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10 años, 3 meses y 22 días en las cárceles de Franco
Levante - 01/05/2005

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R. Montaner Coll, Valencia

Isidro Guardia, que a un mes y medio de cumplir 84 años todavía colabora semanalmente en las páginas de agricultura de Levante-EMV, es una víctima del franquismo con mayúsculas. Detenido el mismo día en que cumplía 19 años, el 15 de junio de 1940, fue condenado a muerte por ser uno de los líderes de la Agrupación Libertaria, la primera y más importante organización de resistencia antifranquista que combatió tras la Guerra Civil desde la clandestinidad en Valencia.

La redada contra el grupo de Guardia, que en un golpe de audacia había inundado Valencia con 5.000 octavillas subversivas traídas desde Francia apenas un año después del Desfile de la Victoria de las tropas franquistas por las calles de la derrotada capital de la República, se saldó con un muerto y 32 detenciones.

Condenado a muerte y torturado

Tras 21 interminables días de torturas y palos a granel en los sótanos de la Jefatura Superior de Policía [que entonces estaba frente a Capitanía en un edificio ya desaparecido], un tribunal militar condenó a muerte a Isidro y a otros nueve de los militantes de la CNT detenidos; para los otros 21 -uno de los arrestados fue absuelto- dictó penas que sumaban 251 años de prisión.

Luego pasó 66 días en el corredor de la muerte de cárcel Modelo, donde vio desfilar a tres de sus compañeros de expediente camino del pelotón de fusilamiento de Paterna. Su pena fue conmutada por la de cadena perpetua y trasladado a San Miguel de los Reyes, de donde saldría en libertad condicional en 1950, «tras pasar 10 años, 3 meses y 22 días en las cárceles de Franco», relata con la frescura de llevar en las paredes de su memoria rayadas cada una de las jornadas de su cautiverio.

Encerrado pero libre, porque nadie podía poner grilletes al pensamiento de Isidro a pesar de las frecuentes palizas que le propinaban los guardianes de la cárcel. Guardia todavía recuerda el caso de un polaco que «de los palos que le habían dado deambulaba todo el día por San Miguel cantando la Internacional al mismo tiempo que hacía el saludo fascista».