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Entre la historia y el ridículo. Símbolos del franquismo resisten en Barcelona en Capitanía, Gobierno Militar y en el Bruc
La Vanguardia - Barcelona - JOAQUIM ROGLAN - 18/03/2005

http://www.lavanguardia.es/web/20050318/51179636479.html


Salvo excepciones, la arqueología franquista ha ido desapareciendo de Barcelona entre anécdotas que rozan el ridículo. La estatua ecuestre de Franco, que presidió el patio y el museo del castillo de Montjuïc, fue esculpida por el artista republicano Josep Viladomat, que estuvo exiliado en Andorra porque fue el autor de la estatua de la República en Barcelona. Según se supo hace poco, Viladomat hizo la estatua del dictador a cambio de que el alcalde, José María Porcioles, le retornase un Mercedes que le requisó la Guardia Civil por no tener la documentación en regla. Pero el día que se desmontó, se descubrió que escultor se había vengado, ya que la estatua de Franco era de quita y pon y se incrustaba en el caballo con un punzón que le penetraba el duodeno. Según desveló el artista a sus íntimos:

"El día que caiga Franco, se podrá recuperar el caballo, porque es republicano".

Los símbolos más visibles de la dictadura resisten en las fachadas de la Capitanía General y el Gobierno Militar, al sur de la Rambla, y en los cuarteles del Bruc, en Pedralbes. Son escudos con el águila imperial franquista y la leyenda: "Una, grande y libre". Conocidas como buitres o gallinas por los antifranquistas, siguen allí pese a las limpiezas de las fachadas de esos edificios. El Ejército de Tierra no imitó el ejemplo de la Armada, que aprovechó la restauración de la Comandancia de Marina del Sector Naval de Catalunya para sustituir el escudo preconstitucional por el actual. La batalla para eliminar esos cuatro plumáceos viene de 1990, cuando Narcís Serra era ministro de Defensa y alegó que "los escudos existentes en Capitanía General, Gobierno Militar y Sector Naval han mantenido sus ubicaciones por considerar que son parte sustancial de la ornamentación, en consonancia con la ley 33/81". Dicha ley dispone la desaparición de los símbolos franquistas salvo en edificios "declarados monumentos histórico artísticos. Igualmente se mantendrán en los monumentos, edificios y construcciones de cuya ornamentación formen parte esencial o cuya estructura pudiera quedar dañada al separar los escudos". De nada sirvió demostrar al ministro y ex alcalde que esos edificios eran más viejos que Franco, como el caso de la Capitanía General, de 1846, y que esa decoración fue un añadido de la dictadura.

La simbología franquista fue eliminada del monumento a la República que hay en el Llapis,obra de Viladomat que fue vestida y reconvertida en un ademán fascista y que aún no ha recobrado su forma original. También se hizo desaparecer del monumento a los caídos en la Diagonal, donde se borraron las numerosas pintadas independentistas que lo redecoraban.Tampoco queda rastro de símbolos falangistas en el monumento a José Antonio de la actual avenida Josep Tarradellas, ni en una pared de la catedral, que se limpió con motivo de la boda de la infanta Cristina. No obstante, en muchos edificios de Barcelona sigue clavada la placa con el yugo y las flechas del Instituto Nacional de la Vivienda. Algunas de esas viviendas, como las que hay en la Travessera de Les Corts, fueron construidas por La Caixa. Algunos retratos del dictador quedan en la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios, en la residencia de estudiantes Muñoz Grandes y en un bar de la Bonanova al que acudía los últimos años de su vida el fallecido líder socialista Joan Reventós para entrevistar a su dueño porque preparaba un libro sobre la historia de la División Azul.

Otra metedura de pata tuvo lugar el 2000, cuando Joan Clos ordenó retirar objetos franquistas y nazis de una tienda del museo de Montjuïc y entonces se descubrió que recibía subvenciones del tripartito municipal.