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Los huérfanos de Aldeanueva. Muchos toledanos perdieron la vida en campos de concentración austríacos. Ahora sus hijos podrán solicitar las ayudas económicas que concede el gobierno francés
La Tribuna de Toledo - 13/03/2006




M.G./TOLEDO

Uno de los pocos recuerdos que le quedan de su padre es una vieja foto que le enseñaba su madre de joven. Fermín posaba con «un mono azul y una piqueta», lo del color lo pinta en su imaginación porque la foto se estampa en blanco y negro, a pie de obra «estaba trabajando en la construcción de un puente en Francia». Siempre que veía la foto le decía a su madre, «¿pero ese no soy yo?» Tenía un gran parecido a su padre de joven. Imposible. El señor del mono azul era su padre, al que apenas conoció, poco antes de caer en las redes del ejército nazi, que detuvo y traslado a Fermín y a otros muchos españoles al campo de concentración de Gusen, un apéndice del hórrido Mauthausen. Allí también llevó un mono, pero de presidiario, a rayas verticales blancas y azules, marcado con un triángulo azul con el que los alemanes distinguían a los españoles.

La fecha de su muerte no se le olvida a Fermín hijo:31 de enero de 1942. No sabe qué le hicieron, aunque ha visto reportajes en televisión contando la tragedia del exterminio, los hornos crematorios, la cantidad de personas que iban de un sitio para otro semidesnudas, sin esperanza, pasando hambre, trabajando como esclavos, viendo morir a su gente fusilada, quemada, asesinada, acurrucada en los rincones de aquellas cárceles inhumanas esperando la muerte y escuchando que terminarían en aquellos hornos... La de veces que su hijo Fermín ha escuchado que los prisioneros entraban por las puertas de Mauthausen y de otros tantos campos de concentración austríacos y salían por la chimenea. Así se borraba las huellas de los crímenes nazis.

«¡Se dicen tantas cosas! Lo que sé es que mi padre se despidió de otro del pueblo, que también estaba en Gusen, cuando le trasladaron a otro pabellón». Fueron las pocas noticias que recibió la familia al poco tiempo, cuando este otro vecino de Aldeanueva de San Bartolomé consiguió librarse de la muerte y regresó al pueblo. Quizá aquel vecino celebró por todo lo alto la liberación de los prisioneros de Mauthausen y Gusen, entre otros campos de concentración, por las tropas aliadas el 5 y el 6 de mayo de 1945.

La historia y los recuerdos vuelven una y otra vez a Aldeanueva de San Bartolomé, en Toledo. Muchos españoles quedaron huérfanos de padre o madre durante la Segunda Guerra Mundial. En la provincia de Toledo se ha recuperado un listado con el nombre y apellidos de 190 refugiados fallecidos en los campos de concentración entre 1940 (año en el que deportaron a los primeros cientos de españoles a Austria) y 1943. Ahora, más de sesenta años después, el gobierno francés ha decidido restituir la memoria de aquellos años y rescatar del olvido a tantos represaliados confinados en el horror. El Ministerio de Defensa aprobó un Decreto a finales de 2004 para que los descendientes perciban una indemnización de 27.440, 82 euros o una renta vitalicia de 457,35 euros mensuales con tal de que se acredite que la muerte sobrevino ‘por deportación’ o en los campos de concentración, y se faciliten documentos que prueben la filiación y que la edad del descendiente no superaba los 21 años en el momento de su muerte.

Francia quiere devolver parte de su deuda y el Foro por la Memoria de Castilla-La Mancha e Izquierda Unida están colaborando con los familiares que quieren pedir la indemnización. Medio millón de españoles huyeron cuando Franco celebró la Dictadura al país vecino según algunos historiadores. Allí fueron utilizados como mano de obra, confinados en campos de refugiados para construir infraestructuras que protegiesen al ejército galo ante el inminente ataque alemán. Algunos españoles fueron deportados a España con la promesa de que no recibirían castigos, otros se enrolaron en la legión, pero la mayoría terminó viajando en convoyes a los campos de concentración preparados en Austria, tras su anexión a Alemania en 1938. Muros atroces que esperaban su llegada para esclavizarlos en las canteras.

