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Hilo directo con el Vaticano. Estados Unidos siempre buscó información de primera mano sobre las relaciones entre el régimen y la Iglesia española
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 01/08/2005 - La Vanguardia


MONSEÑOR CASAROLI advirtió a EE. UU. el 4 de enero de 1970 de los "fuertes contrastes generales" entre España y el Vaticano

El papel de la Iglesia católica en la España de Franco fue observado muy de cerca por la Casa Blanca, que trataba de comprender en cada momento el significado de unas relaciones tan atípicas y tan difíciles de asimilar para los norteamericanos. De hecho, en el soterrado conflicto entre ambos países motivado por la falta de libertad para los protestantes - del que nos ocupamos en capítulos anteriores-, EE. UU. no acertó a comprender cómo el omnipotente Franco no solucionó el problema de un plumazo. Pero sí comprendió que entender a la Iglesia era imprescindible para conocer a su aliado del sur de Europa. Entonces, EE. UU. se informó, analizó y escribió. De sus documentos se desprende que rápidamente percibió que una cosa era la Iglesia española y otra el Vaticano, con el que mantuvo hilo directo.

El Primero de Mayo de 1955 el Departamento de Estado elaboró un extenso documento confidencial dedicado exclusivamente a analizar la "función de la Iglesia católica" en España, evidentemente con el fin de que sus funcionarios o agentes en misión oficial pudieran desenvolverse mejor en nuestro país. El texto comienza así: "La religión en España es prácticamente sinónimo del catolicismo romano. La Iglesia es uno de los principales beneficiarios del régimen actual, así como uno de sus principales apoyos. Esta estrecha relación entre la religión y el gobierno tiene sus raíces en la historia española, en el carácter de la propia Iglesia, y en la naturaleza del régimen actual".

Tras esta introducción sigue un repaso a la historia religiosa española que se remonta a los Reyes Católicos y pasa por la Inquisición y la centenaria "lucha contra la Reforma protestante", hasta explicar - y son sus palabras- que "una de las causas principales de la revolución de 1936 fue la reacción de los elementos conservadores contra la separación de la Iglesia por la Segunda República". Pero ¿qué pensaban o cómo veían los norteamericanos las relaciones Iglesia-Estado en España hacia el final de la década de los cincuenta? Dos párrafos dan la respuesta: "En la actualidad, la Iglesia española permanece única entre las instituciones religiosas de Europa Occidental en su incansable intento de gobernar toda la vida moral y educacional del país, y en su adherencia inflexible a una estricta interpretación del dogma. Los puntos de vista extremos de la mayoría de sus ministros, que ya no son compartidos en general por la comunidad católica mundial, han hecho que muchos españoles, que normalmente serían buenos católicos, hayan caído en un estricto anticlericalismo".

"Esta pérdida de apoyo popular - continúa el texto- que se ha producido durante los últimos 200-300 años es también el resultado de la política de la Iglesia de aliarse cada vez más a los grupos conservadores y más pudientes - en lugar de hacerlo con la gran masa del pueblo-, de adquirir gran poder financiero y de participar activamente en política. El catolicismo fue restablecido por el régimen actual como la religión del Estado, de lo que se derivan en favor de la Iglesia importantes controles legales sobre la vida del pueblo español. Además, está subvencionada por el Estado, está representada en las más altas instituciones gubernamentales y por ley debe ser consultada sobre cualquier posi-ble sucesor de Franco". Según los analistas norteamericanos, el mayor dilema al que se enfrentaba la Iglesia española camino de los años sesenta era encontrar el modo de convencer al pueblo de que estaba preocupada por sus privaciones, sin debilitar al gobierno de Franco.

Los autores del informe tenían noticia, pero no daban nombres, de que "cada vez más prelados influyentes, principalmente del ala de influencia vaticana de la Iglesia, han urgido al gobierno a llevar a cabo reformas sociales y económicas y han hecho un llamamiento sobre las clases adineradas para que voluntariamente compartan su riqueza". "Sin embargo, este criticismo raramente se ha dirigido a los principios fundamentales del régimen o a la persona del jefe de Estado".

Otro asunto que fue rápidamente detectado por EE. UU. fue la actitud del los sacerdotes del País Vasco, que constituía "uno de los problemas más difíciles para la Iglesia". La perspectiva estadounidense les permitió escribir de "la disidencia de una gran parte del clero vasco, en una región marcada por su separatismo y oposición al régimen actual".

