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La CIA quería que Nasser desapareciera. En febrero de 1971 López Bravo hizo de intermediario entre Estados Unidos y Egipto para terciar en el conflicto con Israel
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 07/08/2005 - La Vanguardia


EGIPTO ADVIRTIÓ POR medio del ministro español que la URSS entraría en guerra en caso de un nuevo enfrentamiento con Israel

El 23 de febrero de 1971 el secretario de Estado de la Administración Nixon, William Rogers, escribió una amabilísima carta al ministro de Asuntos Exteriores español, Gregorio López Bravo, en la que le agradecía su labor de mediación en Oriente Medio. Rogers tenía motivos para hacerlo, pues la diplomacia española, por indicación de Washington, tendía lazos con el Egipto de Sadat. Tal como Rogers y López Bravo habían acordado, el español informó a su colega norteamericano del alcance de sus conversaciones en El Cairo. La memoria que escribió López Bravo y los documentos relativos a aquellas conversaciones los guardaba Estados Unidos bajo el sello de secreto. En ellos se dice que Sadat tenía pruebas de que la CIA deseaba que Nasser desapareciera.

Fue el 11 de febrero de 1971 cuando López Bravo escribió desde Madrid a su "querido colega y amigo" Williams P. Rogers para informarle de que acababa de regresar de El Cairo, donde había tenido una serie de conversaciones "prácticamente ininterrumpidas durante todo el día con el presidente Sadat, el doctor Fawzi (primer ministro)", y, "particularmente", con su "colega Riad".

López Bravo informaba a su colega norteamericano en virtud de un encuentro anterior que habían mantenido en Washington, durante el cual Rogers le había dicho que la influencia española podría ser muy útil para la causa de la paz en Oriente Medio. Cumplida la misión, el ministro español anunció al secretario de Estado la existencia de un "alto grado de confianza con los dirigentes egipcios". Junto a la carta, López Bravo adjuntó dos extensos documentos; uno referente a los puntos de vista expresados por los líderes egipcios y otro sobre su impresión personal del viaje. Sin duda las frases más impactantes están en el apartado titulado por el ministro español "puntos de vista de los dirigentes egipcios, señores Sadat, Fawzi y Riad", escrito en EL Cairo y que lleva fecha de 10 de febrero. En el documento, que es un resumen de lo dicho por los egipcios, se dice que "quizá sólo España puede hacer que Washington llegue a tener una visión más realista de la situación presente" y que en Egipto "tienen conciencia de que la muerte de Nasser significa un cambio de régimen en la República Árabe Unida...".

Como se recordará, tras la derrota de la guerra de los Seis Días, Gamal Abdel Nasser dimitió, pero se vio obligado a regresar al poder ante la aclamación popular. El 28 de octubre de 1970 murió de un ataque al corazón y le sucedió Anuar El Sadat.

Pues bien, según escribió López Bravo recogiendo las palabras de sus interlocutores egipcios, "la muerte de Nasser tiene un sentido especial en cuanto a las relaciones con Estados Unidos, ya que el difunto presidente estimaba que había sido abandonado por Estados Unidos y que en ese país, concretamente por parte de la CIA, se deseaba su desaparición; afirman que poseen pruebas de ello en cintas magnetofónicas".

Transmitido tan alarmante mensaje, del que no hay ninguna otra referencia en los informes españoles enviados a Washington, el ministro comunicó a Rogers la posición del Egipto de Sadat ante el eterno problema israelí. Por ejemplo, le informó de que le decían que "la solución al conflicto del Próxi-mo Oriente tiene que venir de Estados Unidos y no de Israel" y de que hasta ese momento (1971) a los egipcios las comunicaciones que recibían de la Casa Blanca les parecían evasivas. También le señaló que "mientras para Egipto la guerra supone un gran peso económico, aunque ello no le ha impedido proseguir su industrialización, Israel ha recibido un apoyo extraordinario de EE. UU., pudiendo mantener un progeso del que algunas grandes potencias serían incapaces".

