Y don Juan Carlos aceptó ser el sucesor. En marzo de 1968 el Príncipe explicó las interioridades de la sucesión al embajador de EE. UU. que volvía a Washington
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 29/08/2005 - La Vanguardia
DON JUAN SE SINTIÓ triste y pensativo y luego estuvo de acuerdo en que, si no había alternativa, su hijo debía rechazar la sucesión
Como no podía ser de otra forma, el personaje español que más interés despertó en los gobiernos de Estados Unidos desde comienzos de los años sesenta fue don Juan Carlos. De hecho, no hay conversación o detalle acerca del actual monarca que no figure en algún documento secreto archivado en EE. UU., como el memorándum de conversación de 4 de abril de 1968. El caso es que inmediatamente antes de abandonar su cargo en España, el embajador Duke fue recibido por el Príncipe que no dejó pasar la oportunidad de transmitir a EE. UU. su visión de la compleja transición que se empezaba a adivinar. Es obvio que el Príncipe sabía que todo lo que dijera a Duke llegaría en breve a la Casa Blanca, tal como ocurrió.
El 28 de marzo de 1968, don Juan Carlos recibió a solas en la Zarzuela a Angier Biddle Duke, embajador de Estados Unidos en España que iba a ser sustituido por Robert F. Wagner. Duke llegó al palacio sobre las seis de la tarde y el diálogo se prolongó durante cincuenta minutos.
El encuentro, según explicó Duke a Washington, transcurrió como sigue: "Tras un intercambio de observaciones personales, mencioné mis otras visitas de despedida como embajador y comenté que había mantenido una conversación de media hora con el Jefe del Estado. El príncipe Juan Carlos reparó en esta última observación, pasando a señalar que sus conversaciones con Franco solían ser siempre de la misma duración. Dijo que Franco le había tratado de forma paternonal, aconsejándole siempre de manera muy amistosa y afable, aunque sin expresarse en realidad de forma concluyente. En consecuencia, añadió Juan Carlos, en ningún momento llegó a saber con precisión en qué situación se hallaba él desde el punto de vista político. Por una parte, Franco le indicó que se comportara como un hijo leal pero, por otra parte, y más reciente, Franco le había insistido en la circunstancia de que Juan Carlos tenía ahora treinta años, era persona plenamente independiente acerca de sus propias decisiones y en caso de proponerse un objetivo determinado, debía efectivamente esforzarse por alcanzarlo".
Según Duke, Juan Carlos le contó que le había respondido a Franco "que, si se le daba alternativa al respecto, estaba claro que el primero era su padre (en la línea sucesoria) y que, por tanto, no seguiría el consejo de Franco de rivalizar por el mismo puesto".
El Príncipe explicó a Duke a continuación que, no obstante, "tal vez no sería preciso afrontar elección o alternativa alguna" ya que le había dicho a Franco -dijo Juan Carlos-que "la solución del problema sucesorio se hallaba en manos del Jefe del Estado antes de su muerte ya que en caso contrario la monarquía nunca regresaría a España. Él había apremiado a Franco a cumplir esta promesa mientras viviera".
Don Juan Carlos añadió que Franco, en respuesta a lo anterior, le había preguntado si, en caso de ser él el elegido, aceptaría el cargo de sucesor. "Juan Carlos dijo a Duke que le había respondido afirmativamente que si Franco, el Consejo de Regencia, las Cortes, etc, le querían y no existía ninguna otra alternativa, él aceptaría" y recalcó al embajador "que sentía que en tales circunstan-cias su deber consistiría en aceptar el llamamiento y que no podía rechazarlo".
Don Juan Carlos explicó que cuando su padre, Don Juan, se encontraba en España "para el bautizo de su hijo Felipe, le había contado sus conversaciones con Franco y que le había dicho a su padre que si se le ofrecía elección personal, era una cuestión, pero que, si de hecho era designado mediante el proceso constitucional previsto, no veía más alternativa que la de cumplir con su deber. Su padre -dijo don Juan Carlos-se había sentido al principio de algún modo conmocionado, luego triste y pensativo y, finalmente, declaró mostrarse de acuerdo en que si no mediaba otra alternativa, don Juan Carlos no debería rechazar la sucesión. Su padre -reiteró don Juan Carlos-coincidía en que si él rechazaba el llamamiento, probablemente España no recurriría al padre y la monarquía nunca volvería. Sin embargo, don Juan, aun mostrándose de acuerdo sobre la cuestión, había afirmado que personalmente pensaba que Franco casi con seguridad no designaría efectivamente a don Juan Carlos como sucesor. Al respecto, el Príncipe explicó
"que su padre creía que Franco no anunciaría elección alguna antes de su muerte".
