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Francisco Erice: «La imagen de la Asturias roja y dinamitera continúa viva aún hoy»
La Nueva España - 25/07/2005



Francisco Erice, ante la Casa de Cultura de Pola de Laviana.


«Es curioso que el primer Gobierno socialista fuera uno de los más pertinaces en no remover el pasado»

Pola de Laviana,
Lucía CORTINA

Francisco Erice lamenta no haber visitado aún el histórico Pozo Funeres en un momento en que parece estar en auge la recuperación de la memoria histórica. La implicación actual de los españoles con su pasado bélico y represor fue el tema sobre el que versó la intervención de este profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo en el curso de Extensión Universitaria «El miedo y la memoria. Una perspectiva de la represión franquista», celebrado en Pola de Laviana desde el día 11 hasta el 15 de este mes.
-La represión franquista fue el «leit motiv» del curso. ¿Qué caracterizó a ese período?
-Fundamentalmente, el control ejercido sobre la enseñanza, los medios de comunicación y, sobre todo, el hecho de que se vendiera un manto de silencio sobre la represión que llegó hasta casi el final de la dictadura. Los nacionales crearon un pasado alternativo en el que los bárbaros y los asesinos eran los republicanos y en ningún momento se reconocen los excesos violentos por parte del franquismo. Además, instauraron el culto a los caídos.
-¿Es este el «olvido de la memoria» del que habló en su intervención?
-Sí, y además esta configuración de un pasado monolítico y maquillado duró hasta casi el final de la dictadura. En el cine la primera escena de un «paseo» franquista se produjo en 1974 en la película «El amor del capitán Brando», de Jaime de Armiñán. Antes de esta fecha, la visión real de la violencia del bando nacional sólo existía en el seno de las familias y en pequeños círculos militantes.
-¿Existe actualmente en España cultura de la memoria?
-Ahora se está empezando a recuperar, pero durante la transición no existía y tampoco durante los primeros gobiernos democráticos. Había un cierto pudor y miedo a despertar ciertos fantasmas del pasado. Es curioso que, en gran medida, unos de los más pertinaces en no remover el pasado fueron los socialistas. Una anécdota significativa a este respecto es que cuando en 1986 se organizaron una serie de actos con motivo del 50.º aniversario de la guerra civil, Alberti dibujó un cartel con los colores de la bandera republicana y fue censurado.
-¿Cuándo se comienza a adquirir conciencia del pasado?
-A partir de los años noventa. Es la generación de los nietos de los vencidos, que ya no tienen hipotecas con el pasado y quieren saber. La llegada al Gobierno del PP y, sobre todo, el hecho de que este partido consiguiera en una de sus elecciones la mayoría absoluta provocaron en muchos el miedo de que pudieran regresar herederos del franquismo. Los ciudadanos reaccionaron movidos por el temor y, por tanto, se convierte éste en el segundo factor que influye en esa mayor implicación con el pasado.
-Actualmente está en auge el deseo de muchas familias de recuperar restos de sus parientes de fosas comunes.
-En esto tiene mucho que ver la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. La primera fosa común se abre en el Bierzo (León) en el año 2000. Este clima de deseo de salvar la historia coincide y sintoniza muy bien con una tendencia de recuperación del pasado a nivel internacional, es un fenómeno común a otros países que se experimenta de forma paralela en el resto de Europa. Este boom ha trascendido ahora en el ámbito político.
-¿A quién se debe atribuir el nacimiento de la democracia, a vencedores o a vencidos?

-En torno a este asunto creo que se menosprecia la lucha de muchos militantes. Sí, es cierto que el dictador murió en la cama, pero la lucha popular impidió una salida no democrática, que era lo que pretendía el propio régimen. No fue una élite ni los que dirigieron el proceso quienes impidieron la continuación de la dictadura, sino la lucha popular. Y su efervescencia se advierte sobre todo desde principios de los 70.
-¿Existió la misma implicación popular tras el golpe de Estado del 23-F?
-Ahí la actuación popular fue decepcionante y sucedió casi todo lo contrario que en la llegada de la democracia. Se percibió una desmoralización importante del pueblo cuando se produjo el golpe. La actitud de la gente ante este hecho no fue activa, a pesar de que en la manifestación organizada tras el golpe de Tejero los españoles dejaron claro que no querían volver atrás y que el tejido franquista estaba desarticulado. Creo que tiene que ver con el desencanto que primó entre los primeros años de los setenta y el golpe. El desencanto se produjo entre la gente que piensa que lo que se consiguió tras el fin de la dictadura no era lo que se esperaba.
-Asturias y, sobre todo, las cuencas mineras se han considerado siempre lugares especialmente revolucionarios: mito o realidad.
-Hay mitos y exageraciones lógicas y hay que depurar los datos. Los valles mineros son zonas donde la represión fue muy intensa y fueron zonas muy castigadas por ser focos revolucionarios. Esto está directamente relacionado con Octubre del 34. La mitificación se produce por ambos bandos. La derecha tiene muy presente el 34 y teme la sublevación de estas zonas. Dan una imagen de los mineros como personajes que, a pesar de que viven bien, son unos revolucionarios. Por parte de los partidarios de izquierdas, también se exagera el carácter rebelde de las cuencas mineras.
-¿Por qué aún hoy siguen vivos esos mitos?
-La sociedad actual necesita recurrir al pasado y recuperarlo en un presente que no cumple sus expectativas. La imagen de la Asturias roja y dinamitera sigue presente aún hoy y aparece, por ejemplo, en muchas canciones actuales. Víctor Manuel canta en la canción dedicada a esta región «dos veces, dos, has tenido ocasión para jugarte la vida en una partida», refiriéndose a la Revolución de Octubre del 34 y la reacción de los asturianos ante la guerra civil.