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Juicio al franquismo
LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES - La Nueva España - 05/03/2005

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=266149&pIdSeccion=52&pNumEjemplar=839


El juez Garzón se despide certificando algo tan obvio como clamoroso. Y es la falta de un juicio al franquismo. Plantea el conocido jurista con respecto a esa época que «intentemos establecer, al menos, un juicio histórico claro de las violaciones masivas de los derechos fundamentales en la dictadura». Es curioso que el país que retuvo a Pinochet en Londres, que el país que está juzgando a un torturador argentino, mire para otro lado cuando se trata de su historia más reciente. Es llamativo que el historiador Preston haya incidido en esto último en un artículo publicado en los últimos días en un diario de tirada nacional.

Hay quien se pregunta por qué de un tiempo a esta parte, publicistas, historiadores y partidos polemizan acerca de la República, la guerra civil y la posguerra, cuando en los primeros años de la transición el asunto parecía superado, o, al menos, se mantenía alejado del debate político. Es indudable que este país debe mirar hacia el futuro, que empieza en la complejidad del presente que vivimos. No lo es menos que las heridas cerradas en falso a principios de la transición llevan unos años supurando de manera incontrolable. Y lo asombroso -y hasta lastimoso- del caso es que, en un primer análisis, el asunto se presenta con una simplicidad que entra de lleno en el terreno de las obviedades. Se trataría, en primer término, de partir del hecho innegable de la existencia de atrocidades en los dos bandos. Ver cómo a partir de ahí los que vencieron hicieron su particular martirologio y airearon todo lo que pudieron los crímenes cometidos en el bando republicano, al tiempo que silenciaron los propios. Y, por último, ya en una sociedad democrática, con mordazas y vendas caídas, haberles dado la paz y la palabra a los que perdieron, concederles la oportunidad de contar su experiencia individual y colectiva. Y, al final, que cada ciudadano que así lo desease pudiese hacer el correspondiente análisis contando para ello con algo tan insobornable como los datos y los hechos.

¿En nombre de qué razonamientos se puede esgrimir que es necesario que este país desconozca una parte de su pasado como es la represión franquista? ¿Qué argumentos convincentes se pueden sostener para seguir silenciando lo que ocurrió en un tiempo y en un país que fue el nuestro?

Hay quien lleva esto a una especie de refriega dialéctica entre el PP y el PSOE. Lo que sucede es que los hechos están ahí. AP primero y el PP actualmente fueron fundados y refundados por un ex ministro de Franco, el señor Fraga Iribarne, que escribió libros y artículos esbozando las delicias de la dictadura. Lo hizo en un tiempo en el que quienes no opinaban así no contaban ni con la paz, ni con la palabra. Haría muy bien el PP en desmarcarse de ciertos resabios franquistas que, quiérase reconocer o no, le afloran. Y a uno le cuesta entender que un partido que se define inequívocamente democrático, como es el PP, no se distancie de todo aquello que pueda tener connotaciones franquistas, empezando por propagandistas conversos que exoneran a Franco de casi todo, hasta de haber dado comienzo a la guerra civil. Y no esté en primera línea a la hora de poner de manifiesto su repugnancia a un largo período de la historia de España que estuvo protagonizado por la represión y por el atropello a los derechos humanos más elementales, empezando por el derecho a la vida, al que tanto dicen defender.

Lo más sombrío de que llegue a celebrarse ese juicio histórico del que habla Garzón quizá radique en la tendencia a la amnesia, que tanto gusta a quienes se sintieron más o menos cómodos en aquel régimen, que tanto satisface también a aquéllos cuyas trayectorias están marcadas por lo errático y por lo atrabiliario.

En cualquiera de los casos, por mucho que se fomenten los olvidos, los hechos siempre afloran. Y una época -la nuestra sin ir más lejos- también será juzgada por la forma en que decidió afrontar aquello tan decisivo y relevante a lo que seguimos llamando historia.