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Misión secreta: hablar con Castro. En 1967 España recibió el encargo de la Casa Blanca de transmitir a Cuba que EE.UU. quería pactar con Fidel
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 31/07/2005 - La Vanguardia


GAMERO Y CASTRO pactaron que mantendrían en secreto el encuentro y que, si se hacía público, España negaría que hubiera existido

En 1967 Estados Unidos trató de restablecer relaciones con Cuba, y España fue la intermediaria en tan secreta misión. Los hechos se desarrollaron entre el 13 de noviembre y el 21 de diciembre de 1967; los protagonistas del delicado y desconocido asunto fueron el presidente Lyndon B. Johnson; su secretario de Estado, Dean Rusk; el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella; el jefe de la Oficina de Información Diplomática Española (OID), Adolfo Martín Gamero, y, naturalmente, Fidel Castro. Todos pactaron, incluido el dictador cubano, que la misión permanecería tan secreta que, llegado el caso, España hasta negaría que se hubiera producido. Castro pensó que EE. UU. le engañaba, y éste quedó a la espera de una señal de acercamiento del líder cubano que nunca llegó.

El director de la OID, Adolfo Martín Gamero, llegó a La Habana el 25 de noviembre de 1967 por encargo de Castiella para cumplir la misión pactada con Dean Rusk y ordenada por Johnson. Martín Gamero había tomado todas las precauciones necesarias para evitar "que se tuviera conocimiento de la misión que se le había encomendado", según consta en la memoria secreta entregada por España a la Casa Blanca.

Al español le sorprendió la rapidez con la que Castro le recibió en audiencia, "lo que fue interpretado como una prueba del interés del primer ministro" cubano. El lunes 27, Castro invitó a cenar a Martín Gamero. El encuentro duró tres horas y media y tuvo lugar en la casa de la subsecretaria del ministro de la Presidencia, Celia Sánchez. El cubano y el español cenaron a solas.

Al día siguiente, Castro invitó de nuevo al español, esta vez a una excursión al campo en jeep, "durante la cual Castro expresó un inusitado interés y gran conocimiento de los distintos elementos del plan de desarrollo agrícola". Esta segunda entrevista duró desde las dos hasta las ocho de esa tarde. Ambos encuentros "se caracterizaron por su aire cordial y su atmósfera relajada".

Martín Gamero inició los diálogos con algunas consideraciones previas al mensaje que debía transmitir y subrayó "la necesidad de mantener el mayor secreto sobre la misión, a lo que Castro asintió con prontitud. Como precaución añadida, Martín Gamero se refirió a la intención del Gobierno español de negar cualquier filtración que se pudiera producir". Ambos también estuvieron de acuerdo en este aspecto.

España actuaba como intermediaria, entre EE. UU. - un país amistoso- y Cuba, un país con el que está vinculada históricamente. La razón que allí se dio por la que España estaba llevando a cabo estos buenos oficios era la expectativa de encontrar la misma respuesta en La Habana. Castro aceptó estos argumentos y escuchó.

Martín Gamero repitió entonces a Castro casi literalmente las palabras que el secretario de Estado había pronunciado en Washington a Castiella: "Quizás sería beneficioso recordar a Castro en este momento que sólo hay dos cuestiones no negociables. Por una parte, la intervención de Cuba en el apoyo a las actividades de la guerrilla y la subversión en otras naciones de Hispanoamérica; y, por otra, la presencia de armas soviéticas en territorio cubano. En cambio, EE. UU. no tienen la intención de interferir en la situación política interna de Cuba".

El enviado español trasmitió a Castro que EE. UU. había confirmado sin lugar a dudas su deseo de que supiera "a través de un intermediario debidamente autorizado y válido que EE. UU. está determinado a seguir una política de no intervención en los asuntos internos de Cuba, conforme a la promesa que el presidente Kennedy hizo a Khrushchev durante la crisis de los misiles".

Estos puntos fueron repetidos, aclarados y comentados para que no existiera ninguna duda o confusión acerca de su alcance y significado. Sus instrucciones, continuó Martín Gamero, eran transmitirle este claro mensaje y estar a su disposición por si en algún momento deseaba dar una respuesta a través del mismo canal. España respondería entonces de la misma forma. Sería suficiente con que se informara al encargado de Política español en La Habana de su deseo de continuar estas conversaciones.

Después de escuchar el planteamiento de su gran vecino americano, Fidel guardó silencio durante un rato, como si estuviera sorprendido. Entonces expresó su gratitud por los buenos oficios de España y aseguró a Martín Gamero que la misión se mantendría en secreto y preguntó: "¿Por qué estarán los americanos pensando en esto ahora?". Gamero contestó que, en su opinión, quizá EE. UU. tenía la sensación de que se había creado la atmósfera adecuada para que La Habana estuviera interesada en la sugerencia que estaba ahora poniendo sobre la mesa. Martín Gamero explicó en su informe que era consciente de que Castro tomaba buena nota de sus argumentos; pero el líder cubano no hizo el más mínimo comentario sobre ellos. Después de esta explicación, Castro volvió a mostrar su sorpresa por la iniciativa y le dijo: "Tenemos que pensar cuidadosamente acerca de este mensaje sorprendente; tendremos que analizarlo y estudiar todos sus elementos en relación cercana con lo que vemos y oímos cada día, pero mi reacción inicial es que no creo en la sinceridad de los americanos. Esto podría ser un nuevo truco. Hemos sufrido demasiados años de decepción para creerles ahora, sin más".

Y, a continuación, Castro se embarcó en el largo mensaje acerca de los esfuerzos de todo tipo que los norteamericanos habían hecho para acabar con la resistencia cubana: "Amenaza militar constante, presiones sobre otros gobiernos e individuos para impedirles que comercialicen con Cuba; maniobras y chantajes en organizaciones internacionales; actividades secretas y oscuras de la CIA...", y anunció que para poder creer que EE. UU. había cambiado realmente su actitud hacia Cuba serían necesarios algo más que mensajes y declaraciones. Quería pruebas tangibles como una reorientación general de la política estadounidense hacia las naciones de América Latina y hacia el Tercer Mundo. "Cuba creerá en la buena fe de EE. UU. cuando vea a ese gran país preparado para compartir sus enormes recursos con los países en desarrollo, de una forma sincera y generosa, en lugar de tenerlos para su explotación". Así que, a partir de ese instante, prestaría especial atención a cualquier nuevo síntoma que pudiera tener alguna relación con una nueva actitud americana. La iniciativa americana no fue rechazada automáticamente, pero no prosiguió.

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: "Hilo directo con el Vaticano" / 23