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El desencuentro Franco-Eisenhower. Una discusión sobre la libertad de culto de los protestantes dio al traste con la ansiada conversación oficial entre el presidente norteamericano y el dictador
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 28/07/2005 - La Vanguardia

http://www.lavanguardia.es/web/20050728/51189951722.html


FRANCO EMPEZÓ la charla diciendo que contra el comunismo "había que luchar con mayor unidad entre los pueblos"   
 
"SI QUIEREN CAMBIOS respecto a los protestantes -advirtió Franco a Ike-, tendrán que forzarlos ustedes desde Roma"   
 
"HE CELEBRADO conversaciones útiles con el Generalísimo", dijo Ike y, tras un "Dios os guarde", se despidió con un "Good bye" 


El 22 de diciembre de 1959 fue un día memorable para Francisco Franco y una jornada más de trabajo para el presidente de EE. UU., el general Dwight Ike Eisenhower, que llevaba 19 días viajando por medio mundo. El régimen español se sentía, con razón, respaldado con la visita de tan alto dignatario y no desperdició la oportunidad de presentarla como un hecho nada menos que "memorable para Occidente", en el que el encuentro personal entre ambos militares alcanzaba la categoría pública de "histórica conferencia". La llegada del general se esperaba con ansiedad y se presentó ante los españoles como un triunfo del franquismo. Pero lo que no se dijo entonces es lo que revela la transcripción del diálogo entre Franco y Eisenhover -celosamente guardada en secreto por el Departamento de Estado de EE. UU.-, que evidencia que la entrevista comenzó mucho mejor de lo que acabó.

El anhelado encuentro entre los dos mandatarios tuvo su desencuentro por culpa de la actitud del régimen con la minoría protestante residente en España, que no lograba practicar su culto libremente. Tanto es así, que la conversación entre el presidente y el dictador acabó repentinamente mientras el diplomático Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, trataba de suavizar la situación.

Aquel mismo día, a las 10.45 horas, el Boeing 707 presidencial despegó de la base militar norteamericana de Torrejón rumbo a su país, con Eisenhower, su familia y su séquito a bordo. Poco antes de partir, Ike pronunció un discurso de despedida de apenas tres minutos de duración: "Generalísimo, excelencia, señoras y señores. Lo único que lamento por lo que se refiere a la visita que he hecho a este país es su brevedad, pero a pesar de ello me llevo impresiones muy profundas", dijo. Luego agradeció la presencia de los que habían acudido a "esta base aérea para darme la bienvenida ayer o para despedirme hoy", y añadió que había sido una visita fructífera: "He celebrado conversaciones útiles con el Generalísimo". Al final, tras un "Dios os guarde", Ike dijo: "Good bye".

El documento, "secreto y de distribución limitada" (sólo se hicieron 12 copias), al que nos referimos y que revela el mencionado incidente es el "memorándum de conversación" de fecha 22 de diciembre de 1959 relativo al "viaje de buena voluntad del presidente" de EE. UU.

Ike y su séquito llegaron al palacio del Pardo, la residencia del general Franco, unos minutos antes de las ocho de la mañana para participar en un desayuno entre jefes de Estado. Por el lado norteamericano acudían, además del presidente, seis personas, entre las que estaban el embajador Lodge y el intérprete, el coronel Vernon Walters. Por el lado español, esperaban Franco, el embajador Areilza, el ministro Castiella y el director de Asuntos políticos para Norteamérica, Jaime Piniés. Primero desayunaron y a continuación "los dos jefes de Estado y las personas arriba mencionadas se trasladaron al estudio del Generalísimo para celebrar su conferencia, que duró unos 90 minutos".

