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El verano que marcó el cambio. En 1944, EE.UU. utilizó los errores franquistas para imponer a un sumiso régimen español medidas en favor de los aliados
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 16/07/2005 - La Vanguardia


LOS ESPÍAS ALIADOS actuaron a sus anchas en una España que retrasó al máximo la expulsión del país de los agentes secretos nazis

A principios del verano de 1944, tras el desembarco de Normandía, Franco estaba lo suficientemente impresionado con el progreso de la guerra como para admitir por primera vez al embajador norteamericano que esperaba la derrota de Alemania en el plazo de un año. Al mismo tiempo, el embajador alemán en Madrid estaba lo suficientemente impresionado con el cambio del Gobierno español hacia la órbita aliada como para desvelar a un colega en tono de protesta que su misión, que en algún momento había sido de acción, había quedado reducida a "poco más que un puesto de escucha". La frase precedente, en la que se fija el momento en que Franco reconoció a Estados Unidos que pensaba que Alemania perdía la guerra y que descubre el sentimiento de frustración alemán en una España que estaba dejando de ser amiga, forma parte del análisis -secreto- sobre la actuación del régimen de Franco durante la II Guerra Mundial remitido a Washington por su embajada en Madrid el 6 de noviembre de 1945 y que fue escrito el 1 de septiembre de aquel año.

Se trata del estudio en el que su autor material, el segundo secretario de la embajada, Miles Bond, desmenuzó a su criterio la posición española durante la guerra para concluir que, pese a sus pecados, Franco había estado muy cerca de los aliados y que, por lo tanto, no procedía la idea de "ajustar cuentas" que por aquellos días arraigaba en la Europa liberada. Si a las tesis del informe se sumal a vivísima recomendación de éste, rubricada por el embajador Norman Amour, resulta que Franco tuvo en la legación de Madrid un aval que le supuso, desde entonces, el respeto de EE.UU.

A lo largo del memorando se repasan actitudes, hechos y decisiones de Franco favorables al Eje para, sin solución de continuidad, subrayar acciones del dictador para ayudar a los aliados, que muestran a un Franco navegando entre dos aguas. Un buen ejemplo de esta dualidad, subrayada de continuo en el documento, lo constituye el tema de los espías nazis. "Respecto a la expulsión de los agentes del Eje de España y de los territorios controlados por los españoles no puede decirse, no obstante, que el Gobierno español actuara con la profundidad y expedición de los compromisos adquiridos. Su retraso en la actuación efectiva para el caso de los agentes alemanes y del Eje, cuya expulsión había sido solicitada específicamente por los gobiernos británico y americano, supuso, de hecho, que permitiera que muchos de esos agentes continuaran sus actividades hostiles durante un tiempo considerable (...) en algunos casos, hasta el momento del final de la guerra en Europa, más de un año después".

Sin embargo, la evidente protección del régimen español hacia los espías alemanes no impidió que desde la legación norteamericana se recordara a Washington -en secreto- que los aliados espiaron a sus anchas en territorio español, hasta el punto de que fue de vital importancia para el desarrollo de la guerra: "Antes de dejar el tema de la culpabilidad del Gobierno español al permitir el uso del territorio neutral español como base para las actividades de espionaje del Eje -se dice en la página 31 del memorando- debe señalarse, no obstante, que a lo largo de todo el periodo que va desde la caída de Francia, en junio de 1940, hasta la liberación de ese país más de cuatro años después, el territorio español fue utilizado también por los servicios de inteligencia aliados como base de operaciones de espionaje dirigidas contra los alemanes en los territorios franceses ocupados. Dichas operaciones de espionaje aliado que, como las del Eje, difícilmente hubieran podido ser llevadas a cabo sin, al menos, la colaboración pasiva de ciertas autoridades españolas, eran, además, de la mayor importancia directa para el desarrollo de la guerra, dado que se convirtieron en la fuente principal de inteligencia en lo referente a las disposiciones militares alemanas en el sur de Francia, sobre las que se basaron los planes de invasión aliados".

La embajada norteamericana en Madrid, pese a sostener tácitamente que el balance final del régimen español fue positivo para los intereses de EE.UU., reconocía que el camino fue tortuoso. Así, además de la evaluación negativa de la División Azul, los americanos consideraban que en octubre de 1943, "el trabajado acercamiento del Gobierno español a las naciones aliadas sufrió un retroceso grave como consecuencia del descubrimiento de un telegrama de felicitación que había sido enviado por el Gobierno español al responsable del régimen marioneta japonés recién establecido en las Filipinas, el señor Laurel". El Gobierno americano consideró gravísimo ese incidente y se apresuró a pedir explicaciones. Entonces, se revela en el informe, "el ministro de Asuntos Exteriores, Jordana, asumió toda la responsabilidad del telegrama (aunque sea dudoso que él fuera de hecho el responsable) que, indicó, era simplemente un mensaje de cortesía en respuesta a un mensaje similar de Laurel, y negó con vehemencia que implicara un intento o deseo por parte de su gobierno de reconocer al régimen de Laurel. Sin embargo, el Gobierno de EE.UU. rechazó aceptar como satisfactoria la explicación del ministro de Exteriores y, sólo después de varias semanas de tensas conversaciones, durante el curso de las cuales al Gobierno español se le indicó claramente el peligro que había provocado su acción en las relaciones con EE.UU., se permitió que el asunto decayera".

Pero los errores se pagan y el telegrama al colaboracionista filipino condujo -como es sabido- a uno de los momentos más críticos en las relaciones con Washington y a una campaña internacional contra el régimen de Franco. Sin embargo, tal vez no sea tan conocido que la Casa Blanca usó en su favor el incidente y "decidió aprovecharse de la actitud sumisa del Gobierno español para barrer inmediatamente para casa". De este modo, en noviembre de 1943 EE.UU. presentó una lista de peticiones que se aprobaron en el Consejo de Ministros del 18 de noviembre y se colmaron en el acuerdo del 2 de mayo de 1944. Aquel pacto supuso la derrota diplomática de los alemanes, que vieron como aquel mismo mes el Gobierno español cerró el consulado alemán en Tánger, "un paso que no sólo sirvió para suprimir un centro importante de espionaje del Eje en el área del Estrecho, sino que también propinó un asombroso golpe al prestigio alemán en España y en Marruecos". No obstante, el cierre del consulado alemán de Tánger no fue óbice para que agentes alemanes siguieran operando en España.

Mañana: "Karl Arnold, el correo del Reich" / 8

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez