Kennedy y su espada de Toledo. El 9 de octubre de 1963, España acató que el acuerdo de las bases no era el reconocimiento del régimen por parte de EE.UU.
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 13/08/2005 - La Vanguardia
EL MINISTRO CASTIELLA reveló al presidente norteamericano los planes españoles para la independencia de Guinea
Las relaciones entre Franco y John Fitzgerald Kennedy nunca pasaron de protocolarias o incluso llegaron a la descortesía, como se evidenció en el capítulo 31 de esta serie de reportajes. Y así fue desde el principio y mientras duró. Una nota secreta de 22 de diciembre de 1960 dice exactamente que una fuente de Falange a la que identifican como Enrique Ruiz García les había informado que el saludo de Franco con motivo del nombramiento del presidente norteamericano había sido "hecho sin entusiasmo"; una frase que resume el espíritu que caracterizó las relaciones de Kennedy con la España franquista. Pero, antipatías aparte, lo cierto es que siempre flotó en el aire la prórroga del convenio militar con EE. UU., que vencía el 26 de septiembre de 1963 y que era "militarmente esencial para la seguridad de EE. UU.", tal como consta textualmente en un memorando interno y secreto de 14 de junio de 1962. Cuando, tras la firma del nuevo acuerdo hispano-norteamericano, finalmente Kennedy recibió al ministro Castiella, la anécdota en torno a una espada toledana adornó un encuentro en el que el ministro español acató explícitamente que EE. UU. no apoyaba el franquismo.
El 10 de octubre de 1963 la prensa española recogía en portada que el presidente Kennedy había conferenciado la víspera en la Casa Blanca con el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, en lo que se consideraba - en España- la culminación de una visita a EE. UU. de óptimos resultados. En realidad, de la conversación, que duró cincuenta minutos, no trascendió nada, más allá de la mención de Castiella a la "tradicional no injerencia americana en asuntos internos" españoles y de una alusión a la satisfacción de ambas partes por haber alcanzado - en septiembre- un nuevo acuerdo militar. Pero ni un detalle de lo hablado.
Como no podía ser de otro modo, existe un acta del encuentro que recoge al detalle el contenido, entonces inalcanzable para los periodistas, de aquella entrevista. El encuentro fue a las 10 de la mañana, en la Casa Blanca. Estaban presentes el presidente Kennedy, sus asesores para asuntos de Europa, William R. Tyler, William J. Toneak, y Calen L. Stone. y también el intérprete Fernando van Reigersberg, aunque en este caso no era estrictamente necesario pues los dos españoles - el ministro Castiella y el embajador Antonio Garrigues- hablaban inglés.
La memoria de la conversación arranca textualmente con estas palabras: "El presidente Kennedy abrió la reunión y expresó su agrado por la finalización satisfactoria de las negociaciones sobre las bases. El ministro de Asuntos Exteriores replicó que estaba muy contento por haber firmado estos acuerdos. España creía en el apoyo a la paz y a la seguridad en el mundo. Recalcó que los acuerdos nunca fueron interpretados por España como apoyo al régimen de Franco por parte de EE. UU. Ni en los años sesenta del siglo pasado ni en adelante se oyó decir en público a miembro alguno de los gobiernos de Franco una frase tan aclaratoria de la posición española de acatamiento como la expresada por Castiella a Kennedy.
Luego Castiella trazó ante el juvenil presidente americano un futuro panorama español igualmente dinámico al explicar que la mitad de su generación había muerto en la Guerra Civil pero que ahora existía "un nuevo grupo de gente joven que realmente esperaba con ansiedad jugar su papel en el desarrollo de España. Ahora, cuando se producía una vacante en el Gobierno español, normalmente se cubría con un hombre joven y trabajador. Se habían abierto un gran número de posibilidades y de oportunidades para el futuro, y el desarrollo del país se encaminaba hacia la creación de una sociedad mucho más rica", dijo el ministro.
