de Bachillerato: "Me chupé muchos vídeos del Nodo y vi cómo explotaban a los rojos".
Una vez frente a la tumba de Franco, toca foto. Unos, con ademán de respeto. Otros, formando el signo de la victoria con sus dedos. El que parece más feliz es un chico que sonríe al mirar la lapida. A la salida, prueba que es seguidor de Siniestro Total porque la canción que tararea entre risas junto a sus amigos se llama Y bailaré sobre tu tumba.