La conversación la inició Ike. El tono era formal, pero cordial. Los demás escuchaban. Eisenhower explicó a Franco que había intentado hacer ese viaje durante cinco años debido a que las disposiciones de la Constitución de EE. UU. hacían que fuera difícil para él estar tan lejos y durante tanto tiempo. "Con la llegada de los aviones a reacción, esto ha cambiado - dijo-, al hacer posible ir prácticamente a cualquier sitio y seguir estando a menos de 24 horas de viaje de Washington. Esto me ha permitido, por fin, ir a Nueva Delhi", señaló. Sin embargo, el general norteamericano lamentó no haber podido completar un viaje alrededor del mundo porque muchos de los países del Lejano Oriente, como "Borneo, Vietnam, Indonesia, Formosa, Filipinas, Corea y Japón, también querían que les visitara y simplemente no podía estar fuera durante tanto tiempo".

Sobre los motivos de su viaje, el presidente le dijo a Franco que su intención era que los países visitados interpretaran mejor los objetivos de EE. UU. en el mundo, que no eran otros - afirmó- que ayudar a los países subdesarrollados a salir de esta situación. "Si EE. UU. no hiciera esto, podría crearse un gran bloque de naciones descontentas que terminarían provocando dificultades tanto a EE. UU. como al resto del mundo". Ike precisó que su país había comenzado a afrontar esa situación a través del plan Marshall y reconoció ante el jefe del Estado español que muchas personas pensaban que con dicho esfuerzo la única intención de Estados Unidos era "crear un nuevo imperialismo, alguna clase de dominación a través del poder económico", y que esta creencia errónea estaba siendo canalizada por la propaganda comunista. "Eso nos indicó - expuso Ike- que debíamos seguir explicando nuestra posición al resto del mundo".

Eisenhower siguió con su exposición comentada de lo que había encontrado en las naciones por las que había pasado. Italia, Turquía, Pakistán, Afganistán - del que dijo que era "el país más pobre que he visto nunca"-, India, Irán, Grecia y la cumbre de París fueron objeto de comentario. A Marruecos, de donde acababa de llegar y siempre un tema delicado para España, lo dejó para otro momento.

Ike resaltó que su viaje le había convencido de que "la mayoría de las personas saben en su fuero interno que todo Occidente está intentando desarrollar con sinceridad la seguridad internacional, un mundo mejor, paz y mejoras económicas para todos los países", una actitud que mejoraría el estándar de vida y traería beneficios económicos, y también "el deseo de un mayor desarrollo espiritual". Tras afirmar que "la gente prefería a Occidente", se volvió al Generalísimo y le pidió "su visión sobre la situación del mundo desarrollado, particularmente en lo referente a China y la URSS, y a los esfuerzos de los países de la Alianza Occidental por invertir el esfuerzo comunista de promover sus métodos económicos, militares o políticos".

Transcribe el redactor de la memoria secreta del encuentro que "el general Franco comenzó diciendo que creía que contra el comunismo se debía luchar con mayor unidad y que debía ser contrarrestado de forma que se mantuviera y se elevara el espíritu de los pueblos del mundo por todos los medios posibles". "Creo que el mundo comunista está pasando por una crisis y creo que hay dos Rusias, por ejemplo, la Rusia de Stalin y la de la era post-Stalin", comentó un Franco que pensaba que desde la muerte del dictador se había creado una pequeña revolución en la URSS, comenzando con la eliminación de la policía del terror. Bajo Stalin - siguió- en los niveles superiores políticos y militares los hombres estaban continuamente bajo el miedo de las purgas policiales y los sucesores de Stalin han destruido el poder de la policía secreta y se han liberado del terror policial.

Y luego surgió en la conversación el eterno asunto de Marruecos, y Eisenhower preguntó a Franco: "¿El rey de Marruecos es lo suficientemente fuerte como para imponerse entre las facciones guerreras y establecer un sistema en el que la corona pueda mantener el orden?".

