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1 de noviembre, Día de la Mujer Luchadora
Richard Aguado (Foro por la memoria en La Rioja) [02.11.2005]



Miliciana de la columna Uribarri con un niño en brazos.


Últimamente estamos asistiendo a un auge del movimiento por la recuperación de la memoria, y de la historia, en torno a la última guerra civil, y a la dictadura impuesta posteriormente.

Se recuerda a los hombres caídos en la lucha por la democracia, aunque aún falta mucho para un reconocimiento total.

Se está tratando de recuperar su memoria, de restablecer su dignidad, ya que a muchos los mataron como a perros en las cunetas de las carreteras, o en los barrancos.

Se intenta, también, que los represaliados que aún viven, cada vez menos por desgracia, tengan una vida más cómoda, y unas pensiones más altas, ya que muchos de estos no pudieron trabajar, por ser tachados de “ rojos" o por estar en la cárcel durante muchos años.

La mayoría de los homenajes, de los discursos y de los escritos, están referidos a los hombres, ya que fueron, ellos más que ellas, las víctimas de ese crimen contra la humanidad que supuso cuarenta años de represión contra cualquier oposición.

Cuando hablamos de mujeres, recordamos nombres históricos, como a Rosario, “ la dinamitera", famosa por el poema de Miguel Hernández, y a alguna otra miliciana. También a las políticas, como Federica Montseny o Pasionaria, que fueron luchadoras por la igualdad y los derechos de las mujeres. En mente tenemos a esas mujeres encarceladas y reeducadas en conventos y en cárceles, con unas carceleras que, ahora, tienen un premio Príncipe de Asturias.

Pero nunca solemos pensar en las que, para mí, fueron tan importantes, o más, que las anteriores, en la labor de recuperación de la memoria, y en la custodia de la verdadera Historia.

Son esas mujeres, que desafiando al orden imperante durante la brutal dictadura, con mucho miedo eso sí, salían de sus casas, todos los primeros del mes de noviembre, a pie, a escondidas, y con las pocas flores que podían coger por el camino, para acercarse a las tumbas, más bien fosas, en las que yacían sus maridos, hijos o padres.

Esas mismas mujeres que tenían que aguantar el llanto cuando por las calles de su pueblo veían a los asesinos de sus seres queridos.

Esas mujeres que, no pudiendo llevar el luto por la calle, se lo ponían en casa, a escondidas.

Esas mujeres, que como España, tenían la profunda raíz católica en sus corazones, y llevaban su luto y sus flores en el día de los difuntos, pero no podían hablar con algún clérigo, por que este era el culpable de muchos asesinatos.

Esas mujeres contaron lo ocurrido a sus hijos y a sus nietos, muchos hijos que no conocieron padre, y muchos nietos que nunca les han contado esa historia en sus colegios. Y lo hicieron con un solo afán, que aquella salvajada no volviese a repetirse.

Es verdaderamente impresionante ver a estas mujeres hoy en día, y que te cuenten lo que pasaron. Se encoge el alma mientras relatan sus vivencias, y piensas como es posible que no tengan venganza sus ojos.

Por que sus ojos solo tienen pena. Pena por los que ya no están. Pena por lo sufrido, y pena por que han visto en sus vecinos, hasta donde puede llegar la raza humana con su odio.

Por eso, el primer día del mes de noviembre debería llevar su nombre, y pasar a ser el Día de la mujer luchadora.