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El misterio del 'Sierra de Aránzazu'. En octubre de 1964, EE. UU. concluyó que quienes atacaron al mercante español cerca de Cuba fueron exiliados cubanos
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 30/07/2005 - La Vanguardia


EL FBI AVERIGUÓ Y entregó a España la identidad de los presuntos autores, residentes en Miami, pero no pudo probar su participación

El caso del Sierra de Aránzazu ocupó las portadas de todos los diarios españoles. El ataque, que hoy consideraríamos terrorista, a un barco español cerca de Cuba tensó la relaciones entre España y Estados Unidos mientras se esclarecía la autoría del incidente. La prensa y la opinión pública españolas creyeron que EE. UU. practicaba una política de silencio y olvido. Sin embargo, España fue informada de que el FBI investigaba el asunto y de la identidad de los principales sospechosos, todos ellos refugiados cubanos en Miami. Aun así, un agente informador de la inteligencia de EE. UU., un cubano residente en España, insistió en la culpabilidad de Castro. Pero, al final, la inteligencia militar norteamericana se convenció de que los exiliados cubanos fueron los autores.

A las 21.30 h del domingo 13 de septiembre de 1964, a unas 75 millas al norte de Maisí (Cuba), dos lanchas rápidas artilladas atacaron de improviso en aguas caribeñas al mercante español Sierra de Aránzazu,de 1.600 toneladas de registro bruto, que se dirigía a Cuba. Por aquellas fechas las relaciones Cuba-EE. UU. estaban especialmente marcadas a fuego por el intento de invasión norteamericana en Bahía Cochinos y por la gravísima crisis de los misiles.Sin embargo, España mantenía con Cuba unos aceptables contactos comerciales que no permitían presagiar ningún incidente desagradable que afectara a ambos países. Pero lo hubo.

Como resultado de la inesperada agresión, murieron el capitán, Pedro Ibargurengoitia; el segundo oficial, Javier Cabello, y el tercer maquinista, José Vaquero. Otros seis tripulantes resultaron heridos. El barco se incendió y sólo la intervención del mercante holandés Thulin,que rescató a los marinos españoles, evitó una tragedia mayor.

Nada más conocerse los detalles de los hechos, casi tres días después de producirse, el Departamento de Estado facilitó un relato en el que, además del suceso, explicaba que el comandante de una torpedera cubana "de fabricación soviética" se había ofrecido al barco holandés para hacerse cargo de los supervivientes. La oferta no fue aceptada.

Por lo que respecta a los autores, no había más que especulaciones que quedaron parcialmente disipadas cuando, cuatro días después, una organización anticastrista, que dijo llamarse Movimiento de Liberación Revolucionaria, con base en "algún lugar de Hispanoamérica", se atribuyó el ataque.

Pero la reivindicación de la agresión por la disidencia cubana no calmó los ánimos españoles, que hablaron de falta de interés de la autoridades estadounidenses para esclarecer el asunto. Hasta el ministro de Marina, el almirante de la Armada Pedro Nieto Antúnez, protestó por escrito el 24 de septiembre - en secreto- ante su homólogo norteamericano, el secretario de Marina almirante Paul H. Nitze, que le respondió que EE. UU. no estaba ocultando nada. Y por lo que se desprende de la documentación desclasificada, EE. UU. se había tomado el caso con interés, hasta el punto de que, el día 26, el FBI ya había elaborado un informe en el que daba el nombre de los cuatro sospechosos, a los que, sin embargo, no podían probar su participación en el ataque: Juan Hernández, René Morales, Rubén Navarro y Julio Richard, todos ellos disidentes cubanos bien conocidos por "otras agencias de investigación e inteligencia gubernamentales", según reza el documento que fue entregado a la embajada de España en Estados Unidos.

El FBI, utilizando un lenguaje propio en el que a los confidentes les llama "técnicos en obtención de información", explica cómo desde el 1 de julio anterior ya tenía noticias de que en los ambientes anticastristas de Miami se preparaba desde marzo o abril una operación clandestina para volar un barco cerca de la bahía de Cárdenas (Cuba). Igualmente, otra agencia de seguridad norteame-riacana había recogido entre los refugiados cubanos y de "un informador fiable y consistente" que los anticastristas querían atacar un barco y que, por ese motivo, el 27 de mayo anterior un tal José Alonso Costoyas había sido contactado por el activista Juan Hernández con el propósito de "atacar un barco inglés que llevaba a Cuba autobuses y locomotoras".

El navegante escogido para la operación era el disidente Rubén Navarro. Pero el FBI averiguó más todavía. Supo de llamadas telefónicas entre los sospechosos e incluso determinó que uno de ellos había salido de viaje hacia un lugar indeterminado durante las fechas en las que se produjo la agresión.

Sin embargo, el dato más impactante ofrecido por el FBI es que otro de los que supusieron implicados en el asunto del Sierra de Aránzazu, un tal Rubén Navaro, había sido interceptado en marzo de 1963 cuando navegaba por Miami River con de una lancha artillada en la que, además de las armas, habían cargado 1.365 litros de gasolina. Navarro dijo al agente de Aduanas que le interrogó, Wallace Shanley, que se dirigía a Cuba para recoger fugitivos del régimen castrista. Y Wallace escribió en su informe que los acupantes de la embarcación estaban "relacionados con el Movimiento Revolucionario 30 de Octubre y una organización anti-Castro con cuartel general en Miami (Florida)". El FBI no explica qué sucedió con el barco armado interceptado en Miami, pero añade que un tal Telmo Álvarez fue la persona que llamó a United Press Internacional para atribuirse "en nombre de la Organización Secreta de Acción Continental (OSAC)" el ataque contra un barco mercante español.

Los agentes investigaron en Inmigración quién podía ser el tal Telmo Álvarez y sólo encontraron con un nombre similar a René Telmo Morales Álvarez, nacido el 14 de abril de 1919 y llegado a EE. UU. el 1 de noviembre de 1959 como exiliado político. Finalmente, el FBI le interrogó en su residencia de la calle Northwest Sixth n. º 1.261 en Miami, y negó que hubiera hecho ninguna llamada telefónica y que supiera algo concerniente al ataque del barco español. También le preguntaron "si conocía a Julio Richard, Juan Hernández o Ramón Fernández Fernández, o un plan para sabotear un barco en la bahía de Cárdenas". Morales lo negó todo y la investigación quedó en punto muerto.

Mientras tanto, a finales de mes (septiembre de 1964), un exiliado cubano residente en España, informador habitual y de confianza de EE. UU., elaboró un informe - que la propia Administración norteamericana califica de especulativo-en el que desarrollaba la hipótesis de que la agresión hubiera sido ordenada por Fidel Castro. Entre las razones para pensar que Castro estaba detrás del caso, el informante aducía que el presidente cubano quería estropear las relaciones entre EE. UU. y España, envenenar a la opinión pública española contra los exiliados cubanos y reducir la cooperación entre ambos países en asuntos relacionados con Gibraltar. Luego ofrecía algunos datos sobre el ataque que resultaron ser erróneos.

Así las cosas, el 9 de octubre de 1964 los servicios de inteligencia del ejército norteamericano entregaron sus conclusiones al embajador Aguirre de Cárcer. "Por falta de prueba concluyente, no podemos eliminar totalmente la hipótesis de que el ataque fue perpetrado por elementos del gobierno cubano, por error o como provocación". Sin embardo, "consideramos altamente probable que la agresión fue llevada a cabo por un grupo o grupos de exiliados cubanos".

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: Misión secreta: hablar con Castro / 22