Más adelante, López Bravo comunicó algo que sonaba más a peligrosa advertencia que a mero mensaje: la posible entrada directa de la URSS en el conflicto. Según le habían dicho en El Cairo, "en caso de un nuevo enfrentamiento armado de la República Árabe Unida (la efímera unión de Siria y Egipto, RAU) con Israel, la Unión Soviética, aunque no desea la guerra, tendría que apoyar a la RAU y luchar con todas las consecuencias, por la necesidad de defender a sus instructores y oficiales que se encuentran en la RAU".

Los egipcios consideraban que las gestión norteamericana en busca de la paz era "muy lenta, falta de imaginación e ineficaz", lo que contrastaba con "la gravedad de la situación". Los egipcios pidieron insistentemente al español que les hiciera saber los deseos de EE. UU., tanto para evitar más violencia como para las futuras relaciones con Sadat.

Pero no todo lo que llevó López Bravo hasta Washington fueron inquietantes revelaciones, advertencias rozando la amenaza y preguntas. También trasladó propuestas egipcias para una solución del conflicto con Israel. El gobierno egipcio informó al ministro español de que la RAU estaba dispuesta a restablecer relaciones diplomáticas con Estados

Unidos y reconocer a Israel, permitiéndole el uso del canal de Suez como a los demás países, "así como la navegación por los estrechos de Tirán".

La propuesta egipcia estaba condicionada al cumplimiento de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la o­nU, de 22 de noviembre de 1967, en la que expresaba "su constante preocupación por la grave situación de Oriente Medio", hablaba de la "la inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante la guerra y la necesidad de trabajar por una paz justa y duradera en la que cada Estado de la zona pueda vivir con seguridad". A renglón seguido, la resolución 242 pedía "la retirada de las fuerzas armadas de Israel de los territorios ocupados en el conflicto reciente" y una "solución justa al problema de los refugiados".

En caso de caminar en la dirección indicada, Egipto aseguró a EE. UU. por medio de López Bravo que estaba dispuesto "a admitir como garantía, después de la retirada de Israel a las fronteras anteriores a la ocupación de junio de 1967, la presencia de una fuerza internacional creada por el Consejo de Seguridad, en el pasillo de Gaza, en Sharm El Sheij y, si se decidiese una zona desmilitarizada a lo largo de la frontera, también en esta zona, para vigilarla".

En cuanto a los palestinos, Egipto consideraba que "una parte importante de ellos (quizá hasta dos tercios) podría situarse entre la zona de Gaza y la orilla izquierda del Jordán; al propio territorio de Israel podría reintegrarse una pequeña parte, en forma escalonada, para evitar problemas de adapta

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo Edición: Iñaki Ellakuría Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: Objetivo: intimidar a España / 30

REFLEXIONES TRAS LA MISIÓN
López Bravo: "En Egipto hay hoy menos ardor panárabe"
IÑAKI ELLAKURÍA - 07/08/2005

Una vez en Madrid, tras su misión diplomática en Egipto, el ministro de Asuntos Exteriores español Gregorio López Bravo escribió el 11 de febrero de 1971 unas conclusiones que completaban su informe para los norteamericanos. López Bravo creía que la coyuntura propiciaba un gesto diplomático de la Casa Blanca para con los árabes: "Si EE. UU. encuentra posible tener un gesto para con la RAU (formada por Egipto y Siria), se fortalecerá a los elementos civiles y moderados de su gobierno, y ello ayudaría a conseguir la paz".

El ministro español durante su visita había palpado cierto cambio en el país árabe y señaló: "En Egipto es claro que existe hoy menos ardor panárabe y mucha mayor preocupación por los problemas internos".

Pero no sólo EE. UU. tenía que mover ficha para solucionar el conflicto en Oriente Medio. "Israel debe concretar las garantías que precisa para retirarse del Sinaí", dijo López Bravo al secretario de Estado de la Administración Nixon, William Rogers, en su intento de que la Casa Blanca tuviera una visión más realista de la crisis.

El español concluyó el informe sobre su misión recalcando la necesidad de que las partes implicadas optaran por la vía diplomática, así se podrían aclarar los "malentendidos que se han ido acumulando en el transcurso de los años, y además sería necesario un esfuerzo para aclarar la mente de cada uno respecto de las auténticas intenciones y necesidades del otro". -