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El sueño de libertad que nació en Rasines. Leopoldo Pico, de origen cántabro, fue el cerebro y líder de la fuga del Fuerte de San Cristóbal, del que se evadieron 796 presos en 1938
El Diario Montañés - 15/05/2005

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Vista aérea del Fuerte de San Cristóbal, en Pamplona. El próximo día 22 se rinde allí homenaje a los presos. Se ha pedido a Defensa que abra el fuerte.


Si se pregunta por la fuga de presos más masiva que se haya producido en España muchos hablarían de la de Segovia. Fue en 1976 y huyeron 29 presos, en su mayoría etarras. Ha quedado en la memoria colectiva, pero no es, ni de lejos, la mayor evasión que ha habido en nuestro país. La más grande de todas permanece en el olvido, o recordada sólo por los ya escasos supervivientes y sus descendientes. Fue en 1938, en Pamplona. El 22 de mayo de ese año, 796 presos vivieron un sueño de libertad que había comenzado a forjarse en la mente de un hombre, Leopoldo Pico, que había nacido 27 años antes en Rasines (Cantabria).

Pico, con un puñado de hombres, una veintena a lo sumo, logró hacerse con el control del Fuerte de San Cristóbal, donde malvivían cerca de 2.500 presos, la gran mayoría republicanos. El sueño de libertad fue efímero para casi todos ellos, pues sólo tres consiguieron el objetivo de cruzar la frontera francesa. Para dos centenares de evadidos, la aventura significó la muerte. Todos ellos se hicieron un hueco en la historia, pues incluso la prensa de la España franquista tuvo que hablar de la fuga. El 30 de mayo de 1938, ocho días después de la evasión, la 'Hoja Oficial del Lunes' del 'Diario de Navarra', publicaba una nota del Servicio Nacional de Prensa con el título 'Fracasada revuelta de unos prisioneros por delitos comunes'. «En un campo de concentración de presos se ha producido una revuelta promovida por un grupo que formaban los reclusos más indeseables, los cuales consiguieron arrastrar a otros de tipo análogo, en número de 796, valiéndose precisamente del buen trato y soltura de movimientos que se les concedían en campo de referencia: Humano régimen que se aplica en la España de Franco y al que se ha respondido con este abuso criminal».

La huida de 800 presos no podía pasar inadvertida y el incipiente régimen franquista tenía que contrarrestar el golpe de una fuga masiva de presos republicanos en su retaguardia, y en el Fuerte de San Cristóbal, una prisión considerada de alta seguridad. Los periódicos franceses acabaron dando la noticia y publicando denuncias sobre la represión en la zona nacional. El 17 de junio del 38, la prensa gala tuvo su respuesta a través de otra nota oficial publicada en el'Diario de Navarra' bajo el título 'La evasión de los presos de Pamplona'. «La prensa francesa a sueldo de los rojos, con motivo de la evasión del Fuerte de Pamplona de una cuarta parte del número de presos allí detenidos, que aprovecharon la benevolencia de los guardianes para dar muerte a uno de ellos y tumultuariamente se echaron al campo, se dedica a forjar fantásticas novelas de difamación contra la España nacional».

Documentos del fiscal

Esa es la última referencia en la prensa española a la fuga de San Cristóbal hasta el final de la dictadura. Un profesor de Filosofía de Valladolid, Félix Sierra, salvó en 1990 las lagunas de la hemeroteca. Encontró en un desván documentos del que fuera fiscal en el consejo de guerra contra los fugados, con lo que se aporta una buena reconstrucción de los hechos, también explicados en el libro de Sierra mediante testimonios de quienes participaron en la fuga.

La magnitud de la evasión se aprecia por sus números. De los 2.500 presos que aproximadamente había en el penal, 796 se fugaron. De ellos, 207 murieron en la fuga, 585 fueron detenidos -de los que 14 fueron condenados a muerte y fusilados- y tres llegaron a Francia.

El servicio de prensa franquista mentía cuando hablaba sobre las características de los presos evadidos. «Sépase para el debido encuadramiento de este episodio, que todos los implicados -salvo un reo de delito político- estaban sometidos a procesos por delitos comunes de la peor especie y que dos terceras partes de los reclusos -entre ellos, por cierto, el único condenado a muerte- se negó a participar en el plan de evasión que ha intentado llevar a cabo un puñado de asesinos, atracadores, ladrones, que por estos delitos de asesinato, atraco y robo están condenados cuantos en el suceso tomaron parte».

Lo que sí es cierto de la noticia es que del penal salió el que quiso y sus fuerzas se lo permitieron. Félix Sierra recopiló en su libro los delitos por los que acabaron con sus huesos en el Fuerte de San Cristóbal los 585 presos capturados vivos y juzgados en un consejo de guerra sumarísimo. 499 estaban condenados por delitos de carácter político, posteriores al 18 de julio, tales como rebelión militar, adhesión a la rebelión, rebelión, auxilio a la rebelión, excitación a la rebelión, frases tendenciosas y manifestaciones contra el Movimiento. Muchos de ellos estaban privados de libertad desde el 19 de julio de 1936, como los 62 vallisoletanos que había entre los fugados, todos ellos detenidos en la Casa del Pueblo de la capital castellana. 14 de ellos murieron durante la fuga, cinco fueron fusilados y dos murieron por 'enfermedad'. Salvaron la vida 41.

La organización

La mayoría de los presos se enteró de la fuga una vez que ya estaba en marcha, después de que una veintena de prisioneros hubiese logrado hacerse con el control del fuerte tras reducir a los guardias del penal y a los 92 soldados de la guardia exterior.

El plan fue urdido por Leopoldo Pico, quien también se pondría al frente en el momento de su ejecución. A la hora de la comida, con la ayuda de los presos que estaban haciendo servicios, Pico redujo a los guardianes y abrió la puerta de la cárcel vistiendo gorra y abrigo de guardián y con una pistola en la mano. Con el disfraz logró distraer a la tropa que vigilaba el fuerte y que en ese momento estaba en el comedor. Los presos cogieron las armas de los soldados y atacaron el único punto de resistencia, las garitas de vigilancia. En unos minutos, el control del fuerte había cambiado de manos. Los hombres de Pico abrieron las puertas de las galerías e invitaron a salir a los presos. Casi todos salieron corriendo, pero también muchos regresaron a sus celdas al intuir que la aventura no tenía posibilidades sin ningún apoyo exterior y después de que su única ventaja, la sorpresa, desapareciera casi inmediatamente con la huida de dos centinelas de las garitas de vigilancia. La toma del fuerte se saldó con un muerto, un guardián al que los fugados golpearon cuando estaba dando una alerta que de haber sido efectiva les habría desbaratado todo el plan.

El líder

El organizador de la fuga murió, fusilado antes del juicio, según el fiscal; en el monte, según una versión de los fugados; y ejecutado en un cuarto de la prisión nada más ser capturado, según otra. De él se sabe que tenía 27 años y que había nacido en Rasines. Pronto se fue con su familia a Bilbao y allí trabajaría en Euskalduna. Era uno de los dirigentes en el Partido Comunista en Bilbao y vivía en una casa del partido en la calle Correo. Allí se reunía con Dolores Ibarruri, 'La Pasionaria', y otros responsables del partido.

Por el testimonio de su mujer, Concha Mazo Mendieta, se sabe que estuvo preso tras la 'revolución de octubre'. Luego le volvieron a encarcelar durante la guerra. Le encargaron dinamitar un puente entre Vizcaya y Álava, pero los requetés le estaban esperando. Le condenaron en un tribunal de Vitoria por rebelión militar y fue a parar al fuerte de San Cristóbal, una obra militar impresionante construida durante el reinado de Alfonso XII para defender Pamplona. Se comenzó a usar como presidio en 1934 y de forma intensiva a partir del 36.

Los 2.500 presos que había allí el 22 de mayo de 1938 soportaban unas condiciones de hacinamiento, malnutrición y malos tratos diversos. 796 decidieron jugarse la vida y la libertad a cara y cruz. Quizá muchos sintieron lo mismo que Leopoldo Cámara que, cuando atravesó la puerta principal del fuerte el 22 de mayo de 1938, gritó con toda su alma «¿Viva la libertad!». Dice que nunca lo podrá olvidar porque fue «el momento más feliz de mi vida».