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Calle 18 de Julio, Santa Cruz de Tenerife.
Ramón Afonso - 13/04/2005


Ni siquiera la muerte del hijo de Dios sembró el planeta de tantos desconsolados huérfanos como el reciente fallecimiento del fundamentalista obispo de Roma. Con la agonía y desaparición de un sólo hombre, convertidas en reality show, intentan demostrar que el vacío espiritual que deja el Papa polaco es tan inmenso que a su lado la muerte de miles y miles de personas producidas por la guerra y ocupación de Iraq sólo son el justo tributo de un pueblo para ganar la paz y la divina democracia occidental; mientras por un lado falsimedia hace invisibles a los muertos iraquíes, los del sida africano, los del hambre, por otro revela al mundo que el Papa de la contraliberación hace milagros y lo aclama ¡Santo, santo, subito! ¡A los altares ya! Y la muchedumbre eleva sus ojos al cielo en busca de su protección.

Esta congoja teledirigida ha estimulado de tal manera al alcalde Miguel Zerolo y a su camarlengo municipal Antonio Bello que, en un alarde de valentía política - hasta aquí hemos llegado-, han decidido cambiar el nombre de la calle 18 de julio -icono del calendario fascista español- por la de "Juan Pablo II, el Magno", bueno, Magno no se sabe, pero Veterano seguro. De paso, y después de treinta años, han reparado en que no está bien homenajear en formato de nombre de calles, plazas o monumentos, el alzamiento fascista del 36. No es moderno recordar la recua de asesinos que engalanan con sus nombres las esquinas de nuestras calles ( general Franco, general Mola, general Sanjurjo, general Goded, general Fanjul, José Antonio Primo de Rivera, etc.). Tras la manida y demagógica argumentación de que "son Historia y, por lo tanto, por qué habría que quitarlas" no sólo se esconde la escasez de conciencia democrática y la endeble memoria histórica del insularismo tinerfeño, sino un pasado y un presente lleno de coincidencias ideológicas con el dictador.

Tiene su gracia, si no fuera trágico, cómo intentan proteger de esta reconversión nominal del viario a toda una pléyade de fascistas de las mejores familias de la ciudad que han visto su criminal comportamiento premiado con una calle, plaza, biblioteca o colegio. La mayoría de estos negros elementos de las Brigadas del Amanecer o de Falange son familiares directos de algunos de los más notables miembros de la sociedad tinerfeña, tal es el caso de Miguel Zerolo Fuentes, alcalde fascista de Santa Cruz y tío del actual edil chicharrero, o del que fuera jefe de Falange, José Miguel Galván Bello, tan recordado por la autopista del sur, punto de partida para el saqueo medioambiental de esa parte de la isla; de Cándido Luis García Sanjuán, requisador de oro e íntimo colaborador del carnicero Dolla, o del autor de Historia de Santa Cruz de Tenerife, Alejandro Cioranescu, militante fascista rumano y miembro destacado de la Guardia de Hierro, como denuncia Ramiro Rivas en un excelente trabajo en la revista Disenso en enero de 2004. Incluso algún superviviente como Pedro Doblado Claverie, también alcalde de Santa Cruz entre los años 1965-1970, que patronea en la actualidad la dirección del elitista Club Náutico. Otro alcalde fascista, Javier de Loño Pérez (1970-1972), pasea su sabiduría política dando consejos de buenas prácticas municipales en las páginas de El Día, o nos deleita con sus conocimientos del urbanismo de la ciudad en una tertulia de amigotes televisada por el Canal de Paco Padrón y que comanda con enérgica autoridad el general Arencibia.

En la disputa de quién es más demócrata, unos y otros (PSOE y ATI) hacen propuestas para sustituir a los "callejeros" generales fascistas y han llegado a la conclusión de que lo mejor es renombrar las calles con personajes ilustres de la cultura canaria como los poetas Pérez Minik o Pedro García Cabrera. También han pensado en abstracciones como "concordia" o "solidaridad", seguramente no saben que uno de los centros de operaciones del asesino Pinochet se llamaba "Colonia Dignidad". Alguien ha susurrado la posibilidad de que se retomen los nombres que tenían antes del golpe fascista pero aquí, como siempre, les entra el miedo en el cuerpo, no vaya a ser que se abra la herida falsamente cerrada con la transición. La primera intención del alcalde, antes de la muerte del Papa, fue bautizar con el nombre de "30 de mayo" - día de Canarias- la actual calle 18 de julio, incluso Izquierda Unida sugirió el nombre del "11 de marzo" en honor a las víctimas de los atentados terroristas de Madrid. Si de fechas se trata lo justo sería llamarla "14 de abril" para recordar su olvidada denominación de Calle de la República. Si la intención es homenajear a las víctimas del terror -loable objetivo- los muertos y desaparecidos en Tenerife por defender la legalidad republicana merecen como nadie tal distinción, por lo que sería de justicia que se dedicara a su memoria la actualmente llamada Rambla de los Reyes Católicos, lugar donde se ubicaban los salones de tortura de Fyffes y existe un monumento a su memoria erigido por los alumnos del colegio Montesori. Cualquiera de las calles que actualmente llevan el nombre de verdugos autóctonos como Francisco La Roche (Av. de Anaga), Capitán Landero, Comandante Sánchez Pinto, Brotons, Santiago Cuadrado o, la de "la bella" mis Europa Alicia Navarro, servirían para homenajear a los muertos del 11 M.

Existe una deuda histórica con los demócratas de esta ciudad y la desaparición del monumento al dictador Francisco Franco es condición imprescindible para empezar a saldarla.