Kennedy agradeció las palabras de Castiella y le indicó que creía que "la amenaza a Europa había dejado de ser principalmente de carácter militar. En 1960 y 1961 - argumentó- existió una enorme posibilidad de que se hubiera producido un choque militar por Berlín; y si bien esa posibilidad no podía eliminarse totalmente, parecía que los soviéticos estaban adoptando una actitud más precavida". Para Kennedy, el gran problema en Europa era interno, referido al futuro de Italia, de Francia después de De Gaulle, de España después de Franco, de Portugal después de Salazar, y de Grecia.
Luego hablaron de las relaciones de España con Marruecos y Portugal. Sobre nuestro vecino del oeste, Castiella descubrió a Kennedy que la única persona que había tenido una poderosa influencia sobre el primer ministro Salazar era el General Franco y que el principal problema al que se enfrentaba Portugal (enfrascado en su guerra colonial africana) era la agresividad con la estaba siendo aguijoneado por los países africanos en todos los foros internacionales, especialmente en Naciones Unidas. Si esta presión se relajara y si a Portugal se le diera la oportunidad adecuada de adoptar medidas más liberales, podría ser posible una solución constructiva, explicó Castiella que confió al presidente que "España concedería a sus colonias del golfo de Guinea una ´autodeterminación total´en fecha 1 de enero de 1964. Posteriormente, si deseaban volverse independientes, España no se opondría", reveló el ministro.
Hacia el final del encuentro y tras preguntar el católico presidente americano por la libertad de culto protestante en España (ver reportajes 19 y 20) el diálogo giró hacia cuestiones históricas relacionadas con "la gran contribución (española) a la historia del mundo, principalmente en Latinoamérica e incluso en EE. UU.". Entonces Kennedy lamentó el hecho de que las aportaciones españolas a la historia americana no se tuvieran en cuenta en los libros de historia e hizo referencia a un gran libro escrito sobre la implicación de España en este hemisferio llamado Río Grande.Castiella le agradeció que una vez hubiera dicho que la historia de EE. UU. no comenzaba con el Mayflower y los peregrinos que colonizaron Norteamérica desde Massachusetts y Virginia sino un siglo antes cuando los españoles llegaron a la Florida. "El presidente le agradeció al ministro su comentario y se refirió a una espada hecha en Toledo y que le había regalado el pueblo toledano y que tenía en su oficina. Mostrándosela posteriormente al ministro de Asuntos Exteriores le pidió que le dijera al pueblo de Toledo que mantenía su espada en su despacho". Castiella aseguró al presidente que lo haría aunque en las crónicas del encuentro no mencionaron la espada toledana del presidente Kennedy.
Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo Edición: Iñaki Ellakuría Documentación: C. Salmurri, F. Martínez Mañana: El accidente que marcó la sucesión / 36
LAS PREOCUPACIONES DEL EMBAJADOR Garrigues no quería ser un 'francoman' IÑAKI ELLAKURÍA - 13/08/2005
Cuando Antonio Garrigues fue nombrado en 1962 embajador de España en EE. UU., tenía una preocupación: desmarcarse ante los ojos de Kennedy del régimen franquista. No quería ser considerado un francoman (un hombre de Franco). Eso es, al menos, lo que se desprende de un documento secreto del Departamento de estado norteamericano fechado el 14 de junio 1962, que empieza de esta forma: "El nuevo embajador Garrigues considera que su primer objetivo es convencer a JFK que él es amigo sincero de EE. UU. y no un apologeta de Franco". A pesar de que al dictador todavía le quedaban bastantes años de vida, miembros destacados de su gobierno y del cuerpo diplomático empezaron a pensar en el día después y en las relaciones internacionales de España. "Garrigues le ha dicho a Rusk (secretario de Estado) que su misión abre una nueva época en las relaciones con EE. UU., y que EE. UU. puede preparar a España para el post franquismo".
El documento analiza los problemas que debía tratar Kennedy para que EE. UU. mantuviera sus tratados de colaboración (con especial atención a las bases). El redactor del informe señala la intranquilidad del Caudillo ante la llegada del presidente demócrata a la Casa Blanca, debido, principalmente, a sus contactos con la oposición en el exilio: "Francisco Franco está neurótico con la cuestión de los exiliados y la actividad de estos puede encender el antiamericanismo en su gobierno". -
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