Pero al mismo tiempo, a criterio norteamericano, el País Vasco era "una de las regiones más sólidamente conservadoras y católicas de España". "Durante la Guerra Civil - advertían- las provincias vascas lucharon, sin embargo, por la República y sufrieron fuertes represalias después de la victoria nacionalista. Además, las tendencias centralistas del gobierno actual y su supresión de los idiomas regionales también irrita al clero vasco". Los norteamericanos opinaban que Franco debía tomar muchas medidas conciliadoras antes de que se lograra "una plena reconciliación entre el régimen y la mayoría de los clérigos vascos".

Como hemos señalado al comienzo de este reportaje sobre documentos desclasificados por EE. UU. relativos a España y la Iglesia, la Casa Blanca siempre estuvo muy atenta y recabó su propia información. Por ejemplo, fue el entonces recién llegado nuncio papal en España, monseñor Riberi, el que, en septiembre de 1962, distinguió los planteamientos religiosos del Vaticano de los de la Iglesia española. Riberi se lo dijo en Madrid a Paul Hoffman, de The New York Times, que inmediatamente lo transmitió a su embajada en la capital. Los datos quedaron clasificados para uso oficial exclusivamente.

Riberi dejó claro a su interlocutor que pensaba que la Iglesia debía causar una influencia liberal en España y que debía concentrarse en obtener beneficios sociales para el pueblo español. Era obvio, le dijo, que esta idea no resultaba de especial simpatía para los personajes más conservadores de la jerarquía española. El embajador vaticano en España no ocultó que tenía la sensación de que había llegado bajo circunstancias muy poco propicias, en el sentido de que tanto el gobierno de Franco como la jerarquía de la Iglesia española sentían que él tenía puntos de vista mucho más liberales que su predecesor. Por lo tanto, había sido recibido con frialdad. No obstante, refirió que creía que las cosas estaban ahora mejorando, hasta el grado de que Franco le había pedido que oficiara en el bautizo de su último nieto.

Ocho años más tarde, el 4 de enero de 1970, el entonces arzobispo Agostino Casaroli, el secretario de Estado vaticano que se convirtió durante los pontificados de Pablo VI y Juan Pablo II en uno de los más agudos diplomáticos de la Iglesia, conversó sobre España con el embajador de EE. UU. en Roma. Sus comentarios llegaron el mismo día a la Casa Blanca en forma de telegrama. Casaroli - una fuente a la que había que proteger, es decir, ocultar- explicó a los estadounidenses que España tenía un gran interés en hablar con Pablo VI, debido a los "fuertes contrastes generales en España en torno a las relaciones Iglesia-Estado". En otras palabras, la distancia entre la política del Vaticano y el franquismo se hacía cada vez mayor, y ésa era la razón principal que empujaba, según Casaroli, al ministro español López Bravo a entrevistarse con el Papa en un momento en el que se renegociaba el concordato prácticamente en secreto.

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: La Casa Blanca acudió a Montserrat / 24

TENSAS RELACIONES
El Vaticano consideraba a España "fuera de o­nda"
IÑAKI ELLAKURÍA - 01/08/2005

El 26 de enero de 1970 el ministro López Bravo se reunió en Roma durante 45 minutos con el Papa Pablo VI. Después de la reunión, monseñor Casaroli, secretario de Estado del Vaticano, dijo al espionaje estadounidense que las relaciones de España con la Santa Sede eran tensas. Los norteamericanos, en un documento considerado secreto, afirmaban lo siguiente: "Dudamos seriamente que López Bravo logre alterar la determinación del Vaticano de liberalizar la Iglesia española o lograr que la Santa Sede presione a la jerarquía española para que abandone" su postura.

Según el informe estadounidense, el Vaticano "deseará, y esto no está relacionado con la solicitud de López Bravo, pedir prudencia a los arzobispos españoles, cuando parece que se está creando una situación nada favorable para la Iglesia". A pesar de la dificultad - un tira y afloja interminable-, desde Roma conseguían sus objetivos: "En situaciones delicadas en España, el Vaticano parece determinado a dar dos pasos firmes hacia delante y luego un paso atrás, así logra parte de sus objetivos, mientras da la impresión de compromiso con España".

Para EE. UU. la mala relación de las autoridades esclesiásticas romanas con el gobierno español quedaban patentes en, por ejemplo, la negativa reacción del régimen español ante ciertos mensajes papales: "Casaroli nos ha dicho que España puso objeciones a la publicación de mensajes de paz del Papa; a ojos del Vaticano, el gobierno español está fuera de o­nda con respecto al resto del mundo católico". -