Artículos y Documentos

Leticia y las urnas. El juancarlismo necesita ser sustituido por una mixtura de populismo.
Julio Anguita. Unidad Cívica por la República. 19 de noviembre del 2003

http://www.rebelion.org


Se ha desbordado el más hiperbólico de los lenguajes. Cae en cascada sobre una audiencia y unos lectores enganchados, engatusados y alienados por la ganga rosa y azucarada de la aparente nadería. Sin embargo, cuando la reflexión vence a una tromba mediática, una sensación va tomando cuerpo de evidencia: no estamos ante ninguna afortunada Cenicienta sino ante una reedición actual y mediática del rol de Juana de Arco. La Monarquía y la dinastía aceptan un aval plebeyo.

Las mentes y las voces más lúcidas ya lo han dicho y escrito: '... este romance ha sido un auténtico plebiscito sobre la monarquía española...'. El juancarlismo, como expresión de un monarquismo vergonzante y puntual, necesita ser sustituido -cara a las previsiones sucesorias- por una mixtura de populismo, 'progresía' y falta de memoria. Este tipo de bodas reales es ya algo habitual en otros reinos. Los tiempos obligan a lo que sea necesario para apuntalar algo tan anacrónico como la Monarquía. Pero en el caso español hay -además- algo especial. Hagamos memoria.

Las Cortes Constituyentes de la II República española (última legitimidad incuestionada e incuestionable) acordaron el 20 de Noviembre de 1931 declarar el decaimiento de todas las dignidades y títulos de Alfonso XIII sin que pueda reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores'. La Dictadura liberticida de Franco hizo aprobar en 1947, tras Referéndum, la ley de Sucesión que hacía de España un Reino sin monarca y un Jefe de Estado vitalicio con la facultad de designar a su sucesor a título de Rey. En 1966, también con Referéndum, se aprobó la Ley Orgánica del Estado que ratificaba los extremos anteriores. El 22 de Julio de 1969 y ante las Cortes españolas el entonces Príncipe juraba fidelidad a Franco, a las leyes del régimen y aceptaba ser el sucesor. En Noviembre de 1975, tras la muerte del dictador, Juan Carlos I era proclamado Rey de la monarquía franquista.

Desde esta situación de ilegitimidad se montó la operación de la Transición. El Rey del Movimiento Nacional 'legitimaba y garantizaba' a los que nunca aceptaron la Dictadura que él continuaba. Para evitar el perjurio, Juan Carlos nunca juró la Constitución de 1978 tal y como manda el artículo 61 de la misma. Se suele argumentar que el pueblo español al ratificar el texto constitucional legitimaba y legalizaba la monarquía de Franco. En el año 2000 las Cortes Generales celebraron con todo fasto y solemnidad el 25 Aniversario de la proclamación de 1975. No han esperado a este año; se hicieron el harakiri antes. Y aquí está la cuestión: la Monarquía no recibe su legitimidad de la Constitución sino que el Rey 'fue antes'. Es la línea Maginot de un régimen que sigue anclado en lo que ha venido en llamarse Constitución real: intereses económicos y poderes efectivos. Claro está que todo eso es absolutamente incompatible con la Democracia. Por eso -sentimientos aparte- Letzia no puede sustituir al paso de la Monarquía por las urnas.