Franco replicó que pensaba que el rey marroquí tenía un prestigio ligeramente mítico entre su gente y que en aquel país es tradicional que los reyes tengan siempre la función de dirigentes religiosos, es decir, defensores de la fe. "El pueblo se inclina ante el rey y le considera su líder tanto religioso como temporal", dijo el Caudillo, que una vez más enlazó con el peligro comunista al repasar la actitud de algunos políticos marroquíes que, en su opinión, estaban en contacto con la URSS. Para el Generalísimo, el comunismo estaba haciendo progresos en Marruecos, especialmente en los sindicatos, "que en la actualidad son anticomunistas, debido principalmente a la distancia que les separa de la Unión Soviética, aunque al mismo tiempo distan también bastante de ser conservadores. Además, la salud del rey es delicada", subrayó Franco, que estaba convencido de que España había ayudado a mantener la paz durante años en Marruecos y que el país estaba desarmado, excepto en lo concerniente a la policía. "Pero ahora las armas llegan clandestinamente en cantidades considerables y los cabildos locales están intentando crear nuevas fuerzas armadas. En Marruecos existe en estos momentos el peligro de un conflicto civil", avisó Franco. Ike respondió a este largo parlamento con una sonrisa y así consta en el documento secreto, en el que su redactor matiza, un tanto crípticamente, que el presidente estadounidense quiso remarcar con su gesto que no creía que los cambios que se estaban produciendo en Marruecos estuvieran sentando bien en el país africano.

Y llegó el momento en el que Ike sacó a colación el asunto de la ayuda económica para España. Se deshizo en palabras amables. "El Gobierno americano ha estado observando el esfuerzo y está muy contento con él. También deseo decirle al general Franco cuánto valora EE. UU. la excelente cooperación que el Gobierno español ha mostrado con las bases. Por esa razón, estamos muy agradecidos al Generalísimo".

Unos minutos más de distendida conversación y Eisenhower disparó con un asunto que, anunció, "es un problema interno tanto para España como para nosotros". Entonces explicó que había un grupo de opinión pública muy ruidoso en EE. UU. - en concreto los baptistas- que le habían pedido que planteara el asunto a Franco, incluso aunque se tratara de un tema interno español. Explico que los baptistas le habían dicho que tenían la impresión de que se estaba abusando de ellos, porque habían construido una iglesia en España y las leyes españolas no permitían utilizarla. Después del cañonazo, Ike trató de suavizar el tono aduciendo que creía que la única cosa que tenía derecho a decirle a Franco era que esperaba que reconsiderara el asunto. Y, antes de que Franco contestara, aclaró, tal vez conciliador, que EE. UU. "está compuesto por una población muy heterogénea que incluye a personas de todas las religiones" y le costaba entender por qué en España a algunos grupos no se permitía ejercitar su religión, y que este hecho estaba enturbiando "un poco" las relaciones entre los dos países. Tras la exposición del conflicto, Eisenhower preguntó a Franco si éste podía hacer algo al respecto, anunciándole de antemano que se lo agradecería y que en realidad éste era el único problema que tenía que mencionar.

Franco replicó que en España casi no había protestantes, "ni siquiera uno de cada mil", afirmó textualmente, y añadió que se trataba de "un asunto local" que estaba seguro de que podría resolverse. Ike insistió, obviamente insatisfecho por la respuesta del dictador, con el argumento de que muchos de sus amigos católicos también le habían sacado este tema, que tenía implicaciones especiales en su país debido a su historial de separación entre la Iglesia y el Estado. "Lo que el general Franco pueda hacer sobre este asunto no hará sino fortalecer las relaciones EE. UU.-España", arguyó el general norteamericano, que reforzó su razonamiento con el argumento de que la solución del inconveniente de los protestantes permitiría a los oficiales estadounidenses hablar más libremente sobre las relaciones entre ambos países.

Franco fue tajante y se desentendió del caso alegando que el problema lo tenían con la jerarquía eclesiástica en España. Si querían cambios respecto a los protestantes, advirtió Franco a Eisenhower, "tendrán que forzarlos ustedes desde Roma...".

Y en ese instante, por primera y única vez, terció el ministro Castiella, para decir que el gobierno español estaba trabajando sobre el asunto. El ambiente era tan tenso que, según certifica el memorándum, "aquí terminó la conversación".

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Mártinez