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Una oposición fracturada y dividida. En 1970, pensando en el posfranquismo, la embajada de EE. UU. desaconsejó una reunión de alto nivel con los opositores
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 22/08/2005


A TIERNO GALVÁN LA embajada lo consideraba un oportunista que fue "ardiente seguidor del fascismo" y a Areilza, un rencoroso

En 1970 en EE. UU. y también en España se empezó a especular sobre el día después de Franco. Aunque faltaban cinco años para su muerte, el dictador estaba viejo y el post franquismo era algo cada vez más próximo. Había que prepararse para la transición y cabía la posibilidad de que el secretario de Estado norteamericano se reuniese con la oposición interna española. Al fin y al cabo estaba previsto para octubre que el presidente Nixon, acompañado de su secretario de Estado, William Rogers, pasara por España. La embajada de EE. UU. en Madrid fue la encargada de explorar la posibilidad de que Rogers se reuniera con los opositores. La legación, al frente de la cual estaba Robert C. Hill, desaconsejó el encuentro debido a que, desde su punto de vista, la oposición no era representativa y que personajes como José María de Areilza, conde de Motrico, eran -escribieron-detestados hasta por el príncipe Juan Carlos.

"Asunto: visita del secretario: posible reunión con opositores". Éste es el enunciado del telegrama confidencial 688 que la embajada norteamericana en Madrid transmitió el 22 de mayo del 70 al secretario William Rogers y que contenía "comentarios sobre opositores preparados por personal de la embajada para el posible encuentro". El texto, en el original escrito en mayúsculas y con el clásico estilo telegráfico, no puede ser ni más explícito ni más negativo: "Oposición fracturada, dividida y en actualidad sin influencia política significativa. Sus autoproclamados líderes, si bien portavoces para españoles que desean liberalización política-social, no cuentan con amplio soporte popular y es improbable que logren influencia significativa mientras gobierne Franco", dice de entrada el informe de ayuda para preparar el encuentro. Luego precisa algo más y con nombres propios. "Ruiz Jiménez es muy respetado (...) aunque evidencia indecisión y falta de liderazgo. Satrústegui no tiene seguidores fuera de los monárquicos de don Juan y ahora es causa perdida. Tierno Galván, oportunista que flirteó con el comunismo, fue ardiente seguidor del fascismo y posteriormente fue fundador de Unión Monárquica Española, ha sido expulsado del partido socialista en el exilio y ahora representa quizás a 50 socialistas del interior. Motrico, el más inteligente, más ambicioso, y menos escrupuloso, resulta odioso para Franco, Carrero Blanco, y príncipe Juan Carlos".

La embajada consideraba que en el periodo post Franco habría "liberación política y social limitada y controlada" y que la influencia de la oposición debería aumentar gradualmente en este periodo, de modo que "algunos líderes de la oposición actuales, posiblemente Ruiz Jiménez" tenían posibilidades de "ocupar posiciones significativas" de gobierno en años futuros. "No obstante -opinaron-como se cree que habrá más continuismo que cambio radical en el periodo inmediatamente posterior a Franco, probablemente pasarán años antes de que los actuales opositores representen una influencia significativa en el gobierno". Desde la embajada, sus analistas en cuestiones españolas veían más probable que el liderazgo político tras la muerte de Franco "viniese de liberalizadores precavidos que soportan el régimen actual, es decir, de la ACNP (Asociación Ca-tólica Nacional de Propagandistas), del Opus Dei, de los falangistas moderados y de los líderes militares más modernos".

En cuanto al conde de Motrico, por aquel entonces de 60 años de edad y un personaje muy conocido, señalaban que "aunque todavía recordado cariñosamente por muchos amigos que hizo durante su servicio en Washington en los 50, ahora está amargado. Su criticismo rencoroso del gobierno actual y precedente, su oportunismo político y ciertos logros comerciales hacen que sea visto con desdén por muchos españoles liberales que son tan profundamente anti autoritarios como el propio Motrico". Además, los americanos indicaban que las falsas declaraciones de Areilza a periodistas extranjeros -de las que sabían era consciente el gobierno español-las suponían el síntoma "de un hombre desesperado y aislado en un intento de retornar la causa perdida de don Juan". La embajada revelaba que "el artículo del periodista C. Sulzberger, de New York Times, de 18 mayo, titulado A quién hablará Rogers,fue inspirado por Motrico como parte del juego para reforzar su decadente influencia política". Esta apreciación se vio reforzada por "la declaración de Tierno Galván, de 20 de mayo, a un corresponsal de EE. UU. de que él (Tierno Galván) no tenía intención, ni plan de solicitar una reunión con el secretario Rogers durante su visita a Madrid".

Aparte de los puntos de vista del personal especializado de la embajada norteamericana en Madrid expresados al comienzo del telegrama, el embajador Hill también comunicó su opinión personal. Al fin y al cabo era el responsable del informe. La impresión que Hill trasmitió a Washington fue que en España era "mucho más importante para los intereses de EE. UU. a corto y largo plazo la llamada oposición leal",que él definía como "antiguos ministros del gobierno, como Silva Muñoz, Solís y Fraga" y que, según Hill, tenían sus propios seguidores. El embajador creía que era mucho más probable que alguno de esos tres hombres ejercieran influencias significativas en la era post-franco, superiores a la de cualquiera de los opositores que, según escribió, hacía poco que se habían entrevistado con el ministro de asuntos exteriores alemán, Walter Scheel.

Hasta aquí la ayuda suministrada por la embajada para que Rogers tuviera elementos de juicio sobre una reunión con la oposición española. Pero también Rogers transmitió a Madrid sus instrucciones. Su mensaje se concentró en dos puntos. El primero, que en el caso de que la oposición llegase a solicitar formalmente la reunión con el secretario, el embajador Hill debía informar al ministro de Asuntos Exteriores español y solicitarle consejo, con lo que es evidente que le metía en un aprieto. El segundo punto partía de la premisa de que la opinión pública americana conocía (por la columna de Sulzberger en el New York Times) el interés de la oposición. Así pues, Rogers dijo que si el ministro de Exteriores se oponía a la reunión, tendría en contra al Congreso, "lo que podría hacer daño durante la negociación sobre las bases", y añadió que la visita del ministro de Exteriores al Comité de Relaciones Extranjeras (en marzo) había producido una imagen favorable del "nuevo régimen español, que se evaporaría si no permite al secretario reunirse con la oposición. Firmado: Rogers".