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Luis Arias Argüelles-Meres «Estas memorias recorren la vida de un republicano y la España del desencanto»
La Nueva España - 29/03/2005

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=273762&pIdSeccion=35&pNumEjemplar=862


Luis Arias Argüelles-Meres en el Paseo de Begoña.


«En 1964 se presiente el surgimiento de una clase media que sacrifica la memoria republicana por sus intereses»

Víctor GUILLOT MONROY

Antañazo hubo días republicanos, maestros republicanos. Después hubo días de guerra y cuarenta años de paz y silencio, enlazados por Francisco Franco Bahamonde, dictador. Lo cuenta en unas memorias fingidas y realísimas el periodista y escritor Luis Arias Argüelles-Meres en su última novela, «Parte de posguerra», la memoria del franquismo y algo más, que se presenta esta tarde en el Antiguo Instituto Jovellanos, a las 20.00 horas, en un acto organizado por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón.

-Éstas son las memorias de un azañista, de un maestro republicano, las de su padre, escritas por usted.

-Estas memorias recorren la vida de un republicano y la España del desencanto. Recuerdo a mi padre la mañana del 1 de abril de 1964 sosteniendo el diario «Pueblo», cuyo titular celebraba los 25 años de paz. Los titulares eran escandalosos hasta decir basta en todos los periódicos. Recuerdo su gesto de impotencia. En la novela me lo imagino escribiendo en unas cuartillas holandesas todo lo que pensaba y sentía en ese momento.

-¿De dónde proviene el republicanismo de su padre?

-Manolo Arias, mi padre, nació en 1913. Siempre vivió en una aldea, Cornellana, y se educó con la formación de la Institución Libre de Enseñanza y los pensadores de la República. Durante toda su vida admiró mucho a Azaña, porque como muchos maestros republicanos veía en él al líder de un proyecto de Estado, donde lo más importante era que los pobres pudieran estudiar como los ricos, donde la cultura y la educación eran la herramienta del progreso del país.

-«Parte de posguerra» son unas memorias de la frustración, de un sueño que fue y que pereció entre cañones y balas.

-Toda la formación intelectual que habían tenido los republicanos desembocó en la cristalización de una utopía, la Segunda República, una realidad efímera, pero una realidad. Todos ellos creen en la República y ven en ella su sueño cumplido. Pero como escribí en otro libro, «Azaña o el sueño de la razón», aquel sueño engendró monstruos como los descritos en los Grabados de Goya. Aquella utopía se convirtió en una pesadilla, una monstruosidad que fue el nazismo y el fascismo, que segaron sus sueños.

-Estas memorias podrían ser un daguerrotipo de algunos hombres siniestros.

-Por la novela transita un cura, también abogado y capitán, un mujeriego terrible vestido con copa de magistral, que paseaba siempre calzado con espuelas de plata. Este cura presumía de oficiar misa en la Tiniella cuando Franco venía a Asturias a casa de doña Carmen y estuvo al servicio de Aranda, tan pronto como el general consumó su traición a la República. Era una persona posesiva y celosa. Escribía anónimos amenazantes. La sabiduría de la Iglesia decidió en buena hora nombrarlo canónigo de la catedral de Oviedo y terminar así con sus días profesionales. Fue uno de esos personajes mitad monje y mitad soldado. Una vez denunció a mi padre por no ir a misa con los niños los domingos.

-Pero la novela da un retrato muy distinto al preconcebido de otros personajes, como los indianos.

-Sí. En la novela se retrata a la mayoría de los indianos arruinados que fracasaron en las Américas. A penas tuvieron la suerte de juntar el dinero suficiente para poder regresar a su casa y morirse enfermos. No siempre fueron tratados con todo el mimo de la familia, pues muchos fueron considerados un estorbo.

-En «Parte de posguerra» se descubre también a los falangistas renegados que también dan el tono de hastío desde la derecha.

-Hubo falangistas que creían en la revolución social de José Antonio, pero que salvaron muchas vidas durante la guerra cuando Asturias pasó a ser territorio nacional. Tras la guerra esta gente se desencantó, no se veía representada en el nuevo régimen. En mi novela hay varios de estos personajes, uno de ellos es un falangista romántico y otro es un tabernero que descubre que aquello que debía ser la Falange no tenía nada que ver con la realidad.

-Los perdedores asumieron su derrota. Nadie hizo nada por cambiar el régimen y Franco murió por muerte natural.

-Los personajes vieron no sólo su derrota, sino que las democracias europeas, Inglaterra y Francia, dieron la espalda a España. Es un desencanto de la política interior y de la internacional. Además de ese desencanto, se insinúa el surgimiento de una clase media muy potente y amorfa que despista y de la que se sospechan sus intereses: con tal de tener una situación económica cómoda está dispuesta a no luchar por la libertad ni a rendir memoria a los que lucharon contra Franco. Ya se ve venir, se presiente lo que va a ser esa clase media, o sea, la culpable de que la generación republicana estuviera silenciada hasta muy avanzada la década de los noventa.