El heredero le preguntó a Duke cómo veía la sucesión. "Respondí -relató Duke-que pensaba que si Franco moría inesperadamente sin haber adoptado medidas sobre la sucesión se abriría una fase de conmoción y expectación social y política en cuyo contexto quienes se hallaran en posesión de los auténticos resortes e influencia se inclinarían probablemente por dar cumplimiento a lo apuntado; es decir, a llamar a Don Juan al trono". Aunque Juan Carlos no descartó que la opción apuntada por el embajador pudiera acabar siendo realidad, el entonces Príncipe recordó a Duke, siempre según los documentos desclasificados, que su padre estaba exiliado y que ello suponía una dificultad objetiva para captar las realidades políticas de España.
Entonces Duke le preguntó si no creía que las "Fuerzas Armadas, preocupadas por la salvaguarda de la ley y el orden, presionarían en favor de una solución rápida, nítida y concluyente" y si no pensaba también que, basándose en el mismo impulso, las mismas Fuerzas Armadas retornarían a la solución apuntada, la solución legal.
Don Juan Carlos creía que era posible, pero añadió que no se hallaba en absoluto convencido de que las Fuerzas Armadas en bloque fueran a avanzar en tal dirección. "Indudablemente -dijo-algunos de los dirigentes más veteranos tenderían a avanzar por esta vía, pero -añadió-las Fuerzas Armadas crecían. Sin explicar esta observación, don Juan Carlos prosiguió para señalar que por desgracia tal circunstancia era el motivo de que para Franco resultase de la máxima importancia designarle a él ahora", aunque, no obstante, no se había comprometido. "No había dicho sí -explicó el futuro Rey-pero tampoco había dicho no". Pero el Príncipe juzgaba que Franco necesitaba resolver la cuestión, acudir a las Cortes y anunciarle a él como sucesor al trono.
Don Juan Carlos le dijo a Duke que el modelo de sucesión debía pasar por nombrar un presidente de gobierno, en este caso Carrero Blanco, y en otoño anunciarle como sucesor a la Jefatura del Estado, pero lamentó la resistencia de Franco a dar su conformidad a un plan con arreglo a un calendario. Según le comentó a Duke, el Príncipe pensaba que si Franco muriera sin nombrarle su sucesor, la monarquía no tendría nada que hacer aunque su padre le daba vueltas a la idea de un referéndum para elegir sucesor, que "evidentemente no funcionaría".
Casi al terminar don Juan Carlos le dijo al embajador que cuatro mandos militares de alta graduación habían acudido a hablar con él expresándose en términos tan extremadamente críticos de Franco y el régimen que se había visto obligado a pedirles que guardaran silencio al respecto. El Príncipe le dijo que los militares estaban muy descontentos por la inactividad y falta de dinamismo del gobierno, e inquietos ante el futuro. Mañana: Venga a verme sin avisar al ministro / 51
Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo Edición: Iñaki Ellakuría Documentación: C. Salmurri, F. Martínez Mañana: Venga a verme sin avisar al ministro / 51
LA OPINIÓN DE EE. UU. "No hay que minusvalorar a Juan Carlos" IÑAKI ELLAKURÍA - 29/08/2005
La apreciación que se tenía en la Administración norteamericana del príncipe Juan Carlos oscilaba dependiendo del político o el funcionario que la formulara. Por un lado, estaban los que veían al futuro rey como un joven preparado para asumir sus responsabilidades; y, por otro, estaban los que le consideraban básicamente como un "joven simpático y seductor".
De este último parecer era el embajador norteamericano en España, Angier Biddle Duke, quien tras su encuentro con don Juan Carlos el 28 de marzo de 1968, destacó que el príncipe "entró bien dispuesto y con gran ánimo e interés a debatir las relaciones con su padre y con el Jefe del Estado" y que "desplegó en todo momento un seductor sentido del humor y, pese a la seriedad de las cuestiones abordadas, no pareció darse excesiva importancia en ningún momento".
Para Duke, "a diferencia de su padre, parecen asustarle o al menos parece alejarse de los debates de gran trascendencia y entidad, cuestiones de principio o de orden teórico; prefiere centrarse en los métodos y los medios más que en los fines. No contestó a varias oportunidades que le di para que opinara sobre cuestiones políticas de actualidad tales como Gibraltar, las bases militares y las relaciones entre EE. UU. y España en general". Este comportamiento para Duke traslucía "una cierta actitud de total candidez". Aunque alertó que podría ser una estrategia y que sería erróneo "minusvalorar al príncipe Juan Carlos tan sólo por dar esa impresión de ser un joven simpático y abierto".
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