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España, la fortaleza imprescindible. En mayo de 1950 la Armada de EE. UU. exigió a la Casa Blanca que pactase con Franco para defender Europa del comunismo
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 25/07/2005 - La Vanguardia


LOS ESTADOS MAYORES afirmaban que recuperar Europa ante una hipotética invasión comunista sólo sería posible desde España

Los primeros años de posguerra mundial colocaron al franquismo en mala posición. Franco y su régimen aparecían como una reliquia ideológica que molestaba en Occidente, especialmente a la ciudadanía británica y a los franceses gaullistas, que presionaban para que la política de los vencedores fuera hostil con el dictador español. Sin embargo, los militares encargados de la defensa occidental veían a España con otros ojos. El progreso comunista y la guerra fría marcaban un nuevo escenario en el que España tenía un gran papel. Aún faltaba un año para que el presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, aprobara el inicio de la política de acuerdos con Franco, cuando el almirante Connelly, comandante en jefe de las fuerzas navales de EE. UU. en el Atlántico Oriental y Mediterráneo, reclamó ayuda a Washington. España era imprecindible para la defensa occidental y así se lo hizo saber a la Casa Blanca el 8 de mayo de 1950. Lo hizo con el máximo secreto.

"El Estado Mayor Conjunto recomienda que, con respecto a España, EE. UU. presione para la aceptación por parte del Reino Unido y Francia de los objetivos de la política de EE. UU. También recomienda vehementemente que el Departamento de Estado lleve a cabo acciones sin demora para asegurar a EE. UU. y a sus aliados accesibilidad militar y cooperación militar con España, bien bilateralmente o bien a través de la aceptación por parte de esa nación como firmante del tratado del Atlántico Norte o del tratado de la Unión Occidental. El Estado Mayor Conjunto cree firmemente que debe encontrarse alguna forma para solucionar las objeciones políticas del Reino Unido y Francia a la mejora de las relaciones con España, en particular, dado que la mayoría de las naciones europeas afectadas están de acuerdo en la importancia de los puntos de vista de seguridad y estratégicos de España".

Dos frases, que ocupaban o­nce líneas de texto escrito a un espacio, apuntaban con precisión militar lo que iba a ser desde ese instante el credo de la política norteamericana respecto a la España de Franco: la importancia estratégica del territorio estaba por encima del franquismo.

En Washington las peticiones del almirante y otras similares no cayeron en saco roto y los analistas de la Administración Truman comenzaron estudiar cómo enfocar el tema español. Así, a finales de enero de 1951, el embajador estadounidense en España, Stanton Griffis, recibió información al respecto, obviamente, secreta, en la que le decían que la política norteamericana para España "se encuentra ahora bajo estudio, particularmente en lo referente a su aspecto militar".

Las indicaciones para Griffis incluían las intenciones, aún no del todo definidas, que perseguía EE. UU. y que debían servirle de orientación para manejarse mientras tanto con el régimen español. "Uno de nuestros primeros objetivos políticos es promocionar la inclusión de España en la comunidad europea occidental", le decían, y le sugerían formas en las que podía trabajar en esa dirección. Para ello le autorizaban a hacer uso ante los españoles del programa USIE (United States International Information and Educational Exchange), al tiempo que le advertían o recordaban los problemas económicos pen-dientes, tales como las dificultades de hacer negocios en España, el bloqueo de la ganancias de las empresas americanas y las complicaciones del cambio de moneda extranjera.

Pero había que acercarse más a Franco, de modo que Washington le indicó a Griffis que sacara a relucir la posibilidad de un nuevo tratado de Amistad, Comercio y Navegación con España y que explicara al los ministros franquistas el programa de Asistencia Técnica tal como podría aplicarse en nuestro país. Finalmente, esperaban que el embajador "animara al Gobierno español" a que caminase hacia una economía y políticas más liberales "con el fin de acelerar la plena participación española en la comunidad europea occidental y de promocionar unas firmes condiciones económicas y políticas dentro de España como la defensa más efectiva a largo plazo contra el crecimiento del comunismo". Sólo al final exponían en cuatro palabras la clave de la cuestión: "El crecimiento del comunismo". Una circunstancia capital que hacía aparecer a Franco como un fiable y ligeramente incómodo amigo comparado con lo que representaba Stalin y el expansionismo soviético en el escenario mundial de la guerra fría.

En aquellos días, los informes militares que evaluaban un ataque ruso contra fuerzas estadounidenses o cualquier otra nación en la Europa libre indicaban que las tropas que pudieran salvarse del primer envite rojo "no podrían mantener el Rin o cualquier otra línea hacia el este; en su lugar, deberían retirarse detrás de los Pirineos, construir una fuerza poderosa y, gradualmente, sacar a los rusos de Europa Occidental", según reveló en mayo de 1952 y bajo estricto secreto el director de la Oficina de Asuntos de Euronorteamericano pa Occidental, Homer M. Byington, en la Universidad de Guerra del Ejército ubicada en el cuartel de Carlisle (Pennsylvania). "La península Ibérica sería una fortaleza desde la que Europa podría ser liberada. Dichos informes - dijo Byington refiriéndose a los estudios realizados por el Pentágono- no contribuyen al sentido de seguridad de nuestros aliados occidentales. El ciudadano medio no está preparado para ver a París, a Bruselas o a Heidelberg sufrir a la vez una ocupación soviética y un bombardeo de Estados Unidos. Los europeos occidentales se mantienen firmes en que no podrían sobrevivir a otra liberación, que en este caso sería lanzada desde España".

Bajo la premisa de que España, o mejor dicho el territorio español, era imperativamente necesario para sus intereses militares, y mientras EE. UU. buscaba la fórmula para encajar las piezas del rompecabezas defensivo europeo ante la amenaza comunista, la política Truman confiaba en que Francia y el Reino Unido vieran a España del mismo modo que ellos lo hacían. "Esperamos que los gobiernos británico y francés busquen también resistirse a las presiones locales en sus formas extremas, ya que sería difícil para el público norteamericano entender esta negligencia aparente del potencial de defensa disponible para la protección común. Sin duda se crearía un sentimiento de que Francia y el Reino Unido estarían anteponiendo factores que, de forma correcta o incorrecta, se piensa que son secundarios para la autodefensa", transmitieron desde la Casa Blanca al director Homer Byington el 23 de agosto de 1951.

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: En busca del tiempo perdido | 17