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Cuando Kennedy iba por libre. El presidente mantuvo contactos con la oposición en el exilio a pesar de que miembros de su Administración la detestaban
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 21/08/2005


EL EMBAJADOR EN Madrid tachó de chantajistas y de "grupo peligroso" al gobierno en el exilio, al que quería que siguiera el FBI

En los años sesenta la política norteamericana respecto a España fue prácticamente la misma que condujo a los acuerdos bilaterales de 1953 a pesar de la antipatía mutua entre Kennedy (JFK) y Franco, tal como hemos reflejado en capítulos anteriores. Sin embargo, de acuerdo con documentos desclasificados consultados por este diario, esa época aparece confusa y contradictoria respecto a la relación del gobierno de EE. UU. con la oposición española, especialmente la del exilio. El caso es que mientras hay escritos que señalan inequívocamente que la línea oficial seguida por EE. UU. con España en la era JFK fue la misma que en 1953, otros muestran que miembros de la Administración americana abogaron por estrechar lazos con la oposición española al mismo tiempo que otros tachaban de comunistas peligros e indeseables a los republicanos españoles en el exilio. Para acabar de enredar la trama, otras comunicaciones confidenciales delatan que Kennedy iba por libre.

El asunto es realmente complejo. De entrada la actuación personal de John F. Kennedy, como ya vislumbrábamos en el capítulo anterior, fue ocasionalmente confusa para sus propios servicios secretos, para su Departamento Estado y, por lo tanto, para su embajada en Madrid, que en varias ocasiones se quedó sin capacidad de respuesta ante una hipotética protesta del Gobierno español, al que querían mimar para mantener las bases militares.

Por ejemplo, el 30 de enero y el 12 de febrero de 1962, hubo un cruce de comunicaciones entre la embajada de estadounidense en Madrid y el Departamento de Estado, motivado por la incertidumbre de la legación ante un supuesto encuentro de Kennedy con exiliados españoles en Venezuela. Desde la embajada preguntaban si era cierto que el presidente se había reunido con los exiliados españoles y pedían instrucciones para tratar el asunto cuando se enterase el gobierno de Franco. El problema es que desde Washington no sólo no aclararon las cosas sino que añadieron confusión al responder que "los rumores sobre el encuentro del presidente y los exiliados parece que no son verdaderos. Ellos trataron de hablar con el presidente y no sabemos si se encontró con ellos formal o informalmente". La falta de concreción no era un asunto baladí de cara a la política americana hacia España, pues el 17 de enero la embajada había escrito a Washington advirtiendo de los problemas que podía causar el que se recibiera a exiliados españoles en EE. UU. y recordando que el ministro de Asuntos Exteriores español, Fernando María Castiella, había prometido que evitaría campañas anti Estados Unidos en la prensa española.

Pero mientras, según parece, JFK se veía con opositores cuando le venía en gana de forma ciertamente incontrolada por parte de su propia Administración - que admitía ignorancia de estos encuentros-, las instrucciones oficiales que partían desde Washington tenían otro cariz. Así, en un informe del Departamento de Estado de 12 de septiembre 1961 con diversos datos sobre España, se menciona que PSOE, UGT y CNT quieren hablar con personal del gobierno de Estados Unidos, donde valoran la oportunidad de los encuentros. Ante esa posibilidad, el cónsul de EE. UU. en Valencia escribió a Washington que le parecía más aconsejable dejar de recibir a opositores españoles en el Departamento de Estado, medida en la que estuvo de acuerdo dicho departamento gubernamental. En cambio, en un memorando de 21 de mayo del mismo año sobre la "política a seguir con la oposición española", fruto de la embajada en Madrid al frente de la cual estaba Anthony J. Drexel Biddle, se afirmaba que "la tendencia del Departamento de Estado es de mantener contactos con la oposición española con el objeto de asegurar el mantenimiento de nuestras bases después de la muerte de Franco. Tenemos que evitar - escribió- aislarnos de esos elementos españoles que podrían formar parte del gobierno post franquista y que podrían expulsarnos de España si un día alcanzan el poder".

No obstante, estas comunicaciones o directrices sobre lo conveniente o no de las relaciones con opositores españoles para los intereses de Estados Unidos, pasan a un segundo plano periodístico después de leer la opinión que tenía el embajador americano sobre el gobierno español en el exilio. Su declaración la recogió Robert McBride, ministro en la embajada y encargado de negocios en España, cuando Anthony Biddle estaba hospitalizado y la transmitió confidencialmente a Raymond A. Valliere, de la Oficina de Asuntos de Europa Occidental del Departamento de Estado en Washington, el 23 octubre 1961.

"Estimado Ray - dice la nota- deseaba comunicarle que el material que amablemente me envió sobre el problema de los exiliados españoles en Estados Unidos y su insistencia en ver a funcionarios americanos de alto nivel fue mostrado al embajador antes de que se fuera. Desde el hospital me envío las siguientes notas: ´Este es el intento más descarado y desvergonzado de chantaje que he visto en mucho tiempo. Es indicativo del nivel de desesperación que ha alcanzado el ex gobierno (español). Según mi impresión, son un grupo muy peligroso (esta frase, subrayada en el original). Han tocado fondo y no tienen nada que perder. Se me ocurre pensar que los franceses pueden estar aburridos de tenerlos, y que probablemente han contribuido financieramente, directa o indirectamente, a su mantenimiento. En consecuencia, puede que los franceses les hayan urgido a que prueben suerte en Estados Unidos. Mi impresión es que ellos ya están en contacto con los comunistas y que incluso, si decidiéramos hacer un trato con ellos, seguirían manteniendo la puerta abierta a los comunistas con la idea de elevar nuestro precio de vez en cuando. En otras palabras, de la relación con este grupo de pecadores no llegará nada más que daño. Nos sentiremos engañados y manchados de barro hasta las cejas".

Pero el embajador no se conformó con negar el agua y la sal a los republicanos españoles sino que fue más lejos. Dijo que le gustaría que el FBI siguiera a Fernando Valera, entonces Secretario del Consejo de Ministros en el exilio y futuro presidente de la II República en el exilio "e incluso, si es posible, al invitado potencial de Castro, el general Herrera", ya que creía "que los resultados serían altamente esclarecedores". En este último caso, Biddle se refería seguramente al general, ingeniero aeronáutico, Emilio Herrera Linares, miembro de los gobiernos en el exilio y que murió en Ginebra en 1977.

Así las cosas ¿cuál fue la política americana para la España de Franco en la era Kennedy? El reiterado Robert McBride se lo explicó a Edward G. Cale, Consejero de ministro de la embajada de Estados Unidos en México, donde residían buen número de exiliados españoles cuando le hizo esta pregunta en marzo de 1961: "Desde 1953 no ha habido cambio en esa política de cooperación con el régimen de Franco con el fin de asegurar la construcción y uso continuado de las instalaciones de las bases militares en España. Al mismo tiempo, deseamos evitar una identificación excesiva con el régimen, aunque nuestra mera presencia en España ciertamente nos vincula en un grado inevitable. No esperamos que haya grandes cambios en esta política en un futuro previsible...".

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez

Mañana: Una oposición fracturada y dividida / 43