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1976. El destape y el fin de la censura
El Periódico de Catalunya - 01/04/2005



El fotógrafo y la foto César Lucas, autor del retrato de Marisol, con la célebre imagen de la cantante. Foto: EL PERIÓDICO


El 2 de septiembre de 1976, la revista 'Interviú' publicó en portada, por primera vez en la prensa española, la foto completa de una mujer desnuda 

Era Marisol, niña mimada del régimen y novia de toda una generación 

RAFAEL PRADAS
BARCELONA

La libertad no se segmenta. La larga marcha hacia la democracia, la amnistía y el Estatut, tras la muerte de Franco, se tradujo en movilizaciones en la calle y en las fábricas. Pero el deseo de liquidar el pasado tomó muchos caminos.
El 2 de septiembre de 1976, ya con el Gobierno de Suárez, la revista Interviú --creada por el fundador del Grupo Zeta y de EL PERIÓDICO, Antonio Asensio-- publicó por vez primera la fotografía de una mujer totalmente desnuda en la portada. Se trataba nada menos que de Marisol, icono del régimen franquista, del desarrollismo, de la España en paz. Lo cierto es, sin embargo, que Pepa Flores demostraría con el tiempo ser más progresista que su personaje Marisol.

Entre la pantalla y el cuché
Ese mismo año trajo también memorables desnudos cinematográficos. La propia Marisol lo hizo en El poder del deseo, de Bardem; Ana Belén, en La petición, de Pilar Miró; y María José Cantudo en La trastienda de Jorge Grau. Susana Estrada, Analía Gadé, Carmen Sevilla, Bárbara Rey, Nadiuska, Aghata Lys, Eva León, Norma Duval o África Pratt forman parte de la larga nómina de quienes perdieron ropa entre la pantalla y el papel cuché.
"Ese destape fue un gran ejercicio de libertad, erótica si se quiere, y significó la entrada de gran número de películas extranjeras que no habían podido verse", explica el catedrático Román Gubern. Aunque con problemas, Saló, de Passolini, se exhibía en la Semana de Cine de Barcelona de 1977 y fue secuestrada por escandalosa, y El imperio de los sentidos, de Oshima, no se pudo estrenar al ser clasificada X, cuando estas salas aún no existían. "La censura --dice Gubern-- desapareció en noviembre de 1977, pero seguía vigente el delito de escándalo en el Código Penal". Lo arregló Pilar Miró en 1982.
Aquel cine, clasificado de S (aún no se sabe si quiere decir sensual o sexy), tiene más valor sociológico que otra cosa. "Fueron películas baratas, efímeras, de serie B, muy coyunturales", recuerda Gubern.
Pero la libertad de expresión no era una asignatura fácil. En 1978, el actor y director teatral Albert Boadella fue juzgado en consejo de guerra por la obra La torna, que narraba el ajusticiamiento del polaco Heinz Chez al mismo tiempo que el anarquista Salvador Puig Antich, en 1974. El crítico Joan Anton Benach explica su visión de los acontecimientos: "Fue uno de los últimos coletazos del régimen militarista de Franco en su intento de imponerse a la sociedad civil y a la libertad de creación artística". La fuga de Boadella y otros joglars fue un rocambolesco episodio de la larga transición.
Lencerías al margen, no todo era un camino de rosas para la prensa. José Martí Gómez recuerda que Manuel Vázquez Montalbán y Juan Marsé fueron procesados por publicar en Por Favor una versión libre de Caperucita, presentándola como ninfómana. "Yo mismo --cuenta Martí--, con Josep Ramoneda, tuve que ir al Gobierno Militar a declarar por una entrevista a un vasco llamado Letamendia que, parafraseando a Fraga, había dicho que la calle era nuestra. Dos meses más tarde me comunicaron que, gracias a la amnistía, me había librado de ser acusado de rebelión armada".
Terminaban años de prohibiciones y de represión moral. Hoy casi nadie se escandaliza por la piel al aire. Ni por una opinión. ¿O sí?