Fermín Rodríguez ya tiene toda la documentación preparada. El acta de defunción de su padre, un papel en alemán que confirma la fecha de su deportación al campo de Gusen y otros papeles que acreditan que se quedó huérfano con sólo cinco años. Sus otros dos hermanos eran un poco más mayores. «No le conocí. Estuvo en España hasta el 39, y sé que vino a verme, pero yo era muy pequeño. Cuando terminó la Guerra Civil se pasó a Francia como refugiado político y se alistó en un batallón de trabajadores. Luego se lo llevaron al campo de concentración». Pequeños retazos de una historia marcada por el silencio, porque simpatizar con la «izquierda» era castigo seguro. «Mi padre era bastante activo, iba de pueblo en pueblo vendiendo romanas y otros artilugios. Era un hombre bueno y nunca hizo mal a nadie. Era de izquierdas y estaba a favor del gobierno legal que había hasta el 36», relata Fermín, dejando claro que fue Franco quien armó la Guerra Civil.

La fecha de su muerte se le viene a la cabeza. Poco más llegó de Gusen. Quizá su madre recibió una comunicación oficial al poco tiempo. Y años más tarde, en el 56 o 58, según Fermín, cobró una pensión de viudedad del gobierno alemán. En aquellos años también llegaron a los ayuntamientos las actas de defunción, a pesar de que no había rastro de los cuerpos.

otros casos. La historia de Fermín también salpica a otros vecinos de Aldeanueva de San Bartolomé, casi todos son familia. El tío Claudio (hermano de Fermín) también emigró a Francia junto a otros familiares y vecinos. El padre de Jesús, de su cuñado, y Sotero Fernández Jara, un vecino del pueblo, también hicieron las maletas en el 39. Todos terminaron tras los muros de Gusen, o de Mauthausen, quizá, dos cárceles brutales separadas por cinco kilómetros. Y todos murieron entre 1941 y 1942.

Los números son fríos, pero necesarios para hacer memoria y recordar lo que supuso en los años 40 el sadismo de Hitler, que se cebó con los judíos, con los españoles y con otros muchos represaliados a su paso por Europa. De Aldeanueva, según la lista elaborada a partir de los datos del historiador Isabelo Herreros y del Centro de Estudios de Investigación Histórica de Cataluña y del testimonio de un exiliado francés, murieron estos cuatro, porque se sabe que dos más regresaron al pueblo años más tarde. Las cifras del genocidio son demasiado crudas: 12 millones de personas murieron en los campos de concentración occidentales y se calcula que unos 10.000 fueron españoles. Cerca de 4.000 terminaron en Mauthausen y Gusen. Y unos 431 castellanomanchegos compartieron el horror.

Algunas de las familias siguieron sufriendo años después por simpatizar con la izquierda. Fermín cuenta que todavía «hay miedo» cuando se habla de la Guerra Civil y de la Historia de esos años, pero a él no le importa decir que su familia era de izquierdas y hablar del pasado. Para unos fue mejor que para otros. La madre de Jesús y de su mujer ni siquiera recibió las pensiones que enviaba Alemania a las viudas. A ella le jugaron una mala pasada en el Ayuntamiento porque le negaron el dinero argumentando que se había casado dos veces, «cuando era mentira». Durante la Dictadura ocurrían estas cosas para seguir fastidiando a los ‘rojos’ durante estos años. Y la esposa de Marcos Sánchez no pudo protestar a pesar de que su marido, según apunta su hijo Jesús, «murió en uno de los crematorios de Austria».

El Foro por la Memoria conoce a más huérfanos que han solicitado las ayudas. Emilio Sales mantiene contacto con familiares en Puente del Arzobispo y conoce que una señora de Santa Olalla, Piedad, que perdió a su padre en Mauthausen, que también pedirá la indemnización. Aún son muchos los hijos que viven todavía y tienen derecho a ese dinero en la provincia, pero pocos la solicitan. Algunos no lo harán por falta de documentos, otros porque el padre o la madre desapareció tras refugiarse en Francia.

desaparecidos. Emilio García Bernardo, de Puerto de San Vicente, se quedó huérfano de padre cuando cumplió año y medio. Solicitará la indemnización, aunque no dispone del acta de defunción. Su nombre aparece en el listado de fallecidos de la provincia y su madre continúa cobrando una pensión del gobierno alemán. Espera que con estos papeles se le conceda. Le suena que su padre, Benito García Aceituno, jornalero, «vivió en Francia, pasó al territorio alemán y acabó en Gusen o en Mauthausen». La historia se repitió con su tío.

¿Y con su suegro? La mujer de Emilio, hija única, lleva años buscando noticias sobre Doroteo Muñoz Aceituno. «Aunque no cobre nada quiere saber algo de su padre». El Foro por la Memoria ha pedido ayuda a Cruz Roja Internacional sobre esta desaparición.

El matrimonio no pierde la esperanza de arañar la horrenda Historia de aquellos años. Muchos españoles, con monos a rayas, tampoco perdieron la suya cuando vieron a la entrada de Mauthausen una tétrica inscripción: «Vosotros que entráis dejad aquí